VISITA AL SANTÍSIMO


 

Señor mío Jesucristo, que por amor a los hombres permaneces, lleno de amor, en este Sacramento, de día y de noche, esperando, llamando y recibiendo a cuantos vienen a visitarte. Creo que estás presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te adoro desde el abismo de mi nada.

Te doy gracias por todos los beneficios que me has hecho, especialmente por haberme dado en este Sacramento tu Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad; por haberme concedido como abogada a tu Santísima Madre la Virgen María y por haberme llamado a que te visite en este lugar santo.

Adoro tu Corazón lleno de amor, en agradecimiento a tan maravilloso regalo; y para desagraviarte de tantos ultrajes como recibes en todos los sagrarios del mundo donde estás olvidado.

Señor Jesús, te amo con todo mi corazón; me pesa haber ofendido tantas veces a tu infinita bondad, y propongo enmendarme con ayuda de tu gracia. Yo, pecador, me consagro todo a Ti, y en tus manos pongo mi voluntad, mis afectos, mis deseos, y todo cuanto soy y puedo. Todo lo uno a tu Corazón lleno de amor, y así lo ofrezco al Padre Eterno, y le pido, en tu Nombre y por el amor que te tiene, lo acepte benignamente. Amén.

(San Alfonso María de Ligorio)

UNA CRUZ SENCILLA



Nada se ha inventado sobre la tierra
más grande que la cruz.

Hecha está la cruz a la medida de Dios,
de nuestro Dios.
Y hecha está también a la medida del hombre…
Hazme una cruz sencilla, carpintero…,
sin añadidos ni ornamentos,
que se vean desnudos los maderos,
desnudos y decididamente rectos:
los brazos en abrazo hacia la tierra,
el ástil disparándose a los cielos.

Que no haya un sólo adorno que distraiga este gesto,
este equilibrio humano de los mandamientos.
Sencilla, sencilla….
hazme una cruz sencilla, carpintero.
Aquí cabe crucificado nuestro Dios,
nuestro Dios próximo,
nuestro pequeño Dios,
el Señor,
el Enviado Divino,
el Puente Luminoso,
el Dios hecho hombre o el hombre hecho Dios,
el que pone en comunicación
nuestro pequeño recinto planetario solar
con el universo de la luz absoluta.

Aquí cabe… crucificado… en esta cruz…
Y nuestra pobre y humana arquitectura de barro…
cabe… ¡crucificada también!

 (León Felipe)

ORACIÓN A SAN JOSÉ PARA PEDIR LA PUREZA



Custodio y padre de vírgenes, san José, a cuya fiel custodia fueron encomendadas la misma inocencia, Cristo Jesús, y la Virgen de las vírgenes María. Por estas dos queridísimas prendas, Jesús y María, te ruego y te suplico me alcances que, preservado de toda impureza, sirva siempre con alma limpia, corazón puro y cuerpo casto a Jesús y a María. Amén.

EL ESPÍRITU SANTO, QUE LO HA CREADO TODO, ES DIOS

 El Espíritu Santo, que lo ha creado todo, es Dios
San Basilio Magno, obispo y doctor de la Iglesia
Cartas (Carta 8, 11: PG 32, 263-266) (del lecc. par-impar)

El Espíritu del Señor llena la tierra. Hallamos mencionados en la Escritura tres tipos de creación: uno, el primero, la creación del ser del no ser; el segundo, la transformación de peor a mejor; el tercero, la resurrección de los muertos. En todos los tres hallamos al Espíritu Santo actuando junto al Padre y al Hijo.
La creación de los cielos: ¿Qué es lo que dice ya David? La palabra del Señor hizo el cielo; el aliento de su boca, sus ejércitos.
El hombre es creado nuevamente por el bautismo. El que es de Cristo es una criatura nueva. 
Y ¿qué es lo que el mismo Salvador dice a sus discípulos? Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Ya ves que también aquí el Espíritu Santo está presente junto con el Padre y el Hijo.

