Salmo 6: Oración del afligido que acude a Dios


 


Salmo 6: Oración del afligido que acude a Dios

Ant: Sálvame, Señor, por tu misericordia.
 
Ahora mi alma está agitada... Padre, líbrame de esta hora (Jn 12,27)
Señor, no me corrijas con ira,
no me castigues con cólera.
Misericordia, Señor, que desfallezco;
cura, Señor, mis huesos dislocados.
Tengo el alma en delirio,
y tú, Señor, ¿hasta cuándo?

Vuélvete, Señor, liberta mi alma,
sálvame por tu misericordia.
Porque en el reino de la muerte nadie te invoca,
y en el abismo, ¿quién te alabará?

Estoy agotado de gemir:
de noche lloro sobre el lecho,
riego mi cama con lágrimas.
Mis ojos se consumen irritados,
envejecen por tantas contradicciones.

Apartaos de mí, los malvados,
porque el Señor ha escuchado mis sollozos;
el Señor ha escuchado mi súplica,
el Señor ha aceptado mi oración.

Que la vergüenza abrume a mis enemigos,
que avergonzados huyan al momento.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Sálvame, Señor, por tu misericordia.
Segundo Salmo
Salmo 9 A-I: Acción de gracias por la victoria
Ant: El Señor es el refugio del oprimido en los momentos de peligro.
 
De nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos
Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
proclamando todas tus maravillas;
me alegro y exulto contigo,
y toco en honor de tu nombre, oh Altísimo.

Porque mis enemigos retrocedieron,
cayeron y perecieron ante tu rostro.
Defendiste mi causa y mi derecho,
sentado en tu trono como juez justo.

Reprendiste a los pueblos, destruiste al impío
y borraste para siempre su apellido.
El enemigo acabó en ruina perpetua,
arrasaste sus ciudades y se perdió su nombre.

Dios está sentado por siempre
en el trono que ha colocado para juzgar.
Él juzgará el orbe con justicia
y regirá las naciones con rectitud.

Él será refugio del oprimido,
su refugio en los momentos de peligro.
Confiarán en ti los que conocen tu nombre,
porque no abandonas a los que te buscan.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: El Señor es el refugio del oprimido en los momentos de peligro.
Tercer Salmo
Salmo 9 A-II:
Ant: Narraré tus hazañas en las puertas de Sión.
 
Tañed en honor del Señor, que reside en Sión;
narrad sus hazañas a los pueblos;
él venga la sangre, él recuerda
y no olvida los gritos de los humildes.

Piedad, Señor; mira como me afligen mis enemigos;
levántame del umbral de la muerte,
para que pueda proclamar tus alabanzas
y gozar de tu salvación en las puertas de Sión.

Los pueblos se han hundido en la fosa que hicieron,
su pie quedó prendido en la red que escondieron.
El Señor apareció para hacer justicia,
y se enredó el malvado en sus propias acciones.

Vuelvan al abismo los malvados,
los pueblos que olvidan a Dios.
Él no olvida jamás al pobre,
ni la esperanza del humilde perecerá.

Levántate, Señor, que el hombre no triunfe:
sean juzgados los gentiles en tu presencia.
Señor, infúndeles terror,
y aprendan los pueblos que no son más que hombres.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: Narraré tus hazañas en las puertas de Sión.

SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO


 

El día de hoy es para nosotros sagrado, porque en él celebramos el martirio de los santos apóstoles Pedro y Pablo. No nos referimos, ciertamente, a unos mártires desconocidos. A toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje. Estos mártires, en su predicación, daban testimonio de lo que habían visto y, con un desinterés absoluto, dieron a conocer la verdad hasta morir por ella.

San Pedro, el primero de los apóstoles, que amaba ardientemente a Cristo, y que llegó a oír de él estas palabras: Ahora te digo yo: Tú eres Pedro. Él había dicho antes: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Y Cristo le replicó: «Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Sobre esta piedra edificaré esta misma fe que profesas. Sobre esta afirmación que tú has hecho: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo, edificaré mi Iglesia. Porque tú eres Pedro». «Pedro» es una palabra que se deriva de «piedra», y no al revés. «Pedro» viene de «piedra», del mismo modo que «cristiano» viene de «Cristo».
El Señor Jesús, antes de su pasión, como sabéis, eligió a sus discípulos, a los que dio el nombre de apóstoles. Entre ellos, Pedro fue el único que representó la totalidad de la Iglesia casi en todas partes. Por ello, en cuanto que él solo representaba en su persona a la totalidad de la Iglesia, pudo escuchar estas palabras: Te daré las llaves del reino de los cielos. Porque estas llaves las recibió no un hombre único, sino la Iglesia única. De ahí la excelencia de la persona de Pedro, en cuanto que él representaba la universalidad y la unidad de la Iglesia, cuando se le dijo: Yo te entrego, tratándose de algo que ha sido entregado a todos. Pues, para que sepáis que la Iglesia ha recibido las llaves del reino de los cielos, escuchad lo que el Señor dice en otro lugar a todos sus apóstoles: Recibid el Espíritu Santo. Y a continuación: A quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos.
En este mismo sentido, el Señor, después de su resurrección, encomendó también a Pedro sus ovejas para que las apacentara. No es que él fuera el único de los discípulos que tuviera el encargo de apacentar las ovejas del Señor; es que Cristo, por el hecho de referirse a uno solo, quiso significar con ello la unidad de la Iglesia; y, si se dirige a Pedro con preferencia a los demás, es porque Pedro es el primero entre los apóstoles.
No te entristezcas, apóstol; responde una vez, responde dos, responde tres. Venza por tres veces tu profesión de amor, ya que por tres veces el temor venció tu presunción. Tres veces ha de ser desatado lo que por tres veces habías ligado. Desata por el amor lo que habías ligado por el temor.
A pesar de su debilidad, por primera, por segunda y por tercera vez encomendó el Señor sus ovejas a Pedro.
En un solo día celebramos el martirio de los dos apóstoles. Es que ambos eran en realidad una sola cosa aunque fueran martirizados en días diversos Primero lo fue Pedro, luego Pablo. Celebramos la fiesta del día de hoy, sagrado para nosotros por la sangre de los apóstoles. Procuremos imitar su fe, su vida, sus trabajos, sus sufrimientos, su testimonio y su doctrina.
(San Agustín)

