FRUTOS Y BENEFICIOS DE LA EUCARISTÍA


"La Sagrada Comunión aumenta nuestra unión con Cristo y con su Iglesia. Preserva y renueva la vida de gracia recibida en el Bautismo y la Confirmación y nos hace crecer en el amor a nuestro prójimo. Nos fortalece en la caridad, elimina los pecados veniales y nos preserva de pecado mortal en el futuro."

- Compendio del Catecismo-

El gran teólogo Antonio Royo Marín escribió un tratado sobre los efectos y beneficios de la Eucaristía, veamos los puntos más ímportantes:

1. La eucaristía nos une íntimamente con Cristo y, en cierto sentido, nos transforma en Él.

El mismo Cristo la expresa de manera sublime en el Evangelio: "El que come mi carne y bebe mi sangre, está en mi y yo en él." (San Juan 6, 54)

2. La eucaristía nos une íntimamente con la Santísima Trinidad.

Esto se da porque las tres divinas personas de la Santísima Trinidad son absolutamente inseparables y aunque es cierto que el alma en gracia es en todo momento templo vivo de la Santísima Trinidad, que en ella inhabita, la sagrada comunión perfecciona más en el alma este misterio 

3. La eucaristía nos une íntimamente con todos los miembros vivos del Cuerpo místico de Cristo.

Lo insinúa claramente San Pablo cuando dice: "pues todos participamos de ese único pan» (1 Cor 10,16-17).

a) En primer lugar con la Virgen María, ya que en la eucaristía hay algo que pertenece realmente a María: "la carne purísima de Jesús se formó exclusivamente en las entrañas virginales de María"

b) Con los ángeles, por eso a la eucaristía se la llama pan de los ángeles, porque ellos se nutren de la contemplación y goce fruitivo del mismo Verbo eterno, que la eucaristía nos entrega a nosotros en manjar.

c) Con los bienaventurados del cielo, que se unen íntimamente a nosotros en el momento en que la eucaristía nos une íntimamente a la misma Cabeza común.

d) Con las almas del purgatorio, que constituyen la Iglesia purgante y que esperan de nosotros — principalmente a través de la eucaristía como sacrificio— la ayuda fraternal de nuestros sufragios.

e) Con todos los cristianos en gracia, que están incorporados a su divina Cabeza y reciben continuamente de ella su influjo vivificador. 

4. La eucaristía nos aumenta la gracia santifícante al darnos la gracia sacramental.

Dar la gracia es efecto propio de todos los sacramentos, pero la eucaristía lo hace en grado superlativo, por ser el más excelente de todos, ya que contiene, juntamente con la gracia, el manantial y la fuente de la misma, que es el propio Cristo. 

5. La eucaristía nos aplica los méritos de la pasión de Cristo.

Oigamos a Santo Tomás de Aquino:

«En este sacramento se representa la pasión de Cristo, por eso los efectos que la pasión hizo en el mundo los hace este sacramento en el hombre.

6. La eucaristía nos aumenta las virtudes teologales, sobre todo la caridad. Y con ellas todas las demás virtudes infusas y los dones del Espíritu Santo.

7. La eucaristía remite indirectamente la pena temporal debida por los pecados.

8.° La eucaristía preserva de los pecados futuros.

Porque robustece las fuerzas del alma contra las malas inclinaciones de la naturaleza, y porque nos preserva de los asaltos diabólicos al aplicarnos los efectos de la pasión de Cristo, por la que fue vencido el demonio. 

EL ÁNGEL DE LA GUARDA


Que tu buen ángel de la guarda vele siempre sobre ti, que pueda ser tu guía en el camino escabroso de la vida. Que siempre te mantenga en la gracia de Jesús y te sostenga con sus manos para que no puedas tropezar en una piedra. Que te proteja bajo sus alas de todas las trampas del mundo, del demonio y la carne.

Tienes gran devoción, Annita, a este ángel bueno; ¡Qué consolador es saber que cerca de nosotros hay un espíritu que, desde la cuna hasta la tumba, no nos deja ni por un instante, ni siquiera cuando nos atrevemos a pecar! Y este espíritu celestial nos guía y protege como un amigo, un hermano.