¿Y qué me dices de la resurrección de los muertos, una vez que hayamos desaparecido y vuelto a nuestro polvo inicial? Pues somos tierra y a la tierra volveremos, y enviará su Espíritu Santo, nos creará, y repoblará la faz de la tierra. Pero oigamos nuevamente al que fue arrebatado hasta el tercer cielo. ¿Qué es lo que dice? Sois templos del Espíritu Santo, que habita en vosotros. Ahora bien: todo templo es templo de Dios; es así que somos templo del Espíritu Santo, luego el Espíritu Santo es Dios. También se habla del templo de Salomón, pero en el sentido de que fue él quien lo construyó. Y si a este nivel somos templo del Espíritu Santo, el Espíritu Santo es Dios. En efecto: quien creó todas las cosas es Dios; y si lo somos, en el sentido de que él es adorado y habita en nosotros, estamos confesando que él es Dios. Pues está escrito: Al Señor, tu Dios, adorarás y a él sólo darás culto. Que si a ellos les desagrada la palabra Dios, aprendan lo que este nombre significa.

En realidad, lo llamamos Dios porque lo ha creado y lo inspecciona todo. Ahora bien, si se llama Dios en virtud de que lo ha creado todo y lo inspecciona todo, y por otra parte, el Espíritu conoce lo íntimo de Dios, lo mismo que el espíritu que hay en nosotros conoce nuestras intimidades, resulta que el Espíritu Santo es Dios. Más aún: si la espada del Espíritu es toda palabra de Dios, el Espíritu Santo es Dios, ya que es espada de aquel de quien es también llamado palabra. Y si además es llamado diestra del Padre: la diestra del Señor es poderosa, se sigue que el Espíritu Santo es de la misma naturaleza que el Padre y el Hijo.


ORACIÓN DEL SACERDOTE



¡Heme aquí pastores y compañeros! 
¡Heme aquí, grey sagrada, digna de Cristo, “el primer pastor”! 
¡Heme aquí, padre, reducido y sujeto, más conforme a la ley 
de Cristo que a las externas! 
¡Dame tu bendición a cambio de mi obediencia! 
Llévame de la mano con tu oración, 
guíame con tu palabra, confórtame con tu espíritu. 

“La bendición del padre hace sólida la morada del hijo”.
 Ésta es mi razonable súplica. Que “el Dios de la 
paz, que ha hecho de dos uno solo” y nos ha restituido 
el uno al otro, que pone a los reyes en sus tronos, y 
que “levanta de la tierra al pobre y alza del estiércol al 
desvalido”, el que “eligió a David su siervo, sacándolo 
de entre las ovejas de su rebaño”, a David, el menor, el 
más joven de los hijos de Jesé, quien concede el don 
de la palabra a quienes con poder predican para que 
se cumpla el Evangelio, Él dé fortaleza a mi diestra, me 
conduzca según su voluntad y me acoja en su gloria, Él 
que apacienta a los pastores y conduce a los guías, para 
que pueda yo apacentar su grey con ciencia y no con los 
recursos de un pastor inexperto, pues entre los antiguos 
era considerada bendición la primera forma y maldición 
la segunda. 

Él dé poder y fuerza a su pueblo y haga a su 
grey espléndida, inmaculada y digna de la grey celeste, 
en la morada de los bienaventurados, de modo que en 
su templo todos celebremos su gloria, grey y pastores, 
en Cristo Jesús, Señor nuestro, al cual toda la gloria por 
los siglos de los siglos. Amén.

(San Gregorio Nacianceno)

EL JUSTO DIFUNTO

 


El justo, aunque muera prematuramente, tendrá descanso. Una vejez venerable no son los muchos días, ni se mide por el número de años, pues las canas del hombre son la prudencia y la edad avanzada, una vida intachable. Agradó a Dios y Dios lo amó, vivía entre pecadores y Dios se lo llevó. Lo arrebató para que la maldad no pervirtiera su inteligencia, ni la perfidia sedujera su alma. Pues la fascinación del mal oscurece el bien y el vértigo de la pasión pervierte una mente sin malicia.

