¡OH ETERNA VERDAD!

 ¡Oh eterna verdad, verdadera caridad y cara eternidad!

San Agustín, obispo y doctor de la Iglesia
Del libro de las Confesiones (libros 7,10.18;10,27: CSEL 33,157-163.255)
Habiéndome convencido de que debía volver a mí mismo, penetré en mi interior, siendo tú mi guía, y ello me fue posible porque tú, Señor, me socorriste. Entré, y vi con los ojos de mi alma, de un modo u otro, por encima de la capacidad de estos mismos ojos, por encima de mi mente, una luz inconmutable; no esta luz ordinaria y visible a cualquier hombre, por intensa y clara que fuese y que lo llenara todo con su magnitud. Se trataba de una luz completamente distinta. Ni estaba por encima de mi mente, como el aceite sobre el agua o como el cielo sobre la tierra, sino que estaba en lo más alto, ya que ella fue quien me hizo, y yo estaba en lo más bajo, porque fui hecho por ella. La conoce el que conoce la verdad.
¡Oh eterna verdad, verdadera caridad y cara eternidad! Tú eres mi Dios, por ti suspiro día y noche. Y, cuando te conocí por vez primera, fuiste tú quien me elevó hacia ti, para hacerme ver que había algo que ver y que yo no era aún capaz de verlo. Y fortaleciste la debilidad de mi mirada irradiando con fuerza sobre mí, y me estremecí de amor y de temor; y me di cuenta de la gran distancia que me separaba de ti, por la gran desemejanza que hay entre tú y yo, como si oyera tu voz que me decía desde arriba: «Soy alimento de adultos: crece, y podrás comerme. Y no me transformarás en substancia tuya, como sucede con la comida corporal, sino que tú te transformarás en mí».
Y yo buscaba el camino para adquirir un vigor que me hiciera capaz de gozar de ti, y no lo encontraba, hasta que me abracé al mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, el que está por encima de todo, Dios bendito por los siglos, que me llamaba y me decía: Yo soy el camino de la verdad, y la vida, y el que mezcla aquel alimento, que yo no podía asimilar, con la carne, ya que la Palabra se hizo carne, para que, en atención a nuestro estado de infancia, se convirtiera en leche tu sabiduría por la que creaste todas las cosas.
¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti.



𝐀𝐋𝐂𝐀𝐍𝐂𝐄𝐌𝐎𝐒 𝐋𝐀 𝐒𝐀𝐁𝐈𝐃𝐔𝐑𝐈́𝐀 𝐄𝐓𝐄𝐑𝐍𝐀


 

Cuando ya se acercaba el día de su muerte -día por ti conocido, y que nosotros ignorábamos-, sucedió, por tus ocultos designios, como lo creo firmemente, que nos encontramos ella y yo solos, apoyados en una ventana que daba al jardín interior de la casa donde nos hospedábamos, allí en Ostia Tiberina, donde, apartados de la multitud, nos rehacíamos de la fatiga del largo viaje, próximos a embarcarnos. Hablábamos, pues, los dos solos, muy dulcemente y, olvidando lo que queda atrás y lanzándonos hacia lo que veíamos por delante, nos preguntábamos ante la verdad presente, que eres tú, cómo sería la vida eterna de los santos, aquella que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar. Y abríamos la boca de nuestro corazón, ávidos de las corrientes de tu fuente, la fuente de vida que hay en ti.

Tales cosas decía yo, aunque no de este modo ni con estas mismas palabras; sin embargo, tú sabes, Señor, que, cuando hablábamos aquel día de estas cosas -y mientras hablábamos íbamos encontrando despreciable este mundo con todos sus placeres-, ella dijo:
«Hijo, por lo que a mí respecta, ya nada me deleita en esta vida. Qué es lo que hago aquí y por qué estoy aún aquí, lo ignoro, pues no espero ya nada de este mundo. Una sola cosa me hacía desear que mi vida se prolongara por un tiempo: el deseo de verte cristiano católico, antes de morir. Dios me lo ha concedido con creces, ya que te veo convertido en uno de sus siervos, habiendo renunciado a la felicidad terrena. ¿Qué hago ya en este mundo?»
No recuerdo muy bien lo que le respondí, pero, al cabo de cinco días o poco más, cayó en cama con fiebre. Y, estando así enferma, un día sufrió un colapso y perdió el sentido por un tiempo. Nosotros acudimos corriendo, mas pronto recobró el conocimiento, nos miró, a mí y a mi hermano allí presentes, y nos dijo en tono de interrogación:
«¿Dónde estaba?»
Después, viendo que estábamos aturdidos por la tristeza, nos dijo:
«Enterrad aquí a vuestra madre».
Yo callaba y contenía mis lágrimas. Mi hermano dijo algo referente a que él hubiera deseado que fuera enterrada en su patria y no en país lejano. Ella lo oyó y, con cara angustiada, lo reprendió con la mirada por pensar así, y, mirándome a mí, dijo:
«Mira lo que dice».
Luego, dirigiéndose a ambos, añadió:
«Sepultad este cuerpo en cualquier lugar: esto no os ha de preocupar en absoluto; lo único que os pido es que os acordéis de mí ante el altar del Señor, en cualquier lugar donde estéis».
Habiendo manifestado, con las palabras que pudo, este pensamiento suyo, guardó silencio, e iba luchando con la enfermedad que se agravaba.
Nueve días después, a la edad de cincuenta y seis años, cuando yo tenía treinta y tres, salió de este mundo aquella alma piadosa y bendita.
(Del libro de las Confesiones , San Agustín)

JESÚS QUIERE QUE AMEMOS A SU MADRE


 
Jesús, Hijo único de Dios, Hijo único de María, 
al escoger, entre todas las criaturas, a esta incomparable 
Virgen para ser su Madre, su nodriza y su gobernante; y 
pues su infinita bondad nos la dio como Madre y refugio en 
todas las necesidad, quiere que la veneremos, la honremos 
y la amemos como él la ama. 
La exaltó y honró por encima de todos los hombres y 
los ángeles; quiere igualmente que le rindamos más respeto 
y veneración que a todos los ángeles y que a todos los 
hombres. Pues él es nuestra Cabeza y nosotros sus 
miembros, animados por su espíritu, debemos seguir sus 
inclinaciones, caminar por sus sendas, continuar su vida en 
la tierra y practicar las virtudes que practicó, quiere que 
nuestra devoción a su divina Madre sea continuación de la 
suya. Es decir, que tengamos los sentimientos de honor, de 
sumisión y de amor que él le tuvo acá abajo y que le tiene 
eternamente en el cielo.