Pero es muy consolador saber que éste ángel ora sin cesar por nosotros, ofrece a Dios todas nuestras buenas acciones, nuestros pensamientos, nuestros deseos, si son puros.

Por el amor de Dios, no te olvides de este compañero invisible, siempre presente, siempre dispuesto a escucharnos y listo para consolarnos. ¡Oh deliciosa intimidad!, ¡Oh deliciosa compañía! ¡Si tan sólo pudiéramos comprenderlo!

- Carta del Padre Pío  a Annita, 15 de julio de 1913 -

AYUDEMOS A LAS ALMAS DEL PURGATORIO CON LA FUERZA DEL AMOR

"Para ayudar a sus familiares en el purgatorio no es cuestión de memorizar las oraciones más conocidas de la Iglesia católica; es una cuestión del corazón. Deberían dedicarse a extender su amor y perdón por sus parientes y a hacer buenas obras por ellos. 

Solamente con el Padre Nuestro y el Ave María, podrán hacer mucho por sus familiares en el purgatorio y, de este modo, también recibirán en recompensa su ayuda.  Hay que recordar que la única oración que nos dio Jesús fue el Padre Nuestro. Esta oración contiene todo lo que el amor de Dios espera de nosotros.  Y siendo así de corto y sencillo, ¿cuántas personas hacen en la actualidad lo que se pide en el Padre Nuestro? 

Sugiero que poco a poco también echen un vistazo a las demás oraciones. Podríamos decir que las oraciones son simplemente bosquejos de lo que nos tiene que salir del corazón para nuestro prójimo, para nuestros amigos y parientes difuntos. Todo esto no es una cuestión de la mente sino del corazón. El amor viene del corazón y no de la mente. 

La falta de inteligencia en sí misma nunca ha matado a nadie, pero la ausencia de amor mata cada minuto del día y la noche. No nos hacemos santos, ni curamos nuestra alma con la inteligencia sino con el amor."


-¡Sáquennos de aquí! Entrevista a María Simma de Nicky Eltz-

ESPÍRITU DE DIOS, LA TIERRA LLENAS

 Espíritu de Dios, la tierra llenas,

las mentes de los hombres las bañas en tu luz,

tú que eres Luz de Dios, divino fuego,

infunde en todo hombre la fuerza de la cruz.



Sé luz resplandeciente en las tinieblas

de quienes el pecado sumió en la obscuridad,

reúne en la asamblea de los hijos

los justos que te amaron, los muertos por la paz.


Acaba en plenitud al Cristo vivo,

confirma en el creyente la gracia y el perdón,

reúnelos a todos en la Iglesia,

testigos jubilosos de la resurrección. Amén.

LA HUMILDAD



La humildad es «guardiana de todas las virtudes» y fundamento de la vida interior

(Hermanas Franciscanas de la Inmaculada Concepción)

Porque la soberbia fue la raíz y la fuente de la maldad humana: contra ella pone (el Señor) la humildad como firme cimiento, porque una vez colocada ésta debajo, todas las demás virtudes se edificarán con solidez; pero si ésta no sirve de base, se destruye cuanto se levanta por bueno que sea (SAN JUAN CRISÓSTOMO, Hom. sobre S. Mateo, 15).


Ni como hombre ni como fiel cristiano el sacerdote es más que el seglar. Por eso es muy conveniente que el sacerdote profese una profunda humildad, para entender cómo en su caso también de modo especial se cumplen plenamente aquellas palabras de San Pablo: ¿qué tienes que no hayas recibido? (I Cor 4, 7). Lo recibido… ¡es Dios! Lo recibido es poder celebrar la Sagrada Eucaristía, la Santa Misa -fin principal de la ordenación sacerdotal-, perdonar los pecados, administrar otros Sacramentos y predicar con autoridad la Palabra de Dios, dirigiendo a los demás fieles en las cosas que se refieren al Reino de los Cielos (SAN JOSEMARÍA ESCRIVA DE BALAGUER, Hom. Sacerdote para la eternidad, 13-IV-1973).

Si no tenéis humildad, podéis decir que no tenéis nada (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la humildad).


