Confesamos nuestra flaqueza y debilidad; pero bien sabéis que nuestro escudo de armas es la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, y que a esa imagen preciosa rodean estas palabras: “Fortitudo mea et refugium meum es Tu. Tú eres mi fortaleza y mi refugio”.
Colocamos de intento estas palabras alrededor del Divino Corazón para que fueran una confesión constante de nuestra propia debilidad, acto continuo de nuestra confianza en él, y perpetua jaculatoria que le mueva a protegernos. No hay momento en que no hablen esas palabras al Corazón de Jesús, porque ésa es nuestra intención de siempre, ni instante en que no le repitamos con ellas: “Tú eres mi fortaleza y mi refugio”; y nos parece que este Divino Corazón nos contesta diciendo: “Ergo ero tecum”. Yo estaré contigo. Esto nos anima en medio de nuestra propia debilidad, y confiando en el Corazón del Omnipotente es como os prometemos seguir luchando por su gloria y por la salvación de vuestras almas hasta el último momento de nuestra vida.
Con la gracia de Dios, quisiéramos pasar el poco tiempo que nos quede de vida temporal, como la mejor preparación para pasar a la vida eterna y feliz de la gloria, único bien positivo al que todos debemos aspirar con toda nuestra alma, y procurar con todas nuestras fuerzas.
(San Ezequiel Moreno, obispo)
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