Maduró en poco tiempo, cumplió muchos años. Como su vida era grata a Dios, se apresuró a sacarlo de la maldad. La gente lo ve y no lo comprende, ni les cabe esto en la cabeza: la gracia y la misericordia son para sus elegidos y la protección para sus devotos.

El justo difunto condena a los impíos aún vivos: juventud madura en poco tiempo, afrenta para la longevidad del perverso. La gente ve la muerte del sabio, pero no comprende los designios divinos sobre él, ni por qué lo pone a salvo el Señor. Lo ven y lo desprecian, pero el Señor se ríe de ellos. Bien pronto serán cadáveres sin honra, oprobio para siempre entre los muertos. Pues el Señor los precipitará de cabeza, sin dejarles rechistar, los sacudirá de sus cimientos y quedarán totalmente asolados; vivirán sumidos en el dolor y su recuerdo se perderá. Al rendir cuenta de sus pecados, comparecerán asustados y sus delitos se levantarán contra ellos para acusarlos.

(Del Libro de la Sabiduría, Sb 4,1; St 1,27)

NO SEAS DE LOS QUE DICEN UNA COSA Y HACEN OTRA

 No seas de los que dicen una cosa y hacen otra
San Carlos Borromeo, obispo

Todos somos débiles, lo admito, pero el Señor ha puesto en nuestras manos los medios con que poder ayudar fácilmente, si queremos, esta debilidad. Algún sacerdote querría tener aquella integridad de vida que sabe se le demanda, querría ser continente y vivir una vida angélica, como exige su condición, pero no piensa en emplear los medios requeridos para ello: ayunar, orar, evitar el trato con los malos y las familiaridades dañinas y peligrosas.
Algún otro se queja de que, cuando va a salmodiar o a celebrar la misa, al momento le acuden a la mente mil cosas que lo distraen de Dios; pero éste, antes de ir al coro o a celebrar la misa, ¿qué ha hecho en la sacristía, cómo se ha preparado, qué medios ha puesto en práctica para mantener la atención?
¿Quieres que te enseñe cómo irás progresando en la virtud y, si ya estuviste atento en el coro, cómo la próxima vez lo estarás más aún y tu culto será más agradable a Dios? Oye lo que voy a decirte. Si ya arde en ti el fuego del amor divino, por pequeño que éste sea, no lo saques fuera en seguida, no lo expongas al viento, mantén el fogón protegido para que no se enfríe y pierda el calor; esto es, aparta cuanto puedas las distracciones, conserva el recogimiento, evita las conversaciones inútiles.

¿Estás dedicado a la predicación y la enseñanza? Estudia y ocúpate en todo lo necesario para el recto ejercicio de este cargo; procura antes que todo predicar con tu vida y costumbres, no sea que, al ver que una cosa es lo que dices y otra lo que haces, se burlen de tus palabras meneando la cabeza.
¿Ejerces la cura de almas? No por ello olvides la cura de ti mismo, ni te entregues tan pródigamente a los demás que no quede para ti nada de ti mismo; porque es necesario, ciertamente, que te acuerdes de las almas a cuyo frente estás, pero no de manera que te olvides de ti.

Sabedlo, hermanos, nada es tan necesario para los clérigos como la oración mental; ella debe preceder, acompañar y seguir nuestras acciones: Salmodiaré -dice el salmista- y entenderé. Si administras los sacramentos, hermano, medita lo que haces; si celebras la misa, medita lo que ofreces; si salmodias en el coro, medita a quién hablas y qué es lo que hablas; si diriges las almas, medita con qué sangre han sido lavadas, y así todo lo que hagáis, que sea con amor; así venceremos fácilmente las innumerables dificultades que inevitablemente experimentamos cada día (ya que esto forma parte de nuestra condición); así tendremos fuerzas para dar a luz a Cristo en nosotros y en los demás.