MARÍA CONSERVABA TODAS ESTAS COSAS EN SU CORAZÓN



 María iba reflexionando sobre todas las cosas que había conocido leyendo, escuchando, mirando, y de este modo su fe iba en aumento constante, sus méritos crecían, su sabiduría se hacía más clara y su caridad era cada vez más ardiente. Su conocimiento y penetración, siempre renovados, de los misterios celestiales la llenaban de alegría, la hacían gozar de la fecundidad del Espíritu, la atraían hacia Dios y la hacían perseverar en su propia humildad. Porque en esto consisten los progresos de la gracia divina, en elevar desde lo más humilde hasta lo más excelso y en ir transformando de resplandor en resplandor. Bienaventurada el alma de la Virgen que, guiada por el magisterio del Espíritu que habitaba en ella, se sometía siempre y en todo a las exigencias de la Palabra de Dios. Ella no se dejaba llevar por su propio instinto o juicio, sino que su actuación exterior correspondía siempre a las insinuaciones internas de la sabiduría que nace de la fe. Convenía, en efecto, que la sabiduría divina, que se iba edificando la casa de la Iglesia para habitar en ella, se valiera de María Santísima para lograr la observancia de la ley, la purificación de la mente, la justa medida de la humildad y el sacrificio espiritual.

Imítala tú, alma fiel. Entra en el templo de tu corazón, si quieres alcanzar la purificación espiritual y la limpieza de todo contagio de pecado. Allí Dios atiende más a la intención que a la exterioridad de nuestras obras. Por esto, ya sea que por la contemplación salgamos de nosotros mismos para reposar en Dios, ya sea que nos ejercitemos en la práctica de las virtudes o que nos esforcemos en ser útiles a nuestro prójimo con nuestras buenas obras, hagámoslo de manera que la caridad de Cristo sea lo único que nos apremie. Éste es el sacrificio de la purificación espiritual, agradable a Dios, que se ofrece no en un templo hecho por mano de hombres, sino en el templo del corazón, en el que Cristo, el Señor, entra de buen grado.
San Lorenzo Justiniani, obispo
(Sermón 8, en la fiesta de la Purificación de la Santísima Virgen María: Opera 2, Venecia 1751, 38-39)

EN TI ESTÁ LA FUENTE VIVA (San Buenaventura)

 


Y tú, hombre redimido, considera quién, cuál y cuán grande es éste que está pendiente de la cruz por ti. Su muerte resucita a los muertos, su tránsito lo lloran los cielos y la tierra, y las mismas piedras, como movidas de compasión natural, se quebrantan. ¡Oh corazón humano, más duro eres que ellas, si con el recuerdo de tal víctima ni el temor te espanta, ni la compasión te mueve, ni la compunción te aflige, ni la piedad te ablanda!

Para que del costado de Cristo dormido en la cruz se formase la Iglesia y se cumpliese la Escritura que dice: Mirarán al que atravesaron, uno de los soldados lo hirió con una lanza y le abrió el costado. Y fue permisión de la divina providencia, a fin de que, brotando de la herida sangre y agua, se derramase el precio de nuestra salud, el cual, manando de la fuente arcana del corazón, diese a los sacramentos de la Iglesia la virtud de conferir la vida de la gracia, y fuese para los que viven en Cristo como una copa llenada en la fuente viva, que salta hasta la vida eterna.
Levántate, pues, alma amiga de Cristo, y sé la paloma que anida en la pared de una cueva; sé el gorrión que ha encontrado una casa y no deja de guardarla; sé la tórtola que esconde los polluelos de su casto amor en aquella abertura sacratísima. Aplica a ella tus labios para que bebas el agua de las fuentes del Salvador. Porque ésta es la fuente que mana en medio del paraíso y, dividida en cuatro ríos que se derraman en los corazones amantes, riega y fecunda toda la tierra.
Corre, con vivo deseo, a esta fuente de vida y de luz, quienquiera que seas, ¡oh alma amante de Dios!, y con toda la fuerza del corazón exclama:
«¡Oh hermosura inefable del Dios altísimo, resplandor purísimo de la eterna luz! ¡Vida que vivificas toda vida y luz que iluminas toda luz y conservas en perpetuo resplandor millares de luces, que desde la primera aurora fulguran ante el trono de tu divinidad!
¡Oh eterno e inaccesible, claro y dulce manantial de la fuente oculta a los ojos mortales, cuya profundidad es sin fondo, cuya altura es sin término, su anchura ilimitada y su pureza imperturbable!
De ti procede el río que alegra la ciudad de Dios, para que, con voz de regocijo y gratitud, te cantemos himnos de alabanza, probando por experiencia que en ti está la fuente viva, y tu luz nos hace ver la luz.
(San Buenaventura, obispo, Del Opúsculo 3 (El árbol de la vida, 29-30.47: Opera omnia 8,79))

ORACIONES POR LOS SACERDOTES


 

PLEGARIA PARA PEDIR POR LOS SACERDOTES

Señor Jesús, te pido por tus sacerdotes. Que cuando estén clavados en la cruz del confesionario, pongas en ellos tu corona de luz en vez de tu corona de espinas.

Que cuando, día a día, te traigan al pan convertido en tu cuerpo, ello no se les vuelva rutina, sino diario milagro.

Que su trato con las almas sea siempre para dejar en ellas el amor y el valor que Tú nos entregas.

Que cuando jóvenes, tengan la fortaleza de tus últimos tres años y cuando viejos, sigan sintiendo que «Dios alegra su juventud».