La humildad, maestra de todas las virtudes, es a la par, el fundamento inconmovible del edificio sobrenatural, el don por antonomasia y la gracia más excelsa del Salvador (CASIANO, Colaciones, 15, 7).

Como este edificio todo va fundado en humildad, mientras más llegados a Dios, más adelante ha de ir esta virtud, y si no va todo perdido (SANTA TERESA, Vida, 12, 2).


No quieras ser como aquella veleta dorada del gran edificio: por mucho que brille y por alta que esté, no importa para la solidez de la obra. Ojalá seas como un viejo sillar oculto en los cimientos, bajo tierra, donde nadie te vea: por ti no se derrumbará la casa (SAN JOSEMARÍA ESCRIVA DE BALAGUER, Camino, n. 590).


Sólo a pasos de humildad se sube a lo alto de los cielos (SAN AGUSTIN, Sermón sobre la humildad y el temor de Dios).

Poseyendo la humildad, tenemos también todas las demás (virtudes); pero, si nos falta, nada valen todas las demás (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la humildad).


(Es) madre y maestra de todas las virtudes (SAN GREGORIO MAGNO, Moralia, 23, 23).


Amad la humildad, que es fundamento y guarda de todas las virtudes (SAN BERNARDO, Sermón 1, en la Natividad del Señor).

Nunca estaremos bastante convencidos de lo importante que es para los cristianos, y especialmente para los sacerdotes, el esforzarse en practicar la humildad y el arrojar del espíritu toda presunción, toda vanidad, todo orgullo. No hay que ahorrar esfuerzo ni fatiga para salir airosos en una empresa tan santa; y como es cosa que no se puede lograr sin la gracia de Dios, hay que pedirlo insistentemente, sin cansarse nunca (J. PECCI -León XIII-, Práctica de la humildad).

La verdadera paciencia y tranquilidad de alma sólo puede adquirirse y consolidarse con una profunda humildad de corazón. La virtud que mana de esta fuente no tiene necesidad del retiro de una celda ni del refugio de la soledad. En realidad, no le hace falta un apoyo exterior cuando está interiormente sostenida por la humildad, que es su madre y guardiana. Por otra parte, si nos sentimos airados cuando se nos provoca, es indicio de que los cimientos de la humildad no son estables (CASIANO, Colaciones, 18, 13).

Aun las buenas acciones carecen de valor cuando no están sazonadas por la virtud de la humildad. Las más grandes, practicadas con soberbia, en vez de ensalzar, rebajan. El que acopia virtudes sin humildad arroja polvo al viento, y donde parece que obra provechosamente, allí incurre en la más lastimosa ceguera. Por lo tanto, hermanos míos, mantened en todas vuestras obras la humildad […] (SAN GREGORIO MAGNO, Hom. 7 sobre los Evang.).

Nada tengas por más excelente, nada por más amable que la humildad. Ella es la que principalmente conserva las virtudes, una especie de guardiana de todas ellas. Nada hay que nos haga más gratos a los hombres y a Dios como ser grandes por el merecimiento de nuestra vida y hacernos pequeños por la humildad (SAN JERÓNIMO, Epístola 148, 20).


Nadie puede alcanzar santidad si no es a través de una verdadera humildad. Cada uno debe dar pruebas de esta humildad, ante todo a sus hermanos. Pero también debe tributarla a Dios, persuadido de que si El no le protege y ayuda en cada instante, le es absolutamente imposible obtener la santidad a que aspira y hacia la cual corre (CASIANO, Instituciones, 12, 23).

Si por pereza dejas de poner los medios necesarios para alcanzar la humildad, te sentirás pesaroso, inquieto, descontento y te harás la vida imposible a ti mismo y quizá también a los demás y, lo que más importa, correrás gran peligro de perderte eternamente; al menos se te cerrará la puerta de la perfección, ya que fuera de la humildad no hay otra puerta por la que se pueda entrar (J. PECCI León XIII-, Práctica de la humildad, 49).