Fuente: "El corazón admirable", San Juan Eudes.

NUEVE BENDICIONES AFECTUOSAS A LA VIRGEN MARÍA

 1. ¡Oh Santísima Virgen María! sea una y mil veces bendito vuestro purísimo seno, en que por nueve meses hizo su morada el Hijo de Dios, hecho hombre por dar salud a mi alma. Avemaría.

2. ¡Oh Santísima Virgen María! sean una y mil veces benditos vuestros pechos virginales, con cuya leche se alimentó el Hijo de Dios, hecho hombre por dar salud a mi alma. Avemaría.

3. ¡Oh Santísima Virgen María! sea una y mil veces bendito vuestro maternal regazo en que reposó y durmió dulcemente el hijo de Dios, hecho hombre por dar salud a mi alma. Avemaría.

4. ¡Oh Santísima Virgen María! sean una y mil veces benditos vuestros santísimos brazos, que llevaron, abrazaron y tiernamente estrecharon al Hijo de Dios, hecho hombre por dar salud a mi alma. Avemaría.

5. ¡Oh Santísima Virgen María! sean una y mil veces benditas vuestras hermosísimas manos, que acariciaron y cuidadosamente sirvieron al Hijo de Dios, hecho hombre por dar salud a mi alma. Avemaría.

6. ¡Oh Santísima Virgen María! sean una y mil veces benditos vuestros ojos virginales que con tanto deleite se recrearon contemplando el rostro del Hijo de Dios, hecho hombre por dar salud a mi alma. Avemaría.

7. ¡Oh Santísima Virgen María! sean una y mil veces benditos vuestros oídos castísimos, que con tanta frecuencia oyeron el dulce nombre de Madre de la boca del Hijo de Dios, hecho hombre por dar salud a mi alma. Avemaría.

8. ¡Oh Santísima Virgen María! sean una y mil veces benditos vuestros candidísimos labios, que con gozo inexplicable imprimieron tiernos ósculos en el Hijo de Dios, hecho hombre por dar salud a mi alma. Avemaría.

9. ¡Oh Santísima Virgen María! sea una y mil veces bendita vuestra lengua angelical, que sin cesar alabó y llamó hijo querido al Hijo de Dios, hecho hombre por dar salud a mi alma. Avemaría.




BENDICIÓN DE LOS ESPOSOS


Padre Santo, Tú creaste al ser humano a tu imagen y semejanza, y los creaste varón y mujer para que unidos sean un solo cuerpo, y un solo corazón, y realicen su misión en el mundo.

Padre Santo, para revelar tus designios de amor quisiste significar en el amor de los esposos, la Alianza que te dignaste establecer con tu pueblo, para que por el Sacramento del Matrimonio en la unión de los esposos, se manifiesten las bodas de Cristo con la Iglesia; extiende tu mano protectora sobre nuestros hijos tuyos.

Padre Santo, te pedimos nos comuniques los dones de tu amor; y que siendo el uno para el otro signo de tu presencia, seamos en verdad un solo corazón y un solo espíritu.

Padre Santo, concédenos también sustentar con nuestro trabajo el hogar y educar a nuestros hijos según el Evangelio, preparándolos para que un día se incorporen a tu familia en el cielo.

Padre bondadoso, que en la alegría te alabemos, que en la tristeza te busquemos, que en el trabajo encontremos el gozo de tu ayuda, y que en las necesidades sintamos cercano tu consuelo; que participemos en la liturgia de tu iglesia, que seamos testigos de Ti ante la humanidad y después de una feliz ancianidad, lleguemos el reino de los cielos.

Descienda sobre nosotros tu bendición copiosa, para que disfrutando de las alegrías de la entrega mutua, don recibido en la alianza matrimonial, nuestros hijos sean el encanto del hogar.

Y la bendición de Dios todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.

Amén.

(Tomado del libro "Oremos viviendo el amor y la misericordia de Dios")

OBREMOS CON RECTITUD DELANTE DE LOS HOMBRES

 



Esta es nuestra gloria: el testimonio de nuestra conciencia. Hay hombres que juzgan temerariamente, que son detractores, chismosos, murmuradores, que se empeñan en sospechar lo que no ven, que se empeñan incluso en pregonar lo que ni sospechan; contra esos tales, ¿qué recurso queda sino el testimonio de nuestra conciencia? Y ni aun en aquellos a los que buscamos agradar, hermanos, buscamos nuestra propia gloria, o al menos no debemos buscarla, sino más bien su salvación, de modo que, siguiendo nuestro ejemplo, si es que nos comportamos rectamente, no se desvíen. 

Cristo es quien apacienta su rebaño, él es el único pastor que lo apacienta por medio de los demás buenos pastores, que lo hacen por delegación suya.

Procuremos, pues, hermanos, no sólo vivir rectamente, sino también obrar con rectitud delante de los hombres, y procuremos no hacer nada que pueda hacer sospechar mal a nuestro hermano más débil, no sea que comiendo hierba limpia y bebiendo un agua pura pisoteemos los pastos de Dios, y las ovejas más débiles tengan que comer una hierba pisoteada y beber un agua enturbiada.