Que espíritu viviente en carne y hueso, sean como Tú, profundamente humanos y perfectamente divinos.

Que cuando el desánimo y la debilidad los agobien en el camino de su calvario, estés Tú, como Cirineo, para llevarles la cruz y volvérselas gozo.

¡Y que nunca falte quien de la vida por ellos, así como Tú la diste por nosotros!

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ORACIÓN POR LA SANTIFICACIÓN
DE LOS SACERDOTES
(S.S. PABLO VI)

Ven, oh Espíritu Santo, y da a los sacerdotes, dispensadores de los misterios de Dios, un corazón nuevo que actualice toda su educación y toda su preparación, que les haga conscientes cual sorprendente revelación del sacramento recibido, y que responda siempre con nueva ilusión a los incesantes deberes de su ministerio, en orden a tu Cuerpo Eucarístico y a tu Cuerpo Místico. Dales un corazón nuevo, siempre joven y alegre.

Ven, oh Espíritu Santo, y da a nuestros sacerdotes, discípulos y apóstoles de Cristo Señor, un corazón puro, capaz de amarle solamente a Él con la plenitud, el gozo, y la profundidad que solo Él sabe dar, cuando constituye el exclusivo y total objeto del amor de un hombre que vive de tu gracia; dales un corazón puro que sólo conozca el mal para denunciarlo, combatirlo y huir de él; un corazón puro como el de un niño, pronto al entusiasmo y a la emoción.

Ven, oh Espíritu Santo, y da a los ministros del pueblo de Dios un corazón grande, abierto a tu silenciosa y potente Palabra inspiradora; cerrado a toda ambición mezquina, a toda miserable apetencia humana; impregnado totalmente del sentido de la Santa Iglesia; un corazón grande, deseoso únicamente de igualarse al del Señor Jesús, y capaz de contener dentro de si las proporciones de la Iglesia, las dimensiones del mundo; grande y fuerte para amar a todos, para servir a todos, para sufrir por todos; grande y fuerte para superar cualquier tentación, dificultad, hastío, cansancio, desilusión, ofensa; un corazón grande, fuerte, constante, si es necesario hasta el sacrificio, feliz solamente de palpitar con el Corazón de Cristo y de cumplir con humildad, fidelidad y valentía la voluntad divina. Amén.

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ORACIÓN POR LA SANTIFICACIÓN
DE LOS SACERDOTES
(S.S. PAPA PÍO XII)

Oh Jesús, Pontífice Eterno, Buen Pastor, Fuente de vida, que por singular generosidad de tu dulcísimo Corazón nos has dado nuestros sacerdotes para que podamos cumplir plenamente los designios de santificación que tu gracia inspira en nuestras almas; te suplicamos: ven y ayúdalos con tu asistencia misericordiosa.

Sé en ellos, oh Jesús, fe viva en sus obras, esperanza inquebrantable en las pruebas, caridad ardiente en sus propósitos. Que tu palabra, rayo de la eterna Sabiduría, sea, por la constante meditación, el alimento diario de su vida interior. Que el ejemplo de tu vida y Pasión se renueve en su conducta y en sus sufrimientos para enseñanza nuestra, y alivio y sostén en nuestras penas.

Concédeles, oh Señor, desprendimiento de todo interés terreno y que sólo busquen tu mayor gloria. Concédeles ser fieles a sus obligaciones con pura conciencia hasta el postrer aliento. Y cuando con la muerte del cuerpo entreguen en tus manos la tarea bien cumplida, dales, Jesús, Tú que fuiste su Maestro en la tierra, la recompensa eterna: la corona de justicia en el esplendor de los santos. Amén.

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ORACIÓN DIARIA POR LOS SACERDOTES

Que todos traten de hacerse perfectos como el Padre celestial es perfecto: Señor, danos Sacerdotes santos.

Que la S. Misa sea ofrecida continuamente por la vida y necesidades del mundo: Señor, danos Sacerdotes santos.

Que el Santísimo sea amorosamente accesible y adorado:
Señor, danos Sacerdotes santos.

Que el Evangelio sea proclamado fielmente y sin descanso:
Señor, danos Sacerdotes santos.

Que en la absolución sacramental encontremos nuestra paz y felicidad: Señor, danos Sacerdotes santos.

Que la unión en la oración traiga la unión entre todos los cristianos: Señor, danos Sacerdotes santos.

Que nuestras Iglesias locales y sus líderes sean siempre leales al Santo Padre: Señor, danos Sacerdotes santos.

Que toda vida humana sea protegida y defendida como sagrada: Señor, danos Sacerdotes santos.

Que la misericordia de Dios se extienda a los pecadores, moribundos y difuntos: Señor, danos Sacerdotes santos.

Que la juventud tenga ayuda para crecer libre de las drogas y toda adición: Señor, danos Sacerdotes santos.

Que los encarcelados, los ancianos y los sin techo encuentren fe y esperanza en Cristo: Señor, danos Sacerdotes santos.

Que el amor de Cristo sane los desamparados, los que guarden cama y los enfermos: Señor, danos Sacerdotes santos.

Que Cristo sea la meta y el gozo de los jóvenes y los fuertes:
Señor, danos Sacerdotes santos.

Que los que han oído la llamada de Dios escúchenlo para hacerse líderes futuros: Señor, danos Sacerdotes santos.

OREMOS. Dios de misericordia y santidad, escucha el grito angustiado de tu pueblo para tener sacerdotes santos que les guien. Llena sus corazones con celo luminoso a fin de que puedan desempeñarse dignamente en tu presencia, sean siempre leales a tu Iglesia, y alcancen amarte con un amor eterno. Te lo pedimos por Cristo, nuestro Señor. Amén.