Si quieres ser grande, comienza por ser pequeño; si quieres construir un edificio que llegue hasta el cielo, piensa primero en poner el fundamento de la humildad. Cuanto mayor sea la mole que se trate de levantar y la altura del edificio, tanto más hondo hay que cavar el cimiento. Y mientras el edificio que se construye se eleva hacia lo alto, el que cava el cimiento se abaja hasta lo más profundo. El edificio antes de subir se humilla, y su cúspide se erige después de la humillación (SAN AGUSTIN, Sermón 69).


La fe no es propia de los soberbios, sino de los humildes (SAN AGUSTIN, en Catena Aurea, vol. VI, p. 297).

La guardiana de la virginidad es la caridad, pero el castillo de tal guardia es la humildad (SAN AGUSTIN, Trat. sobre la virginidad, 33, 51).


Puedes salvarte sin la virginidad, pero no sin la humildad. Puede agradar la humildad que llora la virginidad perdida; mas sin humildad (me atrevo a decirlo) ni aun la virginidad de María hubiera agradado a Dios (SAN BERNARDO, Hom. sobre la Virgen Madre, I, 5).

Hermosa es la unión de la virginidad y de la humildad; y no poco agrada a Dios aquella alma en quien la humildad engrandece a la virginidad y la virginidad adorna a la humildad (SAN BERNARDO, Hom. sobre la Virgen Madre, I, 5).


La humildad es el fundamento de todas las demás virtudes. Quien desea servir a Dios y salvar su alma, debe comenzar por practicar esta virtud en toda su extensión. Sin día nuestra devoción será como un montón de paja muy voluminoso que habremos levantado, pero al primer embate de los vientos queda derribado y deshecho. El demonio teme muy poco esas devociones que no están fundadas en la humildad, pues sabe muy bien que podrá echarlas al traste cuando le plazca (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la humildad).

Si el orgullo es la fuente de toda clase de vicios (Eccli 10, 15), podemos también afirmar que la humildad es la fuente y el fundamento de toda clase de virtudes (Prov 15, 33); es la puerta por la cual pasan las gracias que Dios nos otorga; ella es la que sazona todos nuestros actos, comunicándoles tanto valor, y haciendo que resulten tan agradables a Dios; finalmente, ella nos constituye dueños del corazón de Dios, hasta hacer de El, por decirlo así, nuestro servidor; pues nunca ha podido Dios resistir a un corazón humilde (I Pdr 5, 5) (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre el orgullo).


(San Juan Bautista) perseveró en la santidad porque se mantuvo humilde en su corazón (SAN GREGORIO MAGNO, Trat. sobre el Evang. de S. Lucas, 20, 5).



REPAREMOS POR LAS LANZADAS CONTRA EL CORAZÓN DE CRISTO


Lanzada contra el Corazón de Cristo es la blasfemia, o la proferida por labios inmundos, o la declamada en la tribuna, o la impresa en el libro herético o impío. iAborrezcámosla!

Lanzada contra el Corazón de Cristo es la inmoralidad que a tantas almas seduce y que se manifiesta en el hablar y vestir, en la playa y en los espectáculos, en la novela y aún en el deporte. iAlerta con ella!

Lanzada contra el Corazón de Cristo es la impiedad, el desprecio que se hace de las cosas sagradas; la burla y el sarcasmo contra las mismas; la negación de las verdades y doctrinas de Jesús.

Lanzada contra el Corazón de Cristo es la profanación que se hace impune y públicamente de los días del Señor; la omisión de la Santa Misa; el convertir los días santos en días de pecado.

Lanzada contra el Corazón de Cristo son los odios que reinan hoy en el mundo, tan contrario a Aquel que vino a enseñarnos las dulzuras de la divina Caridad y amor entre todos.

Lanzada contra el Corazón de Cristo son las persecuciones que sufre la Iglesia, salida del Costado del Divino Redentor, sobre todo los que sufre de parte de las naciones anticristianas.

Lanzada contra el Corazón de Cristo es el ateísmo materialista que pretende hoy dominar el mundo, borrar de las inteligencias todo el orden sobrenatural y sumirlo en el abismo de toda maldad.

Lanzada contra el Corazón de Cristo son los tantos sacrilegios como se cometen contra todo lo más santo y sagrado y en la recepción de los santos Sacramentos indignamente recibidos.

