por Pedro Hernández O´Hagan, SDJ
"Debo esperarlo todo de su bondad".Tal propósito se hacía el P. Claudio al finalizar su retiro de Lyon, presentándonos una nota que será característica constante en su oración: la esperanza total en la bondad infinita.
Ofrecemos en el siguiente segmento algunas lecciones de confianza que nos ha dejado tan eminente maestro, quien a su vez fue discípulo del mismo Sagrado Corazón.
De hecho, pocos días antes de salir de Francia, recibió de santa Margarita María de Alacoque una nota con un mensaje del Sagrado Corazón que le enviaba esta enseña: "La bondad de Dios será su sostén tanto cuanto en Él confíe".
En las notas de su retiro de Londres, el P. Claudio intenta profundizar en ese mensaje: "Me parece haber encontrado un gran tesoro si sé aprovecharme de él. Es una firme confianza en Dios, fundada en su infinita bondad y en la experiencia que tengo de que jamás nos falta en nuestras necesidades".
Como fruto de su retiro, resuelve "no poner límites a la confianza y extenderla a todo".
La nota del Sagrado Corazón será un punto de referencia para el resto de su vida.
Algunos años más tarde escribe a la Superiora de las Salesas de Paray sobre el alcance inconmensurable de la confianza.
Nos parece que san Claudio tenía siempre en mente el binomio entre la bondad de Dios y la esperanza.
En una ocasión escribe a santa Margarita María: "No hay que juzgar la conducta de tan buen Padre por malos que seamos, Él siempre será bueno con nosotros, mientras esperemos en Él.
Nos parece que san Claudio tenía siempre en mente el binomio entre la bondad de Dios y la esperanza.
En una ocasión escribe a santa Margarita María: "No hay que juzgar la conducta de tan buen Padre por malos que seamos, Él siempre será bueno con nosotros, mientras esperemos en Él.
A una religiosa de la Visitación de Paray que se quejaba de que el Señor la había abandonado, le escribe con tono severo: "Aleje de sí al demonio que le sugiere un pensamiento tan ofensivo a la misericordia del Señor, y hágale la justicia de creer que es infinitamente bueno, después de todas las pruebas que ha recibido de su bondad infinita".
"Nuestro Señor es bueno, más allá de lo que se pueda decir o pensar". Expresiones como ésta aparecen con frecuencia en los escritos del P. Claudio , quien invoca repetidamente al "Dios de bondad", y no se cansa de repetir que "nuestro Señor es infinitamente bueno", y por lo tanto "quiere que pongamos en Él toda nuestra confianza". Así san Claudio pone siempre como motivo de la confianza, la suma bondad de Dios.
Para ayudarnos a confiar únicamente en Él, muchas veces el Señor nos quita todos los socorros que pudiéramos esperar por otra parte, así podemos experimentar su bondad providente, como asegura el P. de la Colombiére a una religiosa: "Puesto que Jesucristo tiene todo su corazón, quiere tener todas sus preocupaciones y cuidados. Piense en Él y deje todo lo demás a su bondad. Verá que Él arreglará todos sus asuntos cuando usted no se ocupe sino de los de Él".
Ciertamente san Claudio , como buen maestro, ponía en práctica todo lo que aconsejaba. Así, con ejemplar deseo de despojarse totalmente de sí mismo y aventurarse a cualquier empresa confiando solo en Dios, escribía en su retiro de Londres: "¡Oh mi amabilísimo Señor! ¿Qué haría yo, pobre de mí, si no fueseis vos mi fortaleza? pero siéndola, como me lo aseguráis, ¿qué no haré por vuestra gloria? ¡Únicamente en vos confío! Todo lo puedo, a todo me atrevo en aquel que me conforta"
EL TONO DE LA CONFIANZA EN DIOS
En diversas ocasiones, san Claudio usa imágenes bíblicas que podrían ayudarnos a percibir el tono exacto de la verdadera confianza.
En el retiro de Londres, propone servirse de nuestro Señor "como de un escudo que me rodea, y que opondré a todos los dardos de mis enemigos". La imagen de Dios como escudo se repite hasta veces en los salmos, aludiendo a la valentía que tendrá el orante en la batalla, sin importar la magnitud del enemigo, si confía su defensa al impenetrable escudo del Altísimo.
