¡Oh cruz, hazme lugar, y recibe mi cuerpo
y deja el de mi Señor!
y deja el de mi Señor!
¡Ensánchate, corona, para que pueda
yo ahí poner mi cabeza!
yo ahí poner mi cabeza!
¡Dejad, clavos, esas manos inocentes
y atravesad mi corazón,
y atravesad mi corazón,
y llagadlo de compasión y amor!
Para esto, dice tu Apóstol, moriste,
para enseñorearte de vivos y muertos (Rm 14,9)
no con amenazas y castigos,
sino con obras de amor.
Cuéntame entre los que mandares,
o por vivo o por muerto,
y véame yo cautivo debajo del señorío de tu amor.
San Juan de Ávila
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