En el Evangelio vemos una imagen inusual: Jesús duerme. Estaría tan cansado el pobre, de tanto andar por esos caminos, de madrugar tanto, de atender a esas muchedumbres de gente que se le acercaban en busca de una palabra de consuelo, en busca del Reino, o por simple curiosidad.
Santa Teresa de Lisieux (Teresita) utilizaba muchas veces esta imagen para hablar de la silenciosa presencia de Jesús en su alma, a veces tan sigiloso que parece dormir, incluso en medio de la tempestad, como lo hizo en la barca de los apóstoles.
En sus diversos escritos, Teresita habla muchas veces de sí misma como una barquilla, una navecilla, un "frágil esquife".
Por fe, sabe que Jesús va en su barca, que es el "piloto divino" quien marca el rumbo de su vida y la conduce a la ribera deseada, aunque a veces la travesía no es fácil.
Dirá: "A mi navecilla le cuesta mucho llegar a puerto. Hace ya mucho tiempo que diviso la orilla, y aún me encuentro lejos de ella; pero es Jesús quien guía mi barquilla, y estoy segura de que el día que Él quiera la hará arribar felizmente a puerto".
Pero sucede que, a veces, en plena alta mar, cuando el oleaje arrecia, el Capitán del barco parece dormido e, incluso ausente. Teresa, en las sucesivas pruebas espirituales que afrontó, de "triste desierto", de "noche profunda del alma", aprendió a abandonarse en Dios, a confiar sin ver la orilla en el horizonte ni al mismo "Piloto divino".
"Nunca como en aquella prueba comprendí de bien el dolor de la Santísima Virgen y de san José mientras buscaban al divino Niño Jesús... Me encontraba en un triste desierto, o, mejor, mi alma parecía un frágil esquife, abandonado sin piloto a merced de las olas tempestuosas... Lo sé, Jesús estaba allí, dormido en mi barquilla; pero la noche era tan negra, que me era imposible verle".
En su barquito llamado "Abandono", Teresa fue aprendiendo a convivir con un Dios hecho Niño que, como todo infante, pasa muchas horas dormido... y hasta de esto supo aprovecharse Teresita, experta en las pequeñas ocasiones para amar a Dios. Renunciando a los consuelos, aceptando la aridez espiritual, se dijo: si Jesús está cansado y necesita dormir, que lo haga en mí...
"Jesús dormía, como siempre, en mi navecilla. ¡Qué pena!, tengo la impresión de que las almas pocas veces le dejan dormir tranquilamente dentro de ellas. Jesús está ya tan cansado de ser Él quien corra con los gastos y de pagar por adelantado, que se apresura a aprovecharse del descanso que yo le ofrezco".
-Reflexiones carmelitanas-
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