Los cristianos deberíamos preguntarnos:
¿Cómo se comportaba Jesús ante los enfermos?
En los Evangelios vemos que Jesús siente compasión (cf. Mt 7, 26). Jesús admite al necesitado. No lo discrimina, tiene corazón siempre abierto para cualquier enfermo.
Sus curaciones traen al enfermo la cercanía de Dios. No son sólo una enseñanza pedagógica; son, más bien, la llegada de la cercanía del Reino de Dios al corazón del enfermo (cf. Lc 4, 18).
Le cura, si esa es la voluntad de su Padre y si se acerca con humildad y confianza. Y al curarlo, desea el bien integral, físico y espiritual (cf. Lc 7, 14). Por eso no omite su atención, aunque sea sábado y haya una ley que lo malinterprete (cf. Mc 1, 21; Lc 13, 14).
Jesús no se queda al margen del dolor. Él también quiso tomar sobre sí el dolor. Tomó sobre sí nuestros dolores.(107) A los que sufren, Él les da su ejemplo sufriendo con ellos y con un estilo lleno de valores (cf. Mt 11, 28).
Con los ancianos tiene comprensión de sus dificultades, les alaba su sacrificio y su desprendimiento, su piedad y su amor a Dios, su fe y su esperanza en el cumplimiento de las promesas divinas (cf. Mc 12, 41-45; Lc 2, 22-38).
En vista de estas actitudes de Jesús con los enfermos, ¿qué podemos hacer nosotros ante la enfermedad propia y las de los demás?
Ante el dolor y la enfermedad propios:
Aceptarlos como venidos de la mano de Dios que quiere probar nuestra fe, nuestra capacidad de paciencia y nuestra confianza en Él.
Ofrecerlos con resignación, sin protestar, como medios para crecer en la santidad y en humildad, en la purificación de nuestra vida y como oportunidad maravillosa de colaborar con Cristo en la obra de la redención de los hombres.
Y ante el sufrimiento y el dolor ajenos:
Acercarnos con respeto y reverencia ante quien sufre, pues estamos delante de un misterio; tratar de consolarlo con palabras suaves y tiernas, rezar juntos, pidiendo a Dios la gracia de la aceptación amorosa de su santísima voluntad.
No hay que culpar al enfermo de que ha pecado y que por eso está siendo castigado, pues eso era lo que le decían sus amigos a Job, quien era un hombre justo y de ninguna manera Dios lo castigó, pues el mismo Dios reconoció que Job no era pecador:
Y Yahveh dijo al Satán:
«¿No te has fijado en mi siervo Job? ¡No hay nadie como él en la tierra; es un hombre cabal, recto, que teme a Dios y se aparta del mal!» Job 1,8
Job defendía su inocencia pero sus amigos lo atormentaban haciendole creer que todas sus desgracias y enfermedades eran causa de sus pecados:
"¡Recuerda! ¿Qué inocente jamás ha perecido? ¿dónde han sido los justos extirpados? Así lo he visto: los que labran maldad y siembran vejación, eso cosechan. Job 4, 7
Sin embargo Job era un hombre justo, por eso Dios se enojó con estos amigos:
"Después de hablar a Job de esta manera, Yahveh dijo a Elifaz de Temán: «Mi ira se ha encendido contra ti y contra tus dos amigos, porque no habéis hablado con verdad de mí, como mi siervo Job". Job 42, 7
Dios simplemente lo puso a prueba y Job salió airoso de la prueba:
"Después Yahveh restauró la situación de Job, al paso que él intercedía en favor de sus amigos; y aumentó Yahveh al doble todos los bienes de Job". Job 42, 10
Además, los más grandes santos han padecido mucho, como santa Teresita del niño Jesús, que murió con veinticuatro años de tuberculosis entre grandes sufrimientos, y ella no tuvo nunca pecado mortal, ella ofrecía sus sufrimientos a Dios en favor de los pecadores y los sacerdotes:
Cuando ya estaba muy enferma, hasta caminar se le hacía insoportable, le dolía mucho el costado, una hermana le dijo:
- "Si le cuesta tanto caminar, siéntese".
A lo que santa Teresita respondió:
- "Camino por un misionero" .
SANTA TERESITA ENFERMA, POCO ANTES DE MORIR |
¡Qué ridículo hubiera resultado que nos hubiéramos acercado a agunos de estos santos que tanto sufrieron y les hubieramos dicho que necesitan una oración de sanación porque sus dolores son productos de sus propios pecados!
Además de consolar al que sufre, hay que hacer cuanto esté en nuestras manos para aliviarlo, hay que tener caridad generosa.
El buen samaritano nos da el ejemplo práctico: no sólo ve la miseria, ni sólo siente compasión, sino que se acerca, se baja de su cabalgadura, saca lo mejor que tiene, lo cura, lo monta sobre su jumento, lo lleva al mesón, paga por él. La caridad no es sólo ojos que ven y corazón que siente; es sobre todo, manos que socorren y ayudan.
EL BUEN SAMARITANO |
Juan Pablo II en su exhortación "Salvifici doloris" (108) del 11 de febrero de 1984 dice que Jesucristo proyecta una luz nueva sobre este misterio del dolor y del sufrimiento, pues Él mismo lo asumió. Probó la fatiga, la falta de una casa, la incomprensión.
Fue rodeado de un círculo de hostilidad, que le llevó a la pasión y a la muerte en cruz, sufriendo los más atroces dolores.
Cristo venció el dolor y la enfermedad, porque los unió al amor, al amor que crea el bien, sacándolo incluso del mal, sacándolo por medio del sufrimiento, así como el bien supremo de la redención del mundo ha sido sacado de la cruz de Cristo.
La cruz de Cristo se ha convertido en una fuente de la que brotan ríos de agua viva.
En ella, en la cruz de Cristo, debemos plantearnos también el interrogante sobre el sentido del sufrimiento, y leer hasta el final la respuesta a tal interrogante.
Al final de la exhortación, el Papa dice: "Y os pedimos a todos los que sufrís, que nos ayudéis. Precisamente a vosotros, que sois débiles, pedimos que seáis una fuente de fuerza para la Iglesia y para la humanidad.
En la terrible batalla entre las fuerzas del bien y del mal, que nos presenta el mundo contemporáneo, venza vuestro sufrimiento en unión con la cruz de Cristo".
Algo tiene el sufrimiento de sublime y divino, pues el mismo Dios pasó por el túnel del sufrimiento y del dolor...ni siquiera Jesús privó a María del sufrimiento.
La llamamos Virgen Dolorosa. Contemplemos a María y así penetraremos más íntimamente en el misterio de Cristo y de su dolor salvífico.
Fuente:
Antonio Rivero L.C.
Carmen de Jesús Crucificado O.C.D.S
No hay comentarios:
Publicar un comentario