GRACIAS, SEÑOR



Gracias, Señor,  por habernos evitado
la caída en la fosa, porque de no
haber sido por aquella muerte,
la humanidad entera habría sido
devorada por la victoria del Enemigo.

Gracias, Señor, y siempre serán
pocas, por habernos protegido
de nuestras particulares maldades
y por interceder ante Dios por nosotros.

Gracias, Señor,  porque al haber
vencido a la Muerte con aquella Cruz
terrible, se cerraron las puertas
del Infierno para los que creen en Tí,
y aunque es bien cierto que, como
pecadores que somos, caemos
demasiadas veces en la tentación,
no por eso Tú, Cristo, con tu sangre,
dejas de librarnos de una muerte
eterna más que merecida y segura.

Gracias, Señor, muerto por nosotros,
por ser tan perseverante
en el amor y tan constante en el perdón.
Si perdonaste a los que te estaban
matando de aquella forma tan
innecesaria y brutal, qué no harás
con aquellos que cumplen tu voluntad.

Gracias, Señor,  porque con la sangre
y el agua de tu costado herido,
confirmaste la realidad eucarística
a la que habías dado forma,
una horas antes, en aquella Santa Cena
y así te quedaste con nosotros
para siempre, siempre, siempre.

Gracias, Señor, por aquellas heridas,
expresión de verdadero amor,
que son para nosotros, una ventana
abierta a la vida eterna desde la que
podemos mirar y ver las
praderas del definitivo Reino de Dios.

(Eleuterio Fernández Guzmán)



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