Lanzada contra el Corazón de Cristo es el desconocimiento que reina de la vida y doctrina de Jesús, aun por parte de muchos cristianos, que lo son solamente de nombre, pero no en realidad.

Lanzada contra el Corazón de Cristo es la condenación eterna de tantos hombres, que no han querido aprovecharse de la Divina Sangre, derramada para su salvación.

Oh Dios, que por medio del Corazón de tu Hijo, herido por nuestras culpas, te dignas, en tu misericordia infinita, darnos los tesoros de tu amor; te pedimos nos concedas poder reparar en la medida de lo posible ese Corazón tan despreciado con nuestro amor.

A TI SEA LA GLORIA



Salió nuestro Señor llevando la cruz, sometiéndose a las exigencias de la muerte; pero luego clamó en la cruz y sacó a los muertos de la región de las sombras, contra la voluntad de la muerte.

El eximio hijo del carpintero, al levantar su cruz sobre las moradas de la muerte, que todo lo engullían, trasladó al género humano a la mansión de la vida. Y la humanidad entera, que a causa de un árbol había sido precipitada en el abismo inferior, alcanzó la mansión de la vida por otro árbol, el de la cruz. 

A ti sea la gloria, que colocaste tu cruz como un puente sobre la muerte, para que, a través de él pasasen las almas desde la región de los muertos a la región de la vida.

A ti sea la gloria, que te revestiste de un cuerpo humano y mortal, y lo convertiste en fuente de vida para todos los mortales.


- San Efrén-

BIENAVENTURADOS Y BENDITOS

 


Todos los que aman al Señor con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente, con todas las fuerzas, y aman a sus prójimos como a sí mismos ¡Oh cuán bienaventurados y benditos y son esposos, hermanos y madres de nuestro Señor Jesucristo.

Somos esposos cuando, por el Espíritu Santo, el alma fiel se une a nuestro Señor Jesucristo. 

Somos para él hermanos cuando hacemos la voluntad del Padre que está en los cielos.

Somos madres, cuando lo llevamos en nuestro corazón y en nuestro cuerpo, por el amor divino y por una conciencia pura y sincera; y lo damos a luz por medio de obras santas, que deben iluminar a los otros como ejemplo.

¡Oh cuán glorioso, santo y grande es tener un Padre en los cielos!

¡Oh cuán santo y cuán amado, placentero, humilde, pacífico, dulce, amable y sobre todas las cosas deseable, tener un tal hermano y un tal hijo: Nuestro Señor Jesucristo!, quien dio la vida por sus ovejas.


-Escritos de San Francisco de Asís-

LA EUCARISTÍA, PRENDA DE LA RESURRECCIÓN

"Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados".

Cristo afirmó que aquel cáliz, fruto de la creación, era su sangre, con la cual da nuevo vigor a nuestra sangre, y aseveró que aquel pan, fruto también de la creación, era su cuerpo, con el cual da vigor a nuestro cuerpo.

Por tanto, si el cáliz y el pan, cuando sobre ellos se pronuncian las palabras sacramentales, se convierten en la sangre y el cuerpo eucarísticos del Señor, con los cuales nuestra parte corporal recibe un nuevo incremento y consistencia, ¿cómo podrá negarse que la carne es capaz de recibir el don de Dios, que es la vida eterna, si es alimentada con la sangre y el cuerpo de Cristo, del cual es miembro?

-san Ireneo-



ORACIÓN A MARÍA POR LOS NIÑOS NO NACIDOS

 Querida Madre Santísima, Protectora y Madre de todos, 
toma a tu cargo a los niños no nacidos del mundo. 
Otorga a los corazones de todas las madres un especial 
y generoso amor por sus hijos no nacidos, y dales el entendimiento 
de que toda vida es dada por Dios. 
Cambia los corazones de aquellos que están en los gobiernos
para que vean que no deben permitir la matanza de los no nacidos. 
Sé Tú nuestra abogada ante el trono de Dios, 
Querida y Bendita Virgen María. 
Amén



MARÍA NOS ENSEÑA


Esta mañana en la comunión María me dio un cariñoso abrazo, diciéndome que ella sería mi querida madre siempre y quería tenerme bajo su protección. 