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ORACIÓN POR LOS SACERDOTES
de la Liturgia bizantina

Señor, llena con el don del Espíritu Santo a los que te has dignado elevar al Orden Sacerdotal para que sean dignos de presentarse sin reproche ante tu altar, de anunciar el Evangelio de tu Reino, de realizar el ministerio de tu palabra de verdad, de ofrecerte los dones y sacrificios espirituales, de renovar a tu pueblo mediante el baño de la regeneración; de manera que vayan al encuentro de nuestro gran Dios y del Salvador Jesucristo, tu único Hijo, y reciban de tu inmensa bondad la recompensa de una fiel administración de su orden sacerdotal.

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ORACIÓN POR LOS SACERDOTES
de la Madre Teresa de Calcuta

María Madre de Jesús y de cuantos participan de su misterio sacerdotal, acudimos a ti como hijos que acuden a su Madre.

Ya no somos niños, sino adultos que de todo corazón desean ser hijos de Dios.

Nuestra condición humana es débil; por eso venimos a suplicar tu ayuda maternal para conseguir sobreponernos a nuestras debilidades.

Ruega por nosotros, para que, a nuestra vez, podamos ser personas de oración.

Invocamos tu protección para poder permanecer libres de todo pecado.

Invocamos Tu amor para que el amor pueda reinar, y nosotros podamos ser compasivos y capaces de perdonar.

Invocamos tu bendición para que nuestros sacerdotes puedan ser como la imagen de tu Hijo, Señor y Salvador nuestro Jesucristo. Amén.

VELAD Y ORAD (San Cipriano, obispo y mártir Del Tratado sobre el Padrenuestro)


 

Al demonio se le otorga poder contra nosotros con una doble finalidad: para nuestro castigo cuando pecamos, o para nuestra gloria cuando somos probados. Es lo que sucedió con Job según declaración del mismo Dios, que dice: Haz lo que quieras con sus cosas, pero a él no lo toques. Y en el evangelio leemos que el Señor dijo durante la pasión: No tendrías ninguna autoridad sobre mí si no te la hubieran dado de lo alto.

Cuando rogamos no caer en la tentación, al hacerlo se nos recuerda nuestra debilidad y nuestra fragilidad, para que nadie se vanaglorie insolentemente, para que ninguno se arrogue algo con soberbia o jactancia, para que a nadie se le ocurra apropiarse la gloria de la confesión o de la pasión, cuando el mismo Señor nos hace una llamada a la humildad, diciendo: Velad y orad para no caer en la tentación, pues el espíritu es decidido, pero la carne es débil. El simple y humilde reconocimiento de nuestra fragilidad nos impulsa a atribuir a Dios todo aquello que con amor y temor de Dios pedimos insistentemente y que él por su misericordia nos concede.
Después de todo esto, nos encontramos, al final de la oración, con una cláusula que engloba sintéticamente todas nuestras peticiones y todas nuestras súplicas. Al final de todo decimos: Mas líbranos del mal, fórmula en la que compendiamos todas las cosas adversas que, en este mundo, puede el enemigo maquinar contra nosotros. La única protección firme y estable contra todo esto es la ayuda de Dios: sólo él puede liberarnos prestando oído atento a nuestras implorantes súplicas. Después de haber dicho líbranos del mal, nada más nos queda ya por pedir: una vez solicitada la protección de Dios contra el mal y obtenida ésta, estamos seguros y a cubierto contra todas las maquinaciones del diablo y del mundo. ¿Quién, en efecto, podrá temer al mundo, teniendo en el mundo a Dios por defensor?
(San Cipriano, obispo y mártir Del Tratado sobre el Padrenuestro)

POEMAS A LA ANUNCIACIÓN DE MARÍA


 

𝐋𝐚 𝐀𝐧𝐮𝐧𝐜𝐢𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 - 𝐄𝐧𝐜𝐚𝐫𝐧𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧

(𝐋𝐨𝐩𝐞 𝐝𝐞 𝐕𝐞𝐠𝐚)

Estaba María santa
Contemplando las grandezas
De la que de Dios sería
Madre santa y Virgen bella
El libro en la mano hermosa,
Que escribieron los profetas,
Cuanto dicen de la Virgen
¡Oh qué bien que lo contempla!
Madre de Dios y virgen entera,
Madre de Dios, divina doncella.

Bajó del cielo un arcángel,
Y haciéndole reverencia,
Dios te salve, le decía,
María, de gracia llena.
Admirada está la Virgen
Cuando al Sí de su respuesta
Tomó el Verbo carne humana,
Y salió el sol de la estrella.
Madre de Dios y virgen entera,
Madre de Dios, divina doncella.

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La Anunciación en Florencia (Dionisio Ridruejo) Encendida verdad y maravilla revelada, que en sueño se decora; pace en arquitectura la Señora y ofrece e! ángel la feliz semilla. Un ala de crepúsculo en la aurora acrecienta el temblor y no la humilla. Por e! jardín sin mundo donde brilla niega la dulce carne y la enamora. La visión nos despoja de! latido -¡oh, creación para el misterio usada! cuando el ala es salud y pedrería.
A punto de nacer está dormido el cielo entre tu carne y voz callada, y en el dolor resulta la alegría.

LA VOZ QUE CLAMA EN EL DESIERTO


 

La Iglesia celebra el nacimiento de Juan como algo sagrado y él es el único de los santos cuyo nacimiento se festeja; celebramos el nacimiento de Juan y el de Cristo. Ello no deja de tener su significado, y, si nuestras explicaciones no alcanzaran a estar a la altura de misterio tan elevado, no hemos de perdonar esfuerzo para profundizarlo, y sacar provecho de él.