(San Agustín)

ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO POR LOS SIETE DONES

 



Oh! Espíritu de Sabiduría, que a semejanza del fuego libertáis el corazón del hombre de los afectos terrenales, como ya quitasteis del corazón de los apóstoles todas las imperfecciones; dignaos destruir en nosotros los afectos menos santos que nos dominan, a fin de que no gustemos otro placer que el de ser fervorosos en vuestro divino servicio. Amén.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Oh Espíritu de Entendimiento, que abrís las mentes más torpes para llenarlas de conocimientos celestiales, despejad las tinieblas que nos rodean, y hacednos conocer en verdadero valor todas las cosas y principalmente la sublimidad y excelencia de los divinos misterios; concédenos la gracia de rechazar prontamente las dudas en las cosas de la Fe y de estar siempre dispuestos a sufrirlo todo para defender y glorificar esa misma Fe. Amén.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Oh Espíritu de Consejo, del cual derivan las luces indispensables para librarnos de toda perplejidad y buscar siempre el verdadero bien, sed con vuestra venida el guía de nuestro espíritu, a fin de que en nuestras determinaciones no miremos a otra cosa sino al perfecto cumplimiento de vuestra soberana voluntad, a la cual desde ahora nos unimos para no separarnos jamás para toda la vida. Amén.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Oh Espíritu de Fortaleza, por el cual se triunfa completamente de las pompas del mundo y de las tentaciones del demonio, como hicisteis inflexibles a los mártires del cristianismo, concédenos la gracia de reportar siempre completa la victoria de estos nuestros enemigos, y de menospreciar los respetos humanos, para no gloriarnos de otra cosa sino de nuestro Señor Jesús crucificado. Amén.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Oh Espíritu de Ciencia por el cual se conoce la vanidad del mundo, abrid vuestras mentes a la ciencia divina, a fin de que conozcamos nuestros pecados para detestarlos, nuestros deberes para cumplirlos, nuestros defectos para corregirlos, las vanidades de la tierra para menospreciarlas y las grandezas del cielo para desearlas. Amén.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Oh Espíritu de Piedad, por el cual todos los fieles forman un solo corazón y una sola alma, concédenos la gracia de amar siempre de corazón a nuestros hermanos, sin que nunca nos desanimemos por sus desatenciones e ingratitudes; y de ser siempre solícitos en la práctica de aquellos piadosos ejercicios que caracterizan el hombre muerto al mundo y vivo solamente a Dios. Amén.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Oh Espíritu de Temor de Dios, por el cual solo se teme en esta tierra la cólera de Dios, y por lo tanto no se estima otro bien, que su gracia, ni se huye otro mal que el pecado; no permitáis que por algún temor humano abandonemos el camino de la santidad; antes bien hacednos tan animosos en vuestro divino servicio que despreciando constantemente el furor del mundo, busquemos con fervor nuestra eterna salvación. Amén.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

UNIDOS A CRISTO TODO COBRA VALOR



«La yedra por sí sola no sube a lo alto, pero, arrimada a un árbol, sube cuanto el árbol sube. Pues así también suben nuestras humildes obras, si las unimos a este árbol de vida puesto en medio del paraíso de la Iglesia, que es Cristo nuestro Salvador.

Junta, pues, tus oraciones con las suyas, tus lágrimas con las suyas, tus ayunos y vigilias con los suyos, y ofrécelos al Señor, para que lo que por sí es de poco precio, por Él sea de mucho valor.

Una gota de agua, por sí tomada, no es más que agua; mas lanzada en un gran vaso de vino, toma otro más noble ser y hácese vino; y así nuestras obras, que por parte de ser nuestras son de poco valor, unidas con las de Cristo se hacen de precio inestimable, por razón de la gracia que se nos da por Él».


 Fray Luis de Granada. Vida de Jesucristo.

AMO PORQUE AMO, AMO POR AMAR (SAN BERNARDO DE CLARAVAL)


 

El amor basta por sí solo, satisface por sí solo y por causa de sí. Su mérito y su premio se identifican con él mismo. El amor no requiere otro motivo fuera de él mismo, ni tampoco ningún provecho; su fruto consiste en su misma práctica. Amo porque amo, amo por amar. Gran cosa es el amor, con tal de que recurra a su principio y origen, con tal de que vuelva siempre a su fuente y sea una continua emanación de la misma. Entre todas las mociones, sentimientos y afectos del alma, el amor es lo único con que la criatura puede corresponder a su Creador, aunque en un grado muy inferior, lo único con que puede restituirle algo semejante a lo que él le da. En efecto, cuando Dios ama, lo único que quiere es ser amado: si él ama, es para que nosotros lo amemos a él, sabiendo que el amor mismo hace felices a los que se aman entre sí.

El amor del Esposo, mejor dicho, el Esposo que es amor, sólo quiere a cambio amor y fidelidad. No se resista, pues, la amada en corresponder a su amor. ¿Puede la esposa dejar de amar, tratándose además de la esposa del Amor en persona? ¿Puede no ser amado el que es el Amor por esencia?
Con razón renuncia a cualquier otro afecto y se entrega de un modo total y exclusivo al amor el alma consciente de que la manera de responder al amor es amar ella a su vez. Porque, aunque se vuelque toda ella en el amor, ¿qué es ello en comparación con el manantial perenne de este amor? No manan con la misma abundancia el que ama y el que es el Amor por esencia, el alma y el Verbo, la esposa y el Esposo, el Creador y la criatura; hay la misma disparidad entre ellos que entre el sediento y la fuente.
Según esto, ¿no tendrá ningún valor ni eficacia el deseo nupcial, el anhelo del que suspira, el ardor del que ama, la seguridad del que confía, por el hecho de que no puede correr a la par con un gigante, de que no puede competir en dulzura con la miel, en mansedumbre con el cordero, en blancura con el lirio, en claridad con el sol, en amor con aquel que es el amor mismo? De ninguna manera. Porque, aunque la criatura, por ser inferior, ama menos, con todo, si ama con todo su ser, nada falta a su amor, porque pone en juego toda su facultad de amar. Por ello, este amor total equivale a las bodas místicas, porque es imposible que el que así ama sea poco amado, y en esta doble correspondencia de amor consiste el auténtico y perfecto matrimonio. Siempre en el caso de que se tenga por cierto que el Verbo es el primero en amar al alma, y que la ama con mayor intensidad.
Amo porque amo, amo por amar
San Bernardo de Claraval, abad
Sermón sobre el libro del Cantar de los cantares (Sermón 83,4-6: Opera omnia, edición cisterciense, 2 [1958], 300-302

MEDITACIÓN SOBRE LA VIDA DE SAN JOSÉ


San José mereció, por su pureza, el honor de ser elegido por Dios para ser el esposo de María, la Madre de Jesús. ¡Qué gloria para ti, oh gran santo, mandar a una esposa omnipotente en el cielo y en la tierra! 