Me pareció también entender que en todas mis obras, debía tener siempre intención de unir mis obras a todas las que ella hizo y a todos sus santísimos méritos; que me sirviera de ellos, cuando quisiera obtener alguna gracia; que pidiera siempre las gracias por los méritos de Jesús y de María; y que en todo y por todo le deje el dominio a ella. 

Comprendí que en aquel punto debía hacer, en sus propias manos, una renuncia de mi voluntad. Hice esto durante esta renuncia. María santísima aceptó este acto, con suma alegría, y de nuevo dio un cariñoso abrazo a esta mi alma. Lo mismo hizo Jesús.

Todo lo que experimenté no es posible decirlo con palabras. Con esta demostración tan afectuosa de la santísima Virgen, para con esta mi alma, me parece que quedó en mí un amor especial hacia la misma. 

Me parece sentirla continuamente junto a mí, que me enseña en todo y me recuerda la fidelidad, la obediencia, la caridad, la humildad y todas las virtudes. ¡Sea todo para gloria Dios! 


-SANTA VERÓNICA GIULIANI-

LUCHAMOS POR LA FE

 LUCHAMOS POR LA FE

Dios nos contempla, Cristo y sus ángeles nos miran, mientras luchamos por la fe. Qué dignidad tan grande, que felicidad tan plena es luchar bajo la mirada de Dios y ser coronados por Cristo.

Revistámonos de fuerza, hermanos muy amados, y preparémonos para la lucha con un espíritu indoblegable con una fe sincera, con una total entrega. Marche el ejército de Dios a la lucha que se nos declara.

El Apóstol nos indica cómo debemos revestirnos y prepararnos, cuando dice: Ceñida vuestra cintura con la verdad, revestidos con la coraza de la justicia y calzados los pies con el celo por el Evangelio de la paz. Embrazad en todo momento el escudo de la fe, con que podáis apagar los encendidos dardos del maligno. Tomad el yelmo de la salvación y la espada del espíritu, que es la palabra de Dios.

Éstas son las armas que hemos de tomar, éstas las defensas espirituales y celestiales con que hemos de protegernos, para poder resistir y rechazar los ataques del demonio en el día de la prueba.

Revistámonos la coraza de la justicia, para que nuestro pecho esté protegido y seguro contra los dardos del enemigo.


Estén calzados y armados nuestros pies con las enseñanzas evangélicas, para que, cuando la serpiente sea hollada y pisoteada por nosotros, no pueda mordernos ni echarnos la zancadilla.

Llevemos fuertemente asido el escudo de la fe, para que con su protección podamos repeler todos los dardos del enemigo.

Tomemos también el yelmo de la salvación, que cubra nuestra cabeza: nuestros oídos, para que no lleguen a ellos los edictos convocando a las fiestas idolátricas; nuestros ojos, para que no vean los ídolos detestables; nuestra frente, para que conserve incólume la marca de Dios; nuestra boca, para que la lengua confiese victoriosa a Cristo, su Señor.

Armemos nuestra derecha con la espada del espíritu, para que rechace con energía los sacrificios funestos, para que, acordándose de la eucaristía, ella, que recibe el cuerpo del Señor, lo abrace, con miras a recibir más tarde el premio de la corona celestial de manos del Señor.

Estas consideraciones, hermanos muy amados, han de estar bien grabadas en vuestros corazones. Si el día de la persecución nos sorprende mientras estamos pensando y meditando estas cosas, el soldado de Cristo, adoctrinado con sus preceptos y recomendaciones, no se amilanará ante la lucha, sino que se hallará preparado para la corona.

De las Cartas de san Cipriano, obispo y mártir

(Carta 58, 8-9. 11: CSEL 3, 663-666)

Me he ofrecido a Jesús crucificado para ser crucificada con Él


 
De los escritos de la beata María Josefina de Jesús Crucificado,
virgen. (Autobiografía, pp. 159; 296; 202 bis; Diario, pp. 2-3;
109;121;126) 
Me he ofrecido a Jesús crucificado para ser crucificada con él.