Juan nace de una anciana estéril; Cristo, de una joven virgen. El futuro padre de Juan no cree el anuncio de su nacimiento y se queda mudo; la Virgen cree el del nacimiento de Cristo y lo concibe por la fe. Esto es, en resumen, lo que intentaremos penetrar y analizar; y, si el poco tiempo y las pocas facultades de que disponemos no nos permiten llegar hasta las profundidades de este misterio tan grande, mejor os adoctrinará aquel que habla en vuestro interior, aun en ausencia nuestra, aquel que es el objeto de vuestros piadosos pensamientos, aquel que habéis recibido en vuestro corazón y del cual habéis sido hechos templo.
Juan viene a ser como la línea divisoria entre los dos Testamentos, el antiguo y el nuevo. Así lo atestigua el mismo Señor, cuando dice: La ley y los profetas llegaron hasta Juan. Por tanto, él es como la personificación de lo antiguo y el anuncio de lo nuevo. Porque personifica lo antiguo, nace de padres ancianos; porque personifica lo nuevo, es declarado profeta en el seno de su madre. Aún no ha nacido y, al venir la Virgen María, salta de gozo en las entrañas de su madre. Con ello queda ya señalada su misión, aun antes de nacer; queda demostrado de quién es precursor, antes de que él lo vea. Estas cosas pertenecen al orden de lo divino y sobrepasan la capacidad de la humana pequeñez. Finalmente, nace, se le impone el nombre, queda expedita la lengua de su padre. Estos acontecimientos hay que entenderlos con toda la fuerza de su significado.
Zacarías calla y pierde el habla hasta que nace Juan, el precursor del Señor, y abre su boca. Este silencio de Zacarías significaba que, antes de la predicación de Cristo, el sentido de las profecías estaba en cierto modo latente, oculto, encerrado. Con el advenimiento de aquel a quien se referían estas profecías, todo se hace claro. El hecho de que en el nacimiento de Juan se abre la boca de Zacarías tiene el mismo significado que el rasgarse el velo al morir Cristo en la cruz. Si Juan se hubiera anunciado a sí mismo, la boca de Zacarías habría continuado muda. Si se desata su lengua es porque ha nacido aquel que es la voz; en efecto, cuando Juan cumplía ya su misión de anunciar al Señor, le dijeron: ¿Tú quién eres? Y él respondió: Yo soy la voz que grita en el desierto. Juan era la voz; pero el Señor era la Palabra que en el principio ya existía. Juan era una voz pasajera, Cristo la palabra eterna desde el principio.
(San Agustín, obispo y doctor de la Iglesia)

NACIMIENTO DE SAN JUAN BAUTISTA


 Himno

Profeta de soledades,
labio hiciste de tus iras,
para fustigar mentiras
y para gritar verdades.

Desde el vientre escogido,
fuiste tú el pregonero,
para anunciar al mundo
la presencia del Verbo.

El desierto encendido
fue tu ardiente maestro,
para allanar montañas
y encender los senderos.

Cuerpo de duro roble,
alma azul de silencio;
miel silvestre de rocas
y un jubón de camello.

No fuiste, Juan, la caña
tronchada por el viento;
sí la palabra ardiente
tu palabra de acero.

En el Jordán lavaste
al más puro Cordero,
que apacienta entre lirios
y duerme en los almendros.

En tu figura hirsuta
se esperanzó tu pueblo:
para una raza nueva
abriste cielos nuevos.

Sacudiste el azote
ante el poder soberbio;
y, ante el Sol que nacía,
se apagó tu lucero.

Por fin, en un banquete
y en el placer de un ebrio,
el vino de tu sangre
santificó el desierto.

Profeta de soledades,
labio hiciste de tus iras,
para fustigar mentiras
y para gritar verdades. Amén.
Preces
Invoquemos con alegría a Dios, que eligió a Juan Bautista para anunciar a los hombres la venida del reino de Cristo, y digámosle:
Guía, Señor, nuestros pasos por el camino de la paz
  • - Tú que llamaste a Juan desde el vientre de su madre para preparar los caminos de tu Hijo,
    ayúdanos a ir tras el Señor con la misma fidelidad con que Juan fue delante suyo.
  • - Así como concediste al Bautista poder reconocer al Cordero de Dios,
    haz que tu Iglesia lo señale y que los hombres de nuestra época lo reconozcan.
  • - Tú que dispusiste que tu profeta menguara y que Cristo creciera,
    enséñanos a ceder ante los otros para que tú te manifiestes.
  • - Tú que, con el martirio de Juan, quisiste reivindicar la justicia,
    haz que demos, sin cansarnos, testimonio de tu verdad.
  • - Acuérdate de los que han salido ya de este mundo,
    dales entrada en el lugar de la luz y de la paz.
oración: Dios todopoderoso, concede a tu familia caminar por la senda de la salvación, para que, siguiendo la voz de San Juan, el precursor, pueda llegar con alegría al Salvador que él anunciaba, nuestro Señor Jesucristo. Que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.

ORACIÓN A SAN JOSÉ POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO


 

Amorosísimo San José, que tan tiernamente amaste a Jesús y tan vivamente sentiste la privación de su presencia cuando le perdiste en el templo, te encomiendo con todo fervor a todas las Almas, que, lejos tal vez de la beatifica presencia de Dios, están ahora padeciendo en el Purgatorio.


jOh santo patriarca! sé su consuelo en aquel lugar de pena y expiación, dignate aplicarle los piadosos sufragios de los fieles. Constitúyere su intercesor para con Jesús y María y rompe con tu poderosa Oración sus cadenas, para que puedan abismarse en el seno de Dios y gozar cuanto antes de la felicidad eterna.

Señor Jesús, Tú que por tu pasión dolorosa redimiste a todas las Almas, a aquellas que están el Purgatorio llévalas al Cielo por intercesión de la Virgen y San José.