Imita la pureza, la humildad y la modestia de José, y María se mostrará contigo llena de ternura. Para que llegues a ser un gran santo, haz, siguiendo el ejemplo de San José, todas tus acciones pensando que Dios te ve.


Fue el padre nutricio de Jesús, y Jesús le estaba sometido. Admira la humildad del Salvador, que, pudiendo nacer en el palacio de Augusto o de Herodes, prefiere elegirse un padre pobre y desconocido, un padre que debe trabajar con sus manos para procurarle alimento y vestido. A ejemplo de San José, nunca te separes de Jesús: que en todos tus actos sea tu compañero, conversa a menudo con Él. Haz un lugar a Jesús en medio de tus hijos: que tu Señor venga a tu familia, que tu Creador se acerque a su criatura (San Agustín).


San José murió en brazos de Jesús y de María. Tú también quieres terminar tu existencia con una muerte dichosa y santa: ten una gran devoción a San José. Nos asegura Santa Teresa que ha obtenido todo lo que ha pedido por los méritos de San José. Pídele esta última gracia que debe coronar tu vida y hacerte comenzar una eternidad de dicha. Con frecuencia durante tu vida, y sobre todo en la hora de tu muerte, pronuncia los tres hermosos nombres de Jesús, María y José. 


(Fuente: Catolicidad, blog)

POEMAS DE JOSE MARÍA DE OLAIZOLA

VER NUEVAS
TODAS LAS COSAS

No es novedad el amor
porque es eterno.
No es insólito llamarte
en nuestros sueños,
ni es sorpresa descubrir
que nos esperas.
No es la justicia un reclamo
que oigamos por vez primera.
El perdón no es imposible,
ni seguirte una quimera.
Pero a la vez, todo es nuevo:
el amor y los anhelos,
nuestros sueños
y tu espera.
Nuevo el grito de justicia,
nuevo el perdón y la senda
por la que seguir tus pasos,
en la que alzar tu bandera.
Cuando Tú, pobre y humilde,
nos lo muestres con tus ojos,
al fin veremos tu Reino
y habitaremos tu tierra.

José María Rodríguez Olaizola, SJ

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QUE YA ESTABAS AQUÍ

Dicen que vienes,
y siempre es tiempo, pues te esperamos
en la tierra sedienta de milagros,
en la duda que nos muerde,
en el sollozo ajeno
que estremece
e inquieta.
Te esperamos en el fracaso
que nos derriba,
y en el triunfo
(que no nos vuelva islas distantes),
en el perdón que se nos escapa,
en la calma que no alcanzamos.
Te acercas
en el vendaval que a veces nos sacude,
en el arrumaco que nos aquieta.
Te nos llegas, sorprendente.
Desbordas
nuestra espera de palabras nuevas
con respuesta eterna.
Y estás muy dentro
y muy fuera.
Vienes volviéndolo todo del revés,
puerta imprevista
a un cielo de pobres y pequeños,
hombro en que se recuestan
los heridos, los culpables,
los enfermos.
 Ya, Señor,
Dios-con-nosotros,
Dios nuestro.

 (José María Rodríguez Olaizola, sj)

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LA HERIDA

Al final de la vida llegaremos
con la herida convertida en cicatriz.
El amor pasará varias facturas.
El camino nos dejará mil huellas.
Con la misma pared tropezaremos.
Alguna decepción nos hará mella.
Mas somos hijos de un Dios enamorado.
Sedientos buscadores de respuestas.
Somos pura ambición que tú sembraste,
para que así tu reino floreciera.
Al final de la vida llegaremos
con la herida convertida en cicatriz.
Lucharemos a muerte con el ego
Sentiremos que el tiempo nos aprieta,
guardaremos derrotas en la entraña,
Perderemos la música y la fiesta.
Y, con todo, seguiremos bailando
Porque así somos, humanos en tu estela.
Portadores de un fuego inextinguible.
Creyentes en un mundo sin fronteras.
Al final de la vida llegaremos
con la herida convertida en cicatriz.
Somos fragilidad entusiasmada,
soñadores que no se desesperan.
Nunca renunciaremos al mañana,
aunque en el hoy nos toque la tormenta.
Y si acaso se agrietan los motivos
por los que un día elegimos tu bandera,
agrietados seguiremos caminando,
que tu Evangelio es ahora nuestra tierra.
Al final de la vida llegaremos
con la herida convertida en cicatriz.

(José María Rodríguez Olaizola)

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AMA 

No, no te arrepientas de amar
contra viento y marea,
contra prudencia y cálculo,
contra seguridad y egoísmo.
Como Dios mismo, ama.
Si abrazas, no encadenes,
si reprendes, no destruyas.
No escatimes el tiempo,
la ternura o las lágrimas.
No aprisiones los recuerdos,
no embrides las historias.
Con libertad y afecto, ama.
Con incertidumbre y compromiso.
Con el corazón en carne viva
y las manos abiertas.
Con la fecundidad de quien
engendra esperanza
en silencios, canciones y versos.
Aunque tu amor sea imperfecto, ama.
Es mejor intentarlo
que endurecer la entraña
para no arriesgarlo todo.

(José María Rodríguez Olaizola, sj)

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ERES

Dices, ‘ven a mí’.
Yo me resisto, pregunto,
quiero plantear un calendario,
un precio, una tasa.
Hasta que bajo los brazos,
abandono las pegas
y me fío de tu llamada.
Entonces descubro quién eres.
Eres espacio seguro
donde me sé en casa.
Eres mi tierra,
mi descanso, mi paga,
el abrazo que me envuelve,
la caricia que me sana.
Eres palabra
que ofrece un camino
y eres silencio que calma.
Eres fuerza sin violencia,
fiesta sin ausentes,
bienaventuranza.
Eres, en mi luto, danza
en la paz, refugio,
en la noche, llama.
Eres en mi nada, todo.
Tú eres mi única batalla.

