NO VOY A DESESPERAR


 


Dios Santo, te has apiadado de mí.

Tu Hijo ha entregado su cuerpo por mí.

Por eso puedo invocar tu misericordia.

Él ha saboreado la muerte, que es salario del pecado.

Por eso no me veo coaccionado a desesperar

en medio de la oscuridad pecadora de mi vida.

Rindo homenaje al misterio que anuncia 

la muerte del Señor hasta que vuelva.

Por tanto, puedo confiar, aun cuando

la debilidad de la carne, el pecado,

parece aplastarme.

Padre de la misericordia y Dios del consuelo,

ten piedad según tu gran bondad,

y mi pobre corazón alabará tu bondad

por toda la eternidad.

(Karl Rahner)

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