Que todas las Almas de nuestros fieles difuntos, por la Misericordia de Dios, e intercesión de San José, descansen en paz. Amén

𝙾𝚁𝙰𝙲𝙸𝙾́𝙽 𝙿𝙰𝚁𝙰 𝙰𝙻𝙲𝙰𝙽𝚉𝙰𝚁 𝙻𝙰 𝚅𝙸𝚁𝚃𝚄𝙳 𝙳𝙴 𝙻𝙰 𝙿𝙰𝙲𝙸𝙴𝙽𝙲𝙸𝙰



Jesús pobre y abatido, ten piedad de mí Señor
Jesús no conocido y menospreciado, ten piedad de mí Señor.
Jesús aborrecido, calumniado y perseguido, ten piedad de mí Señor.
Jesús dejado de los hombres y del demonio tentado, ten piedad de mí Señor.
Jesús entregado y vendido por vil precio, ten piedad de mí Señor.
Jesús blasfemado, acusado y condenado injustamente, ten piedad de mí Señor.
Jesús vestido de un hábito de oprobios y afrentas, ten piedad de mí Señor.
Jesús abofeteado y burlado, ten piedad de mí Señor.
Jesús arrastrado con una soga al cuello, ten piedad de mí Señor.
Jesús tenido por loco y endemoniado, ten piedad de mí Señor.
Jesús azotado hasta derramar sangre, ten piedad de mí Señor.
Jesús pospuesto a Barrabás, ten piedad de mí Señor.
Jesús despojado de todas sus vestiduras con infamia, ten piedad de mí Señor.
Jesús coronado de espinas y saludado por burla, ten piedad de mí Señor.
Jesús cargado con la cruz de mis pecados, ten piedad de mí Señor.
Jesús triste hasta la muerte, ten piedad de mí Señor.
Jesús consumido de dolores, de injurias y de humillaciones, ten piedad de mí Señor.
Jesús afrentado, escupido, ultrajado y escarnecido, ten piedad de mí Señor.
Jesús pendiente de un madero infame entre dos ladrones, ten piedad de mí Señor.
Jesús aniquilado y sin honra para con los hombres, ten piedad de mí Señor.
Oración: Oh buen Jesús, que sufriste por mi amor una infinidad de oprobios y afrentas, que yo no puedo comprender; imprime poderosamente en mi corazón la estimación de tu paciencia y haz que desee imitarla. Amén.

AYUDEMOS A LAS ALMAS DEL PURGATORIO


 

𝑶𝑹𝑨𝑪𝑰𝑶́𝑵 𝑨 𝑺𝑨𝑵 𝑵𝑰𝑪𝑶𝑳𝑨́𝑺 𝑫𝑬 𝑻𝑶𝑳𝑬𝑵𝑻𝑰𝑵𝑶

¡Oh glorioso Taumaturgo y Protector de las almas del purgatorio, San Nicolás de Tolentino! Con todo el afecto de mi alma te ruego que interpongas tu poderosa intercesión en favor de esas almas benditas, consiguiendo de la divina clemencia la condonación de todos sus delitos y sus penas, para que saliendo de aquella tenebrosa cárcel de dolores, vayan a gozar en el cielo de la visión beatífica de Dios. Y a mi, tu devoto siervo, alcánzame, ¡oh gran santo!, la más viva compasión y la más ardiente caridad hacia aquellas almas queridas. Amén
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Santa Margarita María Alacoque cuenta: “Mientras estaba ante el Santísimo el día del Corpus Domini, de repente se me presentó delante una persona envuelta en llamas, cuyos ardores penetraron tan fuertemente que me parecía arder con ella. El piadoso estado en el que me hizo ver que se hallaba en el purgatorio, me hizo derramar muchas lágrimas. Me dijo que era ese religioso benedictino que una vez escuchó mi confesión y me ordenó que comulgara; para compensarlo por tan útil consejo, Dios le permitió dirigirse a mi, para que le aliviase sus penas, pidiéndome durante tres meses estar en todo lo que hiciera o sufriera”. “Me sería difícil contar cuánto sufrí en esos tres meses. No me dejaba nunca, y me parecía tener el lado en que él estaba, envuelto en una llama de fuego, con dolores tan agudos que yo gemía y lloraba casi continuamente”. “Al final de los tres meses volví a verlo bien distinto: lleno de alegría y rodeado de gloria, se iba a gozar la felicidad eterna; dándome las gracias, me dijo que me protegería ante Dios. Yo estaba enferma. pero como mi enfermedad desapareció con la suya, sané en seguida”.
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ORACIÓN A SAN JOSÉ POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO Amorosísimo San José, que tan tiernamente amaste a Jesús y tan vivamente sentiste la privación de su presencia cuando le perdiste en el templo, te encomiendo con todo fervor a todas las Almas, que, lejos tal vez de la beatifica presencia de Dios, están ahora padeciendo en el Purgatorio. jOh santo patriarca! sé su consuelo en aquel lugar de pena y expiación, dignate aplicarle los piadosos sufragios de los fieles. Constitúyere su intercesor para con Jesús y María y rompe con tu poderosa Oración sus cadenas, para que puedan abismarse en el seno de Dios y gozar cuanto antes de la felicidad eterna. Señor Jesús, Tú que por tu pasión dolorosa redimiste a todas las Almas, a aquellas que están el Purgatorio llévalas al Cielo por intercesión de la Virgen y San José. Que todas las Almas de nuestros fieles difuntos, por la Misericordia de Dios, e intercesión de San José, descansen en paz. Amén
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SIETE DATOS QUE DEBEMOS CONOCER SOBRE EL PURGATORIO

1. Su existencia es mencionada en la Biblia
En diversos pasajes de la Biblia se encuentran referencias al purgatorio, como en los evangelios de Mateo (12, 32); Lucas (12, 59), y en la Primera Carta de San Pablo a los Corintos (3, 15).

2. Se pueden ofrecer una indulgencias por un alma del purgatorio
Cada 2 de noviembre se celebra la Fiesta de los Fieles Difuntos y ese día se puede obtener una indulgencia plenaria para el alma de un ser querido, familiar o amigo pero hay otras formas de obtenerlas, como el rezo del Santo Rosario, asistir a Misa completa; comulgar, orar por las intenciones del Papa, orar media hora ante el Santísimo expuesto; o leer y meditar la Palabra de Dios durante media hora; o participar devotamente en un Viacrucis, o participar del rezo del Santo Rosario en una iglesia etc...