En el retiro de Londres, propone servirse de nuestro Señor "como de un escudo que me rodea, y que opondré a todos los dardos de mis enemigos". La imagen de Dios como escudo se repite hasta veces en los salmos, aludiendo a la valentía que tendrá el orante en la batalla, sin importar la magnitud del enemigo, si confía su defensa al impenetrable escudo del Altísimo.
Otra imagen que san Claudio utiliza con frecuencia es la confianza de los niños con su padre, pues para orar es necesario dirigirse a Dios con sencillez infantil y amarlo en todo.
A una persona que llevaba "una de las cruces más pesadas que se pueden llevar en esta vida", aconsejaba arrojarse a menudo en los brazos de nuestro Señor "como un pobre niño, que se hubiera perdido mil veces si no fuera por su bondad que lo sostiene".
A tal exigencia de confianza total corresponde la respuesta omnipotente de Dios: "ponga toda su confianza en Dios y no en criatura alguna, ponga toda su esperanza en Él, espérelo todo de Él y no de criatura alguna, ni aun de sus directores, porque no pueden nada sin nuestro Señor y Él lo puede todo sin ellos". "Nada es imposible a Dios y su misericordia no tiene límites"
La convicción profunda de que todo está en manos de Dios y que nada escapa a la presencia de su mirada trae la paz y la tranquilidad al alma orante aun en medio de las distracciones del mundo.
Esto expresa magistralmente una carta del santo a María Mayneaud:
"La disipación exterior no impide la soledad del corazón , cuando el espíritu está tranquilo y lo deja todo en manos de Dios, cuando se hace con humildad y resignación lo que se hace por el mundo; cuando se cree que nada sucede sin permiso de Dios; cuando se obedece a los hombres como al mismo Dios, persuadiéndose de que sus palabras, sus acciones, su carácter, sus faltas, que todo eso en general y en particular está ordenado por la voluntad de Dios , que sabe muy bien lo que nos ha de suceder y lo quiere para nuestro bien y para su gloria".
LA CONFIANZA CONTRA LA INQUIETUD Y LA DESESPERACIÓN
Para san Claudio, el mayor mal que puede acontecer a una criatura es desconfiar de la bondad de Dios:
"Si uno se libra de ese mal, no hay ningún mal que no se pueda convertir en bien y del cual no se puedan sacar grandes ventajas. Aun cuando haya uno cometido muchas faltas, puede sacar provecho de ellas confiándolas al perdón de Dios".
En una ocasión le escribe severamente a la abadesa de un monasterio que le había confesado su desesperación, él le manda por obediencia no volver a desconfiar:
"No sé lo que quiere usted decir de su desesperación, se diría que nunca ha oído hablar de Dios ni de su misericordia infinita. No puedo perdonarle ya esos sentimientos; le ruego que les tenga horror, y que recuerde que todo el mal que ha hecho no es nada en comparación del que hace faltando a la desconfianza"
San Claudio, que es un maestro de confianza en Dios, sabe bien que la inquietud se vence sacrificando al olvido los propios juicios y enredados pensamientos, ofreciendo como víctima la propia voluntad, y esto sólo por amor al buen Dios.
De hecho, muchas veces el propio juicio es solamente expresión de la testaruda voluntad, que se obstina y se inquieta por salirse con la suya a toda costa.
De hecho, muchas veces el propio juicio es solamente expresión de la testaruda voluntad, que se obstina y se inquieta por salirse con la suya a toda costa.
La solución a tales inquietudes nacidas de la propia voluntad es, según la enseñanza de nuestro santo, desear que se cumpla siempre la dulce, buena y amable voluntad de Dios y no la propia. Tal es la víctima que el Señor quiere que se le inmole y , aunque sea difícil y contrario a la propia naturaleza, "nada es imposible a los que aman a Dios y son amados por Él".