NO BASTA TENER FE, ES IMPRESCINDIBLE MEDITAR LAS COSAS DE DIOS



Tengo entendido que la principal causa de todos los males que hay en el mundo es la falta de consideración, como lo significó el profeta Jeremías, cuando dijo: 

«Asolada y destruida está toda la tierra, porque no hay quien se pare a pensar con atención las cosas de Dios» (2 Jer 12,11)

De lo cual parece que la causa de nuestros males no es tanto la falta de fe, sino la falta de la consideración de los misterios de nuestra fe. ¿Quién tendría manos para cometer un pecado, si pensase que Dios murió por el pecado, y que lo castiga con perpetuo destierro del Cielo y con pena perdurable?

Aunque los misterios de nuestra fe sean poderosos para inclinar los corazones a lo bueno, si los cristianos nunca se ponen a considerar aquello en lo que creen, no obran en sus corazones lo que podrían obrar.Y por falta de esto vemos a cada paso a muchos cristianos muy enteros en la fe, y muy rotos en la vida, porque nunca se paran a considerar qué es lo que creen. 

Y así tienen la fe como en un rincón del arca, o como la espada en la vaina, o como la medicina en la botica, sin servirse de ella para lo que es. Creen a ciegas lo que dice la Iglesia, creen que hay juicio, y pena y gloria para buenos y malos. Mas, ¿cuántos hallarás que se paren a pensar en cómo ha de ser este juicio, y esta pena y esta gloria, con los demás?


(Fray Luis de Granada)

FELICIDAD DE SAN JOSÉ



Mis amados en el Señor: Trasladaos con el 
pensamiento a aquella tierna escena que nos ofrece 
el interior de la casa de Nazaret, en la vida
mortal de Jesús. Allí en aquella pobre estancia, y 
en los momentos de descanso, ved allí a un 
personaje afortunado, que teniendo en sus brazos al 
Niño Jesús, lo reclina en su regazo, lo aprieta 
sobre su pecho, percibe los latidos de aquel tierno 
y divino corazón, e imprime en sus mejillas ósculo 
purísimo de amor.

 ¡Oh dicha! ¡Oh grandeza! ¡Oh felicidad! 
¿Tener en los brazos el Verbo 
Divino del Padre, en quien y por quien han sido 
hechas todas las cosas; al Príncipe de la Paz, al 
Deseado de los collados eternos; a aquel por quien 
suspiraron los Patriarcas; aquel en quien se miran los 
ángeles; esposo de las almas; imán de los corazones 
y redentor del mundo? ¡Cuán bien empleadas podía 
dar San José las humillaciones de su pobreza, el 
trabajo de sus manos, los quebrantos y temores de 
toda su existencia!
 ¡Oh, qué buen descanso a las fatigas del día y a 
los temores de la noche! Dichosa criatura la que el 
Señor escogió para tanta felicidad!

(Escritos del beato Manuel Domingo y Sol)

QUIÉN ES ESPÍRITU SANTO, EXPLICACIÓN


 
La fe nos enseña que el Espíritu Santo, tercera persona 
de la Santísima Trinidad, procede del Padre y del Hijo 
por una sublime espiración de amor.
He aquí una exposición sencilla por Angelico Arrighini en su obra Dio ignoto p.33-35:

«Para comprender un poco mejor esta inefable procesión 
de amor, interroguemos a nuestro corazón, y él nos 
dirá que en el amor consiste toda su vida.
El corazón late, late continuamente hasta que muere.
Y en cada latido no hace sino repetir: Amo, amo.
Y cuando encuentra, finalmente, otro corazón que 
le comprende y le responde:  «Yo también te amo», 
|oh, qué gozo tan grande!
Pero ¿por qué son tan felices? no puede ser mi amor, ni tampoco el
amor de ella; es, sencillamente, nuestro amor, el 
resultado maravilloso de los dos latidos, el dulce vínculo 
que los encadena, el abrazo purísimo de los dos corazones 
que se besan y se embriagan: nuestro amor. 
¡Ah, si pudiéramos hacerlo subsistir eternamente para atestiguar, 
de manera viva y real, que nos hemos entregado total y 
verdaderamente él uno al otro! Esta fatal impotencia, que, 
en los humanos amores, deja siempre un resquicio a incertidumbres crueles,
 jamás puede darse en el corazón de Dios.

Porque Dios también ama, ¿quién puede dudarlo? 
Dios es precisamente, el amor sustancial y eterno.
El Padre ama a su Hijo: ¡es tan bello! Es su propia 
luz, su propio esplendor, su gloria, su imagen, su Verbo...
El Hijo ama al Padre: ¡es tan bueno, y se le da íntegra y 
totalmente a sí mismo en el acto generador con 
una tan amable y completa plenitud!
Y estos dos amores inmensos del Padre y del Hijo 
no se expresan en el Cielo con palabras, cantos, gritos..., 
porque el amor, llegando al máximo grado, no habla, no 
canta, no grita; sino que se expansiona en un aliento, 
en un soplo, que entre el Padre y el Hijo se hace, como 
ellos, real, sustancial, personal, divino: el Espíritu Santo.
Aquí está el gran misterio: la vida de la Santísima Trinidad, 
la generación del Verbo por el Padre y la procesión del Espíritu Santo 
bajo el soplo de su recíproco amor.
 
En la vida de la Trinidad 
existe como un continuo flujo y reflujo: la vida del Padre, 
principio y fuente, se desborda en el Hijo; y del Padre 
y del Hijo se comunica, por vía de amor, al Espíritu 
Santo, término último de las operaciones íntimas de la 
divinidad. Este Espíritu Santo, que goza así de la recíproca 
donación del Padre y del Hijo, su don consustancial, 
los reúne y mantiene, a su vez, en la unidad. Las tres 
personas, en posesión de la única sustancia divina, no 
son entre sí sino una sola cosa, un solo Dios verdadero».

(Tomado del Libro "El gran desconocido, Antonio Royo Marín)

PREDICAMOS A CRISTO CRUCIFICADO

 San Pablo de la Cruz, presbítero
De las cartas (carta 1,43; 2,440.825)

Es cosa muy buena y santa pensar en la pasión del Señor y meditar sobre ella, ya que por este camino se llega a la santa unión con Dios. En esta santísima escuela se aprende la verdadera sabiduría: en ella la han aprendido todos los santos.

 Cuando la cruz de nuestro dulce Jesús haya echado profundas raíces en vuestro corazón, entonces cantaréis: «Sufrir y no morir», o bien: «O sufrir o morir», o mejor aún: «Ni sufrir ni morir, sino sólo una perfecta conversión a la voluntad de Dios».

El amor, en efecto, es una fuerza unitiva y hace suyos los tormentos del Bueno por excelencia, que es amado por nosotros. Este fuego, que llega hasta lo más íntimo de nuestro ser, transforma al amante en el amado y, mezclándose de un modo profundo el amor con el dolor y el dolor con el amor, resulta una fusión de amor y de dolor tan estrecha que ya no es posible separar el amor del dolor ni el dolor del amor; por esto, el alma enamorada se alegra en sus dolores y se regocija en su amor doliente.