3. Las almas del purgatorio pueden ser intercesoras
Santa Catalina de Siena decía que las almas del purgatorio que han sido libradas de sus penas nunca se olvidarán de sus benefactores en la tierra e intercederán por ellos ante Dios.

4. Los santos escribieron oraciones por las almas del purgatorio
San Nicolás de Tolentino es conocido como el patrono de las almas del purgatorio porque en vida los fieles le pedían que rezara por los difuntos debido a las conversiones que obtenía.
Otros santos que escribieron plegarias para obtener la liberación de las almas del purgatorio fueron San Agustín y Santa Brígida.

5. Una santa pudo ver el purgatorio
Santa Faustina Kowalska recibió la gracia de ver el purgatorio, el cielo y el infierno. Ella cuenta que una noche su ángel de la guarda le pidió que la siguiera y se encontró en un lugar lleno de fuego y almas sufrientes.

6. La Virgen María consuela a las almas que están allí
En su visión sobre el purgatorio, Santa Faustina Kowalska notó que la Virgen María visitaba a las almas que estaban allí y escuchó que estas la llamaban "Estrella del Mar".
Por otro lado, la Madre de Dios le reveló a Santa Brígida que "no hay pena alguna en el Purgatorio que, mediante mi auxilio, no se vuelva más suave y más fácil de soportar".

7. Existe un museo que recoge 15 pruebas sobre la existencia del purgatorio
En Roma (Italia), cerca del Vaticano, se encuentra el Museo de las Almas del Purgatorio que está dentro de la Iglesia del Sagrado Corazón del Sufragio. Fue creado en 1897 por el P. Víctor Jouët, un sacerdote francés misionero del Sagrado Corazón.
Allí se exhiben 15 testimonios y objetos, como libros y vestimentas, que probarían las "visitas" de estas almas a sus seres queridos para pedirles que recen por ellas.

(Aciprensa)

LUZ, RESPLANDOR Y GRACIA EN LA TRINIDAD Y POR LA TRINIDAD


 

Siempre resultará provechoso esforzarse en profundizar el contenido de la antigua tradición, de la doctrina y la fe de la Iglesia católica, tal como el Señor nos la entregó, tal como la predicaron los apóstoles y la conservaron los santos Padres. En ella, efectivamente, está fundamentada la Iglesia, de manera que todo aquel que se aparta de esta fe deja de ser cristiano y ya no merece el nombre de tal.

Existe, pues, una Trinidad, santa y perfecta, de la cual se afirma que es Dios en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que no tiene mezclado ningún elemento extraño o externo, que no se compone de uno que crea y de otro que es creado, sino que toda ella es creadora, es consistente por naturaleza, y su actividad es única. El Padre hace todas las cosas a través del que es su Palabra, en el Espíritu Santo. De esta manera, queda a salvo la unidad de la santa Trinidad. Así, en la Iglesia se predica un solo Dios, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo. Lo trasciende todo, en cuanto Padre, principio y fuente; lo penetra todo, por su Palabra; lo invade todo, en el Espíritu Santo.
San Pablo, hablando a los corintios acerca de los dones del Espíritu, lo reduce todo al único Dios Padre, como al origen de todo, con esas palabras: Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos.
El Padre es quien da, por mediación de aquel que es su Palabra, lo que el Espíritu distribuye a cada uno. Porque todo lo que es del Padre es también del Hijo; por esto, todo lo que da el Hijo en el Espíritu es realmente don del Padre. De manera semejante, cuando el Espíritu está en nosotros, lo está también la Palabra, de quien recibimos el Espíritu, y en la Palabra está también el Padre, realizándose así aquellas palabras: El Padre y yo vendremos a él y haremos morada en él. Porque, donde está la luz, allí está también el resplandor; y, donde está el resplandor, allí está también su eficiencia y su gracia esplendorosa.
Es lo que nos enseña el mismo Pablo en su segunda carta a los Corintios, cuando dice: La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con todos vosotros. Porque toda gracia o don que se nos da en la Trinidad se nos da por el Padre, a través del Hijo, en el Espíritu Santo. Pues, así como la gracia se nos da por el Padre, a través del Hijo, así también no podemos recibir ningún don si no es en el Espíritu Santo, ya que, hechos partícipes del mismo, poseemos el amor del Padre, la gracia del Hijo y la comunión de este Espíritu.
San Atanasio de Alejandría, obispo y doctor de la Iglesia
De la Carta 1 a Serapión 28-30

𝗗𝗲𝘀𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗰𝗼𝗻𝘁𝗲𝗺𝗽𝗹𝗮𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗽𝗿𝗲𝘀𝗲𝗻𝗰𝗶𝗮 𝗮 𝗹𝗮 𝗰𝗼𝗺𝘂𝗻𝗶𝗼́𝗻 𝗲𝘂𝗰𝗮𝗿𝛊́𝘀𝘁𝗶𝗰𝗮