José María Rodríguez Olaizola, sj

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NADIE ESTÁ SOLO

Nadie está solo, aunque a ratos lo temes 
y te sientes herido o se te rompe la entraña. 
Si se te pierde la risa 
y se te callan los versos. 
Aunque te duela la historia 
y te amenace el presente, 
si te atraviesan los miedos o se oscurece el futuro.
Es verdad que sí, que hay días grises 
en que el silencio
atormenta y oprime. 
Hay momentos en que la nostalgia
 es distancia y es ausencia. 
Hay abrazos extraviados esperando un encuentro. 
Hay miedos que anuncian naufragios 
y derrotas que parecen finales. 
Pero nadie está solo. 
Aunque a veces lo parezca.
Su palabra no se marcha y Su espíritu nos une, 
fluye infatigable entre nosotros 
despertando el amor dormido.
Vistiéndose de servicio, llamándonos prójimos, 
llamándonos amigos. 
Y trenzando en estos días inesperados 
afectos que se convierten en hogar, 
aunque hoy nos llueva dentro.

(José María Rodriguez Olaizola, sj)

SI AMAS A DIOS (Amado Nervo)



Si amas a Dios, en ninguna parte has de sentirte extranjero, 
porque Él estará en todas las regiones,
en lo más dulce de todos los países, en el límite
indeciso de todos los horizontes.
Si amas a Dios, en ninguna parte estarás triste, 
porque, a pesar de la diaria tragedia, 
Él llena de júbilo el universo.
Si amas a Dios, no tendrás miedo de nada ni de nadie,
porque nada puedes perder, y todas las fuerzas
del cosmos serían impotentes para quitarte tu heredad.
Si amas a Dios, ya tienes alta ocupación para todos los
instantes, porque no habrá acto que no ejecutes
en su nombre, ni el más humilde ni el más elevado.
Si amas a Dios, ya no querrás investigar los enigmas,
porque le llevas a Él, que es la clave y resolución
de todos.
Si amas a Dios, ya no podrás establecer con angustia
una diferencia entre la vida y la muerte, porque
en Él estás y Él permanece incólume a través de
todos los cambios. 

EL SILENCIO

El silencio nos lleva a entrar en «nuestra casa», en el corazón, donde Dios nos espera con los brazos abiertos para abrazarnos cariñosamente e invitarnos a sentarnos junto a Él, al calor de la lumbre, para pasar una agradable y apacible velada.

El silencio nos ayuda a disfrutar de la tierna presencia de Dios en nosotros.

El silencio interior es amor puro, amor divino.

Orar en silencio no es otra cosa que permanecer a la escucha, abiertos a todo lo que Dios nos dice en el corazón…

Hay que adentrarse en el silencio sin expectativas. Sin que el ego nos marque el camino.

Se niega el ego para realmente «ser». Se ora para «ser». Para «ser» junto a Dios. 

El silencio es entregarse gratuitamente a Dios. Debemos liberarnos del sinsentido de los «ruidos» que alejan de Dios.

El silencio nos permite liberarnos de todo lo deshumanizante porque nos adentra donde está la esencia de nuestra persona, en lo más profundo de nuestro corazón, que es la morada de Dios. En contacto con Él, somos, en verdad, lo que somos. Dios nos quita las máscaras, nos hace ser realmente nosotros mismos.

(P. Moratiel, la escuela del silencio)



¿POR QUÉ REZAR EL SANTO ROSARIO?


Porque amamos a María y con el Rosario podemos darle una muestra sencilla, pero profunda, de nuestro filial amor.

 ¿Qué beneficios me puede proporcionar el rezo del Santo Rosario?

En Fátima, con inmenso pesar, la Santísima Virgen describió a los tres pastorcitos la situación extremamente grave por la que atraviesa nuestra época, cada vez más distante de Dios.

Sin embargo, la Virgen María les aseguró que el rezo diario del santo rosario era el medio para lograr la paz en el mundo.

Rezar el rosario es, pues, indispensable para obtener la paz interior en nuestras almas así como en nuestras familias. Para que cesen los conflictos internos de los países y los conflictos entre las naciones.

La tradición de la Iglesia ha recomendado siempre esta oración, ha sido motivo de numerosas recomendaciones pastorales de obispos y Papas. Entre ellas dos cercanas a nosotros: la Exhortación Mirialis cultus del Papa Pablo VI y la Carta Rosarium Virginis Mariae del San Juan Plablo II. 

El Rosario es una oración mariana que inmediatamente centra nuestra mente y corazón en Jesús, pues en cada Padrenuestro rezamos con las palabras que Jesús mismos nos enseñó y por acción del Espíritu nos unimos a la voz del mismo Hijo; en cada Avemaría reconocemos «el milagro más grande de la histora», la Encarnación del Verbo, y hacemos nuestra confesión de fe de Isabel: "Bendita tú y bendito el futuro de tu vientre, Jesús"; al término de cada decena damos gloria al Padre a través del Hijo en comunión con el Espíritu Santo.

Por otro lado, los misterios que vamos anunciando antes de cada denario nos permiten ir meditando en acontecimientos de la vida de nuestro Redentor de la mano de la Madre, En la escuela de María nos vamos compenetrando con el Señor Jesús.


“Red Mundial Cristiana de Oración”

ACORDAOS



Acordaos ¡oh sagrado Corazón de Jesús! de todo lo que habéis hecho por salvar nuestras almas, y no las dejéis perecer. Acordaos del eterno e inmenso amor que habéis tenido por ellas; no rechacéis estas almas que vienen a Vos, agobiadas bajo el peso de sus miserias oprimidas bajo el de tantos dolores. Conmoveos a la vista de nuestra debilidad, de los peligros que nos rodean por todas partes, de los males que nos hacen suspirar y gemir.

Llenas de confianza y amor, venimos a vuestro Corazón, corno el corazón del mejor de los padres, del más tierno y más compasivo amigo. Recibidnos, ¡oh Corazón sagrado! en vuestra infinita ternura; hacednos sentir los efectos de vuestra compasión y de nuestro amor; sed nuestro apoyo, nuestro mediador cerca de vuestro Padre, y en nombre de vuestra preciosa sangre y de vuestros méritos, concedednos la fuerza en nuestras debilidades, consuelo en nuestras penas, y la gracia de amaros en el tiempo y de poseeros en la eternidad.

Corazón de Jesús, yo vengo a Vos porque sois mi único refugio, mi sola pero cierta esperanza; Vos sois el remedio de todos mis males, el alivio de todas mis miserias, la reparación de todas mis faltas, la seguridad de todas mis peticiones, la fuente infalible e inagotable para mi, y para todos la luz, fuerza, constancia, paz y bendición.