Sed, pues, constantes en la práctica de todas las virtudes, principalmente en la imitación del dulce Jesús paciente, porque ésta es la cumbre del puro amor. Obrad de manera que todos vean que lleváis, no sólo en lo interior, sino también en lo exterior, la imagen de Cristo crucificado, modelo de toda dulzura y mansedumbre. Porque el que internamente está unido al Hijo de Dios vivo exhibe también externamente la imagen del mismo, mediante la práctica continua de una virtud heroica, principalmente de una paciencia llena de fortaleza, que nunca se queja ni en oculto ni en público. Escondeos, pues, en Jesús crucificado, sin desear otra cosa sino que todos se conviertan a su voluntad en todo.

Convertidos así en verdaderos amadores del Crucificado, celebraréis siempre la fiesta de la cruz en vuestro templo interior, aguantando en silencio y sin confiar en criatura alguna; y, ya que las fiestas se han de celebrar con alegría, los que aman al Crucificado procurarán celebrar esta fiesta de la cruz sufriendo en silencio, con su rostro alegre y sereno, de tal manera, que quede oculta a los hombres y conocida sólo de aquel que es el sumo Bien. En esta fiesta se celebran continuamente solemnes banquetes, en los que el alimento es la voluntad divina, según el ejemplo que nos dejó nuestro Amor crucificado.



ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO

 “Dios misericordioso, que nos perdonas y quieres la salvación de todos los hombres, imploramos tu clemencia, para que, por la intercesión de María Santísima y de todos los santos, concedas a las almas de nuestros padres, hermanos, parientes, amigos y bienhechores, que han salido de este mundo, la gracia de llegar a la reunión de la eterna felicidad…

Santísima Virgen María, reina del purgatorio: vengo a depositar en tu corazón inmaculado, una oración en favor de las almas benditas, que sufren en el lugar de expiación. Dígnate a escucharla, clementísima Señora, si es ésta tu voluntad y la de tu misericordioso Hijo. Amén.

María, reina del purgatorio, te ruego por aquellas almas por las cuales tengo o pueda tener alguna obligación, sea de caridad o de justicia.

Dios te salve María...Dales, Señor, el descanso eterno. Y luzca para ellas la luz perpetua. Descansen en paz. Amén.

María, reina del purgatorio: te ruego por las almas más abandonadas y olvidadas, y, a las cuales nadie recuerda; tú, Madre, que te acuerdas de ellas, aplícales los méritos de la pasión de Jesús, tus méritos, y los de los santos, para que alcancen así el eterno descanso.

Dios te salve María...Dales, Señor, el descanso eterno. Y luzca para ellas la luz perpetua. Descansen en paz. Amén.

María, reina del purgatorio: te ruego, por aquellas almas que han de salir más pronto de aquel lugar de sufrimientos, para que cuanto antes, vayan a cantar en tu compañía las eternas misericordias del Señor.

 Dios te salve María...Dales, Señor, el descanso eterno. Y luzca para ellas la luz perpetua. Descansen en paz. Amén.

María, reina del purgatorio: te ruego de una manera especial por aquellas almas que han de estar más tiempo padeciendo y satisfaciendo a la divina Justicia. Ten compasión de ellas, ya que no pueden merecer sino sólo padecer; abrevia sus penas y derrama sobre estas almas el bálsamo de tu consuelo.

Dios te salve María...Dales, Señor, el descanso eterno. Y luzca para ellas la luz perpetua. Descansen en paz. Amén.

María, reina del purgatorio: te ruego de modo especial por aquellas almas que más padecen. Es verdad que todas sufren con resignación, pero sus penas son atroces y no podemos imaginarlas siquiera. Intercede Madre nuestra por ellas, y Dios escuchará tu oración.

Dios te salve María...Dales, Señor, el descanso eterno. Y luzca para ellas la luz perpetua. Descansen en paz. Amén.

Virgen Santísima, te pido que, así como me acuerdo de las benditas ánimas del purgatorio, se acuerden de mí los demás, si he de ir allá a satisfacer por mis pecados. En tí, Madre mía, pongo toda mi confianza de hijo, y sé que no he de quedar defraudado. Amén.”