ACTO DE CONFIANZA EN DIOS
(San Claudio de la Colombiere)
(San Claudio de la Colombiere)
Dios mío, estoy tan persuadido de que veláis sobre todos los que en Vos esperan y de que nada puede faltar a quien de Vos aguarda toda las cosas,
que he resuelto vivir en adelante sin cuidado alguno, descargando sobre Vos todas mis inquietudes.
Mas yo dormiré en paz y descansaré; porque Tú ¡Oh Señor! Y sólo Tú, has asegurado mi esperanza.
Los hombres pueden despojarme de los bienes y de la reputación; las enfermedades pueden quitarme las fuerzas y los medios de serviros; yo mismo puedo perder vuestra gracia por el pecado; pero no perderé mi esperanza; la conservaré hasta el último instante de mi vida y serán inútiles todos los esfuerzos de los demonios del infierno para arrancármela.
Los hombres pueden despojarme de los bienes y de la reputación; las enfermedades pueden quitarme las fuerzas y los medios de serviros; yo mismo puedo perder vuestra gracia por el pecado; pero no perderé mi esperanza; la conservaré hasta el último instante de mi vida y serán inútiles todos los esfuerzos de los demonios del infierno para arrancármela.
Dormiré y descansaré en paz.
Que otros esperen su felicidad de su riqueza o de sus talentos; que se apoyen sobre la inocencia de su vida, o sobre el rigor de su penitencia, o sobre el número de sus buenas obras, o sobre el fervor de sus oraciones. En cuanto a mí, Señor, toda mi confianza es mi confianza misma. Porque Tú, Señor, solo Tú, has asegurado mi esperanza.
A nadie engañó esta confianza. Ninguno de los que han esperado en el Señor ha quedado frustrado en su confianza.
Por tanto, estoy seguro de que seré eternamente feliz, porque firmemente espero serlo y porque de Vos ¡oh Dios mío! Es de Quien lo espero. En Ti esperé, Señor, y jamás seré confundido.
Bien conozco ¡ah! demasiado lo conozco, que soy frágil e inconstante; sé cuánto pueden las tentaciones contra la virtud más firme; he visto caer los astros del cielo y las columnas del firmamento; pero nada de esto puede aterrarme.
Que otros esperen su felicidad de su riqueza o de sus talentos; que se apoyen sobre la inocencia de su vida, o sobre el rigor de su penitencia, o sobre el número de sus buenas obras, o sobre el fervor de sus oraciones. En cuanto a mí, Señor, toda mi confianza es mi confianza misma. Porque Tú, Señor, solo Tú, has asegurado mi esperanza.
A nadie engañó esta confianza. Ninguno de los que han esperado en el Señor ha quedado frustrado en su confianza.
Por tanto, estoy seguro de que seré eternamente feliz, porque firmemente espero serlo y porque de Vos ¡oh Dios mío! Es de Quien lo espero. En Ti esperé, Señor, y jamás seré confundido.
Bien conozco ¡ah! demasiado lo conozco, que soy frágil e inconstante; sé cuánto pueden las tentaciones contra la virtud más firme; he visto caer los astros del cielo y las columnas del firmamento; pero nada de esto puede aterrarme.
Mientras mantenga firme mi esperanza, me conservaré a cubierto de todas las calamidades;
y estoy seguro de esperar siempre, porque espero igualmente esta invariable esperanza.
En fin, estoy seguro de que no puedo esperar con exceso de Vos y de que conseguiré todo lo que hubiere esperado de Vos. Así, espero que me sostendréis en las más rápidas y resbaladizas pendientes, que me fortaleceréis contra los más violentos asaltos y que haréis triunfar mi flaqueza sobre mis más formidables enemigos.
En fin, estoy seguro de que no puedo esperar con exceso de Vos y de que conseguiré todo lo que hubiere esperado de Vos. Así, espero que me sostendréis en las más rápidas y resbaladizas pendientes, que me fortaleceréis contra los más violentos asaltos y que haréis triunfar mi flaqueza sobre mis más formidables enemigos.
Espero que me amaréis siempre y que yo os amaré sin interrupción; y para llevar de una vez toda mi esperanza tan lejos como puedo llevarla, os espero a Vos mismo de Vos mismo ¡oh Creador mío! Para el tiempo y para la eternidad. Así sea.
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