La voluntad de Dios ha sido siempre el ansia ardiente de mi
corazón: jamás he deseado otra cosa. Y he vivido y vivo de esta
voluntad divina. Esta me es más necesaria que el pan que me
nutre y que el aire que respiro. ¡No sabría dejarla ni tan siquiera
por un instante! He querido vivir siempre y morir conforme al
querer de Dios; he querido que la voluntad de Dios estuviese
siempre en mis pensamientos, en mis palabras, en toda mi
acción, a cada paso. Solamente la voluntad de Dios ha sabido
cambiar mis dolores en gozo y convertir en un Tabor el Calvario
de mi vida.

La voluntad de Dios es un beso de su amor. La voluntad
de Dios es un abrazo de su bondad, que arranca al alma de sus
propias miserias, para elevarla en alto a sus manos. La voluntad
de Dios es un acto de ternura que debe hacer abandonar el alma
al amor.

¡Oh voluntad de Dios, amor infinito!, transporta mi
voluntad en la llama de tu amor. Yo quiero unirme a ti, mi Dios y
mi todo. Quiero hacer todo aquello que a ti te agrada. Quiero que
mi vida sea una continua adoración, un continuo himno de amor
a ti, oh Dios Uno y Trino. Aunque fuese un serafín de amor,
¿sería digna del Señor? Aunque me consumiese con sacrificios y
penas por Dios, y mi vida fuese un holocausto, ¿qué cosa habría
hecho por ti, mi Dios y mi todo?

Quiero amar a Dios con los ardores mismos de su divino
Espíritu, con la ardiente unción de su Amor, amarlo hasta el
punto de no vivir más que para él solo y de no hacer más que una
sola cosa con él: una la voluntad, uno el deseo, uno el escrito. En
la vida, una sola cosa es necesaria: conocer a Dios, sumo Bien,
para poderlo amar con todo el corazón. Este conocimiento hace
que desaparezcamos nosotros mismos en nuestro espíritu como
gotas de agua en el océano, como chispas entre las llamas.
Contemplar a este Dios infinito. Uno en la esencia y Trino en las
personas. En el infinito admirar la unidad sencilla; en la Trinidad
tratar de ver el principio único, la sabiduría subsistente en el
amor y en ella el movimiento de las pequeñas criaturas que
tienen vida, que tienen amor en Dios.

Pensemos que nuestra pequeña voz un día será voz de gigante,
porque será voz de gloria por los medios que Dios nos da sobre
la tierra: los dolores, los sufrimientos, las oraciones y los
sacrificios que encontraremos en la vida. Abismémonos en Dios,
fundémonos, anulémonos en él solo, y tratemos de vivir
exultando a la invitación: «Veni Sponsa Christi». El sufrimiento
es un dulce y querido beso del Crucificado. No deseo ninguna
otra cosa sino la cruz que es luz y amor. Señor, tú me dijiste que
habría padecido cada día siempre más, que me habrías extendido
sobre la cruz y allí me habrías dado el beso de la eterna unión, y
yo suspiro por este momento, suspiro por este encuentro feliz
que me cuesta, no obstante, la agonía de toda la vida.

Nuestra santa Madre Teresa de Jesús quiere que nosotras
seamos las crucificadas en la cruz de Jesús: este es el programa
de nuestra vida. Cuando pienso que Jesús me ha colocado con él
sobre la cruz, siento dentro de mí una maternidad espiritual, una
ternura por las almas, un gozo grande, profundo que no sé
explicar. Cuántas tribulaciones sobre la tierra, cuántas
lamentaciones, cuántos suspiros, cuántas lágrimas. Yo aquí,
alejada de todos, comparto las penas de cada corazón; presento a
Dios todos los suspiros, todas las lágrimas que riegan esta tierra
de exilio. Vivo con la humanidad sufriente... Cuánta consolación
he sentido hoy en mi pobre corazón. Esas palabras en la santa
comunión me han consolado: «Hija, serás toda mía y cada vez
más mía». Justamente es lo que ansia ardientemente mi alma.

¡Oh gran caridad de mi Señor! ¡Oh bondad inefable! ¡Oh Jesús
Amor, yo te doy gracias y te amo! En todos los átomos de polvo
quisiera escribir con mi sangre: te amo, Jesús, salva las almas.

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