Estoy seguro que no os cansaréis de mí y que no cesaréis de amarme, protegerme y ayudarme, porque me amáis con un amor infinito.

Tened piedad de mi, según vuestra gran misericordia, y haced de mí, por mi, y en mí todo lo que queráis, porque yo me abandono a Vos con una entera confianza de que Vos no me abandonaréis jamás. Así sea.

EL ESCAPULARIO CARMELITA



El Escapulario del Carmen ahonda sus raíces en la larga historia de la Orden, donde representa el compromiso de seguir a Cristo como María, modelo perfecto de todos los discípulos de Cristo. Este compromiso tiene su origen lógico en el bautismo que nos transforma en hijos de Dios.

La Virgen nos enseña:

* a vivir abiertos a Dios y a su voluntad, manifestada en los acontecimientos de la vida;

* a escuchar la voz (palabra) de Dios en la Biblia y en la vida, poniendo después en práctica las exigencias de esta voz;

* a orar fielmente sintiendo a Dios presente en todos los acontecimientos;

* a vivir cerca de nuestros hermanos y a ser solidarios con ellos en sus necesidades.

El Escapulario introduce en la fraternidad del Carmelo, es decir en una gran comunidad de religiosos y religiosas que, nacidos en Tierra Santa, están presentes en la Iglesia desde hace más de ocho siglos.

Compromete a vivir el ideal de esta familia religiosa, que es la amistad íntima con Dios a través de la oración.

Pone delante el ejemplo de los santos y santas del Carmelo con quienes se establece una relación familiar de hermanos y hermanas.

Expresa la fe en el encuentro con Dios en la vida eterna por la intercesión de María y su protección.

El "Escapulario" en su origen era un delantal que los monjes vestían sobre el hábito religioso durante el trabajo manual. Con el tiempo asumió el significado simbólico de querer llevar la cruz de cada día, con los verdaderos seguidores de Jesús.

Como en algunas Ordenes religiosas, el Carmelo se convirtió en el signo de la decisión de vivir la vida como siervos de Cristo y de María. El Escapulario simbolizó el vínculo especial de los Carmelitas a María, Madre del Señor, expresando la confianza en su materna protección y el deseo de seguir su ejemplo de donación a Cristo y a los demás. Así se ha transformado en un signo Mariano por excelencia.


AQUELLOS QUE ME AYUDAN A LLEVAR LA CRUZ


 
Discípulo:
-¡Oh Sabiduría Eterna!; ahora se abren mis  ojos, y empiezo a ver los destellos de vuestra Verdad. 
Comprendo que vuestra Pasión y vuestra muerte son las más elocuentes demostraciones de vuestro amor; pero, ¡Jesús mío!, a un cuerpo tan flaco y endeble como el mío creo que le será muy difícil seguiros hasta el Calvario. 
Sabiduría:
- No temas desfallecer en este camino de mi Cruz, pues todo, la Cruz misma, se hace tan fácil, tan ligera, tan llevadera, a los que de verdad aman a Dios con todo su corazón, que ni les ocurre siquiera pronunciar una queja o prorrumpir en lamentos. Nadie en este mundo disfruta de más consuelos que aquellos que me ayudan a llevar la Cruz, pues todas mis dulzuras se derraman abundantes sobre el alma que bebe hasta las heces el cáliz de mis amarguras. Si bien la corteza es muy amarga, el fruto es de exquisita suavidad y dulzura; y toda pena parece pequeña teniendo ante los ojos la recompensa a que conduce. 
Ármate, pues, de luces, piensa en mis promesas, y de cuando en cuando levanta los ojos y mira tu corona. Sígueme con confianza, que quien conmigo comienza esta lucha ya casi tiene la victoria al alcance de sus manos. 

("Tratado de la Eterna Sabiduría" por el beato Enrique Suson)

INVOCA A MARÍA



Si se levanta la tempestad de las tentaciones, si caes en el escollo de las tristezas, eleva tus ojos a la Estrella del Mar: ¡invoca a María!.  
Si te golpean las olas de la soberbia, de la maledicencia, de la envidia, mira a la estella, ¡invoca a María!
Si la cólera, la avaricia, la sensualidad de tus sentidos quieren hundir la barca de tu espíritu, que tus ojos vayan a esa estrella: ¡invoca a María!
Si ante el recuerdo desconsolador de tus muchos pecados y de la severidad de Dios, te sientes ir hacia el abismo del desaliento o de la desesperación, lánzale una mirada a la estrella, e invoca a la Madre de Dios.
En medio de tus peligros, de tus angustia, de tus dudas, piensa en María, ¡invoca a María!
El pensar en Ella y el invocarla, sean dos cosas que no se parten nunca ni de tu corazón ni de tus labios. Y para estar más seguro de su protección no te olvides de imitar sus ejemplos. Siguiéndola no te pierdes en el camino!
¡Implorándola no te desesperarás!  ¡Pensando en Ella no te descarriarás!
Si Ella te tiene de la mano no te puedes hundir.  Bajo su manto nada hay que temer.
¡Bajo su guía no habrá cansancio, y con su favor llegarás felizmente al Puerto de la Patria Celestial!
Amén.

(San Bernardo)

ORACIÓN PARA PEDIR A SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS UNA GRACIA

¡Santa Teresita del Niño Jesús! Durante tu corta vida en la tierra llegaste a ser espejo de pureza angélica, de amor fuerte como la muerte y de total abandono en manos de Dios. Ahora que gozas de las recompensas de tus virtudes, vuelve hacia mi tus ojos de misericordia, pues yo pongo toda mi confianza en ti.

Obtenme la gracia de guardar mi mente y corazón limpios como los tuyos, y que aborrezca sinceramente cuanto pueda de alguna manera empeñar la gloriosa virtud de la pureza, tan querida de nuestro Señor.

Encantadora rosa y reinecita, recuerda tus promesas de que jamás dejarías sin atender ninguna petición que te hiciera, que enviarías una lluvia de rosas y vendrías a la tierra para hacer el bien.

Con la confianza que me inspira tu poder ante el Sagrado Corazón imploro tu intercesión en mi provecho y me concedas esta gracia que yo tanto deseo (Mencione lo que desea).