SOMOS DEUDORES DE CRISTO

 


Somos obra y hechura de Dios, por lo que debemos conservar hacia él un afecto particular, y amarlo con todo el corazón, con toda el alma y con todo el ser. Si no lo hiciéramos, nos convertiríamos en deudores de Dios, pecando contra el Señor. Y en tal caso, ¿quién rezará por nosotros? Pues como en el primer libro de Samuel dice Elí: Si un hombre ofende a otro, Dios puede hacer de árbitro; pero si un hombre ofende al Señor, ¿quién intercederá por él?

También somos deudores de Cristo, que nos redimió con su propia sangre, como un esclavo es deudor de su comprador, que ha pagado por él el precio estipulado. Tenemos contraída una deuda incluso con el Espíritu Santo, deuda que saldamos cada vez que no ponemos triste a aquel con el cual Dios nos ha marcado para el día de la liberación final; y no contristándolo, con su ayuda y con la acción vivificante que ejerce sobre nuestra alma, producimos los frutos que es justo espere de nosotros.


(Orígenes, presbítero)

A SUS ÁNGELES HA DADO ÓRDENES PARA QUE TE GUARDEN EN TUS CAMINOS


"A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos".

Den gracias al Señor por su misericordia por las maravillas que hace con los hombres.

Le envías a tu Hijo único, le infundes tu Espíritu, incluso le prometes la visión de tu rostro. Y envías a los espíritus bienaventurados para que nos sirvan y nos ayuden, los constituyes nuestros guardianes.

"A sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos".

Estas palabras deben inspirarte una gran reverencia, deben infundirte una gran devoción y conferirte una gran confianza. Reverencia por la presencia de los ángeles, devoción por su benevolencia, confianza por su custodia. Porque ellos están presentes junto a ti, y lo están para tu bien, para protegerte.

Seamos, pues, devotos y agradecidos a unos guardianes tan eximios; correspondamos a su amor.

En Dios, hermanos, amemos con verdadero afecto a sus ángeles, pensando que un día hemos de participar con ellos de la misma herencia.

Son fieles, son prudentes, son poderosos: ¿por qué espantarnos? Basta con que los sigamos, con que estemos unidos a ellos, y viviremos así a la sombra del Omnipotente.


San Bernardo de Claraval, abad
Sermón 12 sobre el salmo 90: 3,6-8 (Opera Omnia, ed. cisterc, 4 [1966], 458-462)

LA EUCARISTÍA


 
Es misterio, 
Es sacramento, 
Es sacrificio. 
Como misterio, se cree. 
Como sacramento, se recibe. 
Como sacrificio, se ofrece. 

Se propone al entendimiento como misterio. 
Se da al alma como alimento. 
Se ofrece a Dios como homenaje .
 
Como misterio, asombra. 
Como sacramento, alimenta. 
Como sacrificio, redime. 
Como sacramento, esfuerza. 
Como sacrificio, rescata. 
Como misterio, es admirable. 
Como sacramento, es deleitable. 
Como sacrificio, es inefable. 
Como misterio, es un portento. 
Como sacramento, es un compañero. 
Como sacrificio, alimenta. 
Como misterio, es impenetrable. 
Como sacramento, es sabrosísimo. 
Como sacrificio, es valiosísimo. 
Como misterio... debo meditarlo. 
Como sacramento... debo gustarlo. 
Como sacrificio... debo apreciarlo sobre todo. 

 Es misterio de fe. Debo creerlo. 
Es sacramento de amor. Debo amarlo . 
Es sacrificio de un Dios. Debo confiar en él. 
Como misterio, se esconde ... Es el sagrario. 
Como sacramento, alimenta... Es convite... 
Es la comunión. 
Como sacrificio, se inmola ...Es víctima... 
Es la Santa Misa. 