Contemplar con fe redoblada a nuestro Amado en el sacramento, vivir de él que viene cada día, permanecer con él en lo íntimo de nuestra alma, ¡he ahí nuestra vida! Cuanto más intensa
sea esta vida interior, tanto más seremos nosotras carmelitas y avanzaremos hacia la perfección.
Este contacto, esta unión con Jesús es todo: ¡cuántos frutos de virtud se derivan de ello! Hay que hacer la experiencia. Vivir con Jesús es vivir con sus mismas virtudes, es escuchar su dulcísima voz, su amorosísima voluntad y obedecer enseguida, ¡contentarlo
enseguida! Nuestros ojos que se cierran, con el ansia amorosa de encontrarlo, de contemplarlo en el fondo de nuestro corazón: ¿no es acaso la necesidad que nos ha dejado la santísima comunión por la mañana? ¿No es la atracción de él que nos ha quedado, y que allí vive?
El ciborio del santo tabernáculo y el ciborio de nuestro corazón, ¡yo no sabría dividirlos! ¡Oh, cuántas veces, aun encontrándonos en el coro ante él sacramentado, aunque esté expuesto, nosotros experimentamos la gran necesidad de adentrarnos en nosotros mismos, y de encontrar allí y permanecer con nuestro Jesús!
¡Qué misterio de amor esta intimidad con nuestro Amado! Yo reflexiono en ello, a veces, conmovida, prorrumpiendo en alabanza de amor. Y conmovida vuelvo a mirarlo. Todo lo de aquí abajo nos ha desaparecido, segregadas, lejos de quien tanto nos amó; nuestros ojos bienaventurados no ven ya nada: y, no obstante, se cierran todavía para abstraerse en el mismo santo ambiente, se cierran ansiosos para encontrarlo, ¡para ver a Jesús! ¡Misterio de
amor, tiernísimo encanto! Él se deja encontrar por el corazón que lo busca, por el alma que sabe hacer a menos de tantas cosas por amor a él.
Estar junto a nuestro Dios sacramentado, como los bienaventurados están en el cielo, en la visión del sumo Bien, es lo que tenemos que hacer, según nuestra santa Madre Teresa. Siete
veces al día, estamos alrededor del trono de nuestro Bien, el sagrado tabernáculo, recitando las alabanzas divinas: ¡qué grande fe merece tan alta acción, qué anonadamiento! ¡Que la
adoración y el amor acompañe y embellezca todo!
De los escritos de M. María Cándida de la Eucaristía

𝐋𝐀 𝐏𝐀𝐋𝐀𝐁𝐑𝐀 𝐓𝐈𝐄𝐍𝐄 𝐅𝐔𝐄𝐑𝐙𝐀 𝐂𝐔𝐀𝐍𝐃𝐎 𝐕𝐀 𝐀𝐂𝐎𝐌𝐏𝐀𝐍̃𝐀𝐃𝐀 𝐃𝐄 𝐋𝐀𝐒 𝐎𝐁𝐑𝐀𝐒


 

El que está lleno del Espíritu Santo habla diversas lenguas. Estas diversas lenguas son los diversos testimonios que da de Cristo, como por ejemplo la humildad, la pobreza, la paciencia y la obediencia, que son las palabras con que hablamos cuando los demás pueden verlas reflejadas en nuestra conducta. La palabra tiene fuerza cuando va acompañada de las obras. Cesen, por favor, las palabras y sean las obras quienes hablen. Estamos repletos de palabras, pero vacíos de obras, y, por esto, el Señor nos maldice como maldijo aquella higuera en la que no halló fruto, sino hojas tan sólo. «La norma del predicador -dice san Gregorio- es poner por obra lo que predica».

En vano se esfuerza en propagar la doctrina cristiana el que la contradice con sus obras.
Pero los apóstoles hablaban según el Espíritu les sugería. ¡Dichoso el que habla según le sugiere el Espíritu Santo y no según su propio sentir! Porque hay algunos que hablan movidos por su propio espíritu, roban las palabras de los demás y las proponen como suyas, atribuyéndoselas a sí mismos. De estos tales y de otros semejantes dice el Señor por boca de Jeremías: Aquí estoy yo contra los profetas que se roban mis palabras uno a otro. Aquí estoy yo contra los profetas -oráculo del Señor- que manejan la lengua para echar oráculos. Aquí estoy yo contra los profetas de sueños falsos -oráculo del Señor-, que los cuentan para extraviar a mi pueblo, con sus embustes y jactancias. Yo no los mandé ni los envié, por eso, son inútiles a mi pueblo -oráculo del Señor-.
Hablemos, pues, según nos sugiera el Espíritu Santo, pidiéndole con humildad y devoción que infunda en nosotros su gracia, para que completemos el significado quincuagenario del día de Pentecostés, mediante el perfeccionamiento de nuestros cinco sentidos y la observancia de los diez mandamientos, y para que nos llenemos de la ráfaga de viento de la contrición, de manera que, encendidos e iluminados por los sagrados esplendores, podamos llegar a la contemplación del Dios uno y trino.
(San Antonio de Padua)

𝐎𝐑𝐀𝐂𝐈𝐎́𝐍 𝐏𝐀𝐑𝐀 𝐏𝐄𝐃𝐈𝐑 𝐀𝐌𝐀𝐑 𝐀 𝐉𝐄𝐒𝐔́𝐒 ❤


 

¡Dios mío, Criador y Redentor mío!, me creasteis para el paraíso y yo tantas veces os ofendí. ¡Ojalá, Jesús mío, que no os hubiera nunca ofendido! ¡Ojalá que os hubiera siempre amado! Me consuela pensar que aún tengo tiempo de amaros.
Os amo, amor del alma mía, os amo con todo mi corazón y os amo más que a mí mismo.
Veo que me queréis salvar, para que os ame por toda la eternidad en el reino del amor.
Os lo agradezco y os ruego que me asistáis en lo que me restare de vida, en que quiero amaros, para amaros en la otra por toda la eternidad.
Jesús mío, ¿cuándo llegará el día en que me vea libre del peligro de volveros a perder y en que, consumiéndome en vuestro amor, a vista de vuestra infinita belleza, me vea como obligado a amaros?
¡Oh dulce necesidad, oh feliz, oh amada y deseada necesidad,
que me librará de todo temor de desagradaros y me forzará a amaros con todas mis fuerzas!
Mi conciencia me trae espantado, diciéndome: ¿Cómo puedes tú pretender el paraíso? Mas vuestros méritos, carísimo Redentor mío, son mi esperanza.
¡Oh María, Reina del paraíso!, vuestra intercesión ante Dios es omnipotente; en vos confío.

(San Alfonso María de Ligorio)

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