Santa "Teresita", recuerda tu promesa de "hacer bien en la tierra" y que enviarías "lluvia de rosas" sobre quienes te invoquen. Obtenme de Dios las gracias que quiero de su infinita bondad. Que yo experimente el poder de tus oraciones en cualquier necesidad.

Consuélame en todas las amarguras de la vida presente, en especial cuando me llegue la hora de la muerte, para que yo sea digno de tener parte en la felicidad eterna de que tú disfrutas en el cielo. Amén.

EL LIBRO DE LOS SALMOS

 



Aunque es verdad que toda la sagrada Escritura está impregnada de la gracia divina, el libro de los salmos posee, con todo, una especial dulzura.

La historia instruye, la ley enseña, la profecía anuncia, la reprensión corrige, la enseñanza moral aconseja; pero el libro de los salmos es como un compendio de todo ello y una medicina espiritual para todos. El que lo lee halla en él un remedio específico para curar las heridas de sus propias pasiones. 

Aquel que desee recordar e imitar las hazañas de los antepasados hallará compendiada en un solo salmo toda la historia de los padres antiguos.

 Aquel que investiga el contenido de la ley, hallará en los salmos con cuánto amor uno solo se expuso a graves peligros para librar a todo el pueblo de su oprobio; con lo cual se dará cuenta de que la gloria de la caridad es superior al triunfo de la fuerza.

Y ¿qué decir de su contenido profético? Aquello que otros habían anunciado de manera enigmática se promete clara y abiertamente a un personaje determinado, a saber, que de su descendencia nacerá el Señor Jesús, como dice el Señor a aquél: A uno de tu linaje pondré sobre tu trono. De este modo en los salmos hallamos profetizado no sólo el nacimiento de Jesús, sino también su pasión salvadora, su reposo en el sepulcro, su resurrección, su ascensión al cielo y su glorificación a la derecha del Padre. El salmista anuncia lo que nadie se hubiera atrevido a decir, aquello mismo que luego, en el Evangelio, proclamó el Señor en persona.

-San Ambrosio-

PANGE LINGUA (Santo Tomás de Aquino)

 




HIMNO EUCARÍSTICO

Pange, língua, gloriósi
Córporis mystérium.
Sanguinísque pretiósi,
quem in mundi prétium,
fructus ventris generósi
Rex effúdit géntium.

Nobis datus, nobis natus
ex intácta Vírgine,
et in mundo conversátus,
sparso verbi sémine,
sui moras incolátus
miro cláusit órdine.

In suprémæ nocte cenæ,
recumbens cum frátribus,
observáta lege plene,
cibis in legálibus,
cibum turbæ duodénæ
se dat suis mánibus.

Verbum caro, panem verum,
Verbo carnem éfficit,
fitque sanguis Christi merum,
et si sensus déficit,
ad firmándum cor sincérum
sola fides súfficit.

Tantum ergo Sacraméntum
venerémur cérnui;
et antíquum documéntum
novo cedat rítui;
præstet fides supplementum
sénsuum deféctui.

Genitóri, Genitóque
laus et iubilátio;
salus, honor, virtus quoque
sit et benedíctio;
procedénti ab utróque
compar sit laudátio. Amen

Administró la sangre sagrada de Cristo

 Administró la sangre sagrada de Cristo

San Agustín, obispo y doctor de la Iglesia
(Sermón 304,1-4: PL 38,1395-1397)
La Iglesia de Roma nos invita hoy a celebrar el triunfo de san Lorenzo, que superó las amenazas y seducciones del mundo, venciendo así la persecución diabólica. Él, como ya se os ha explicado más de una vez, era diácono de aquella Iglesia. En ella administró la sangre sagrada de Cristo, en ella, también, derramó su propia sangre por el nombre de Cristo. El apóstol san Juan expuso claramente el significado de la Cena del Señor, con aquellas palabras: Como Cristo dio su vida por nosotros, también nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos. Así lo entendió san Lorenzo; así lo entendió y así lo practicó; lo mismo que había tomado de la mesa del Señor, eso mismo preparó. Amó a Cristo durante su vida, lo imitó en su muerte.
También nosotros, hermanos, si amamos de verdad a Cristo, debemos imitarlo. La mejor prueba que podemos dar de nuestro amor es imitar su ejemplo, porque Cristo padeció por nosotros, dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas. Según estas palabras de san Pedro, parece como si Cristo sólo hubiera padecido por los que siguen sus huellas, y que la pasión de Cristo sólo aprovechara a los que siguen sus huellas. Lo han imitado los santos mártires hasta el derramamiento de su sangre, hasta la semejanza con su pasión; lo han imitado los mártires, pero no sólo ellos. El puente no se ha derrumbado después de haber pasado ellos; la fuente no se ha secado después de haber bebido ellos.
Tenedlo presente, hermanos: en el huerto del Señor no sólo hay las rosas de los mártires, sino también los lirios de las vírgenes y las yedras de los casados, así como las violetas de las viudas. Ningún hombre, cualquiera que sea su género de vida, ha de desesperar de su vocación: Cristo ha sufrido por todos. Con toda verdad está escrito de él que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Entendamos, pues, de qué modo el cristiano ha de seguir a Cristo, además del derramamiento de sangre, además del martirio. El Apóstol, refiriéndose a Cristo, dice: A pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios. ¡Qué gran majestad! Al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. ¡Qué gran humildad!
Cristo se rebajó: esto es, cristiano, lo que debes tú procurar. Cristo se sometió: ¿cómo vas tú a enorgullecerte? Finalmente, después de haber pasado por semejante humillación y haber vencido la muerte, Cristo subió al cielo: sigámoslo. Oigamos lo que dice el Apóstol: Ya que habéis resucitado con Cristo, aspirad a los bienes de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios.


ACCIÓN DE GRACIAS AL ACOSTARSE



Te adoro, Señor y Padre mío,
y te amo con todo mi corazón.
Te doy gracias por haberme creado y hecho cristiano,
y por haberme conservado en este día.
Guárdame en el descanso y líbrame de todos los peligros.
Perdona los males que hoy he cometido
y acepta el bien que he hecho.
Sálvame, Señor, despierto,
y protégeme mientras duermo,
para que viva con Cristo y descanse en paz. Amén.
Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.
Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía.
Jesús, José y María, descanse con vosotros en paz el alma mía.
(Rezo del Padrenuestro y tres Avemarías)

SANTÍSIMO SACRAMENTO, HOGUERA DE AMOR

 


Santa Catalina de Siena vio un día a Jesús Sacramentado en manos de un sacerdote, y la Sagrada Forma le parecía brillantísima hoguera de amor, quedando la Santa maravillada de cómo los corazones de los hombres no estaban del todo abrasados y reducidos a cenizas por tan grande incendio.

