LA EUCARISTÍA
"¡Oh manjar divino, por quien los hijos de los hombres se hacen hijos de Dios y por quién vuestra humanidad se mortifica para que Dios en el ánima permanezca! ¡Oh pan dulcísimo, digno de ser adorado y deseado, que mantienes el ánima y no el vientre; confortas el corazón del hombre y no le cargas el cuerpo; alegras el espíritu y no embotas el entendimiento; con cuya virtud muere nuestra sensualidad, y la voluntad propia es degollada, para que tenga lugar la voluntad divina y pueda obrar en nosotros sin impedimento! ¡ Oh maravillosa bondad que tales mercedes quiso hacer a tan viles gusanillos! ¡Oh maravilloso poder de Dios, que así puso, debajo de especie de pan, su divinidad y humanidad y partirse él en tantas partes, sin padecer él detrimento en sí! ¡ Oh maravilloso saber de Dios, que tan conveniente y tan saludable medio halló para nuestra salud! Convenía, sin duda, que por una comida habíamos perdido la vida, por otra la cobrásemos, y que así como el fruto de un árbol nos destruyó a todos, así el fruto de otro árbol precioso nos reparase a todos. Venid, pues, los amadores de Dios y asentaos a esta mesa (Meditación del beneficio que nos hizo el Señor)".
San Juan de Ávila
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