Me aceptaste, Madre,
en tu joven cuerpo
con un sí creyente,
sin importarte el desvelo.
Y aquí me tienes, Eucaristía, por ellos.
Me cuidaste, Niña,
con el amor más perfecto.
Maestra de madres,
Amor en tu seno.
Y aquí me tienes, Eucaristía, por ellos.
Me guiaste, mi Cielo,
en mis torpes pasos
cuando, aún niño,
correteaba a tu lado.
Y aquí me tienes, Eucaristía, por ellos.
Y dime, Madre,
¿por qué me buscabas?
Si en la cosas del Padre
sabías que andaba.
Y aquí me tienes, Eucaristía, por ellos.
La espada clavada
comenzaba a rasgar el alma,
pero tú, silenciosa,
sobre mis pies caminabas
Y aquí me tienes, Eucaristía, por ellos.
Madre, dime,
¿por qué sufrías?
En tu corazón el dolor
y en mi cuerpo las heridas.
Y aquí me tienes, Eucaristía, por ellos.
Rota tu Vida en un instante,
al mundo gritabas en silencio
“¡pero qué le hacéis a mi Hijo!,
aún es un niño, ¿no lo estáis viendo?”
Y aquí me tienes, Eucaristía, por ellos.
Y dime entonces, Madre,
¿por qué me llorabas?
Si sabías que así
la Vida al mundo le daba.
Y aquí me tienes, Eucaristía, por ellos.
(Ana Isabel Carballo)
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