Santa Rosa de Lima aseguraba que, al comulgar, parecíale que recibía al sol. El rostro de la Santa resplandecía con tan clara luz, que deslumbraba a los que la veían, y la boca exhalaba vivísimo calor, de tal modo, que la persona que daba de beber a Santa Rosa después de la Comunión sentía que la mano se le quemaba como si la acercase a un horno.

El rey San Wenceslao solamente con ir a visitar al Santísimo Sacramento se inflamaba aun exteriormente de tan intenso ardor, que a un criado suyo, que le acompañaba, caminando una noche por la nieve detrás del rey, le bastó poner los pies en las huellas del Santo para no sentir frío alguno.

San Juan Crisóstomo decía que, siendo el Santísimo Sacramento fuego abrasador, debiéramos, al retirarnos del altar, sentir tales llamas de amor que el demonio no se atreviese a tentarnos.

Diréis, quizá, que nos os atrevéis a comulgar con frecuencia porque no sentís en vosotros ese fuego del divino amor. Pero esa excusa, como observa Gerson, sería lo mismo que decir que no queréis acercaros a las llamas porque tenéis frío. Cuanta mayor tibieza sintamos, tanto más a menudo debemos recibir el Santísimo Sacramento, con tal que tengamos deseos de amar a Dios.

“Si acaso te preguntan los mundanos –escribe San Francisco de Sales en su Introducción a la vida devota– por qué comulgas tan a menudo..., diles que dos clases de gente deben comulgar con frecuencia: los perfectos, porque, como están bien dispuestos, quedarían muy perjudicados en no llegar al manantial y fuente de la perfección, y los imperfectos, para tener justo derecho

de aspirar a ella...”.

Y San Buenaventura dice análogamente: “Aunque seas tibio, acércate, sin embargo, a la Eucaristía, confiando en la misericordia de Dios. Cuanto más enfermos estamos, tanto más necesitamos del médico”. Y, finalmente, el mismo Cristo dijo a Santa Matilde: “Cuando vayas a comulgar, desea tener todo el amor que me haya tenido el más fervoroso corazón, y Yo acogeré tu deseo como si tuvieses ese amor a que aspiras”.

 (SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO)

ENCONTRAR A DIOS EN EL RECOGIMIENTO



"Permaneced en mi" (Jn. 15, 4). Es el Verbo de Dios quien da esta orden, quien manifiesta esta voluntad. Permaneced en mí no sólo unos instantes, algunas horas pasajeras, sino "permaneced..." de un modo permanente, habitual. 

Permaneced en mí, orad en mí, adorad en mí, amad en mí, sufrid en mí, trabajad, obrad en mí. Permaneced en mí para presentaros a cualquier persona, a cualquier cosa, penetrad siempre cada vez más en esta profundidad. Es ésta verdaderamente la soledad adonde Dios quiere atraer al alma para hablarle, como cantaba el profeta.

Mas para escuchar esta palabra llena de misterio es necesario entrar siempre más en el Ser divino por medio del recogimiento. Debemos descender cada día por este sendero del Abismo que es Dios. Dejémonos deslizar por esta pendiente con una confianza toda llena de amor. 

Es ahí en lo más profundo donde se efectuará este encuentro divino, donde el abismo de nuestra nada, de nuestra miseria, se encontrará cara a cara con el Abismo de la misericordia, de la inmensidad del todo de Dios. 

Es ahí donde encontraremos la fortaleza para morir a nosotros mismos y, perdiendo nuestro propio rastro, seremos cambiados en amor.  Bienaventurados los que mueren en el Señor+ (Ap. 14, 13).


-Santa Isabel de la Trinidad-

ORACIÓN PARA PROPAGAR LA COMUNIÓN DIARIA

 

¡Oh dulcísimo Jesús, que habéis venido al mundo 
para dar a todas las almas la vida de la gracia, 
y, para conservar y aumentar en ellas esta vida, 
habéis querido ser el manjar de cada día y 
el remedio cotidiano de su cotidiana debilidad! 
Humildemente os suplicamos, por vuestro Corazón 
abrasado en amor nuestro, que derraméis sobre
 todas las almas vuestro divino Espíritu.
Haced que vuelvan a Vos y recobren la vida 
de la gracia aquellas que estén en pecado mortal, 
y que las almas dichosas que por vuestra bondad 
viven de esta vida divina se acerquen devotamente 
cada día, siempre que puedan, a vuestra sagrada Mesa, 
a fin de que por medio de la Comunión diaria reciban 
cada día el antídoto de sus pecados veniales cotidianos, 
y, alimentando en ellas cada día la vida de la gracia 
y hermoseándolas con ella, lleguen por fin a poseer
 con Vos la vida bienaventurada. Amén.

SAN JOSÉ, TRANSFORMA MI ALMA


 

Amantísimo San José, pocas veces he acudido a vuestra paternal protección siendo vuestro corazón vaso purísimo de virtud y recinto de santidad, ya que fuisteis el único hombre de la tierra digno para ser el padre adoptivo del Salvador, heme aquí anhelante en entrar a vuestro taller, en ceñirme vuestro delantal y en trabajar por la salvación de mi alma, la cual ha de ser transformada porque estáis aquí para renovar mi corazón, estáis aquí para mostrarme un nuevo camino, un horizonte diferente, una senda impregnada de vuestro suave aroma; aroma que me purifica y libera, aroma que me lleva a pediros perdón por teneros tan ausente de mí, aroma que eclipsa mi corazón, aroma que hace susurrar a mis labios con vuestro dulce nombre de JOSÉ, nombre que quema mi corazón por dentro. Ansío permanecer a vuestro lado para que me enseñéis el verdadero camino de la humildad, el mejor modo de amar a Jesús y la mejor manera de santificar el trabajo de cada día.

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