¡OH MISTERIO ADORABLE! El sagrario será mi refugio. 
¡OH SACRAMENTO DULCÍSIMO! Comulgar será mi mayor deseo.
¡OH SACRIFICIO ESTUPENDO! La misa será mi devoción primera. 
 Fray Antonio Corredor

ÉSTA ES LA LUZ, SAN AGUSTÍN


 

¡Oh luz!, luz que Tobit veía cuando, ciegos los ojos de la carne, mostraba a su hijo el camino de la vida y lo precedía con el pie de la caridad, que jamás se equivoca; o la luz que veía Isaac cuando, con los ojos carnales cansados y velados por la vejez, mereció bendecir a sus hijos sin conocerlos y conocerlos al bendecirlos; o la que veía Jacob cuando, aquejado también él por sus muchos años casi no veía, proyectó los rayos de su corazón luminoso sobre las generaciones del futuro pueblo, prefiguradas en sus hijos, e impuso sobre sus nietos, los hijos de José, las manos místicamente cruzadas, no en el sentido en que su padre desde fuera rectificaba, sino en el que él interiormente discernía.

Ésta es la luz: es una y uno son todos cuantos la ven y la aman. En cambio, esta luz corporal —de que antes hablaba— sazona con una dulzura halagadora y peligrosa la vida de los ciegos amadores del mundo. Y cuando han aprendido a alabarte por ella, oh Dios, creador del universo, la asumen en tu himno, sin ser asumidos por ella en su sueño: así quiero ser yo. Resisto a las seducciones de los ojos, para evitar que se me enreden los pies con los cuales avanzo por tus caminos, y levanto hacia ti mis ojos invisibles, para que tú saques mis pies de la red. Tú los sacas una y otra vez, pues caen en la red. Tú no cesas de sacarlos, mientras yo no ceso de enredarme en las acechanzas tendidas por todas partes, pues no dormirás ni reposarás, tú que eres el guardián de Israel.

¡Qué de cosas, realmente innumerables, elaboradas por los más variados artes y oficios: —en vestido, calzado, vasos y otros objetos por el estilo, también pinturas y una variada gama de objetos de cerámica, que van mucho más allá de la necesidad, de la conveniencia y de un discreto simbolismo— no han añadido los hombres a los naturales atractivos de los sentidos, perdiéndose exteriormente tras las obras de sus manos, abandonando interiormente al que los creó y destruyendo lo que son por creación! Yo, en cambio, Dios mío y gloria mía, también por esto te dedico un himno y ofrezco un sacrificio al que por mí se sacrifica, porque las bellezas que, a través del alma, plasman las manos del artista, tienen su origen en aquella Belleza que planea sobre las almas y por la cual, día y noche, suspira mi alma.

Ahora bien, los artistas y los seguidores de las bellezas exteriores toman la suprema belleza como criterio estético de sus obras, pero no por criterio moral de su uso. Y no obstante, esa norma está allí, pero no la ven: está allí para que no tengan que ir lejos en su busca y reserven para ti su fortaleza, sin necesidad de disiparla en tan enervantes como agotadoras pesquisas. Y yo mismo que digo y me doy cuenta de estas cosas, me enredo a veces en estas bellezas, pero tú me librarás, Señor, me librarás porque tengo ante tus ojos tu bondad. Pues yo me dejo cazar miserablemente, pero tú me librarás misericordiosamente: unas veces sin yo darme cuenta, pues apenas si estaba a punto de caer; otras con dolor, por haber caído completamente.

-San Agustín-

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE LAS MERCEDES


 

Oh, Nuestra Señora de las Mercedes, inmaculada madre de Jesús, querida y comprometida madre de todos, tú que haces posible lo imposible, lava todo el pecado de mi alma para ser digno de servirte, no me desampares y escucha hoy todas mis peticiones.

Santísima y gloriosa Virgen María de las Mercedes, señora de los desamparados, protectora de los afligidos y de los cautivos, mi alma se regocija ante tu poder para que puedas brindarme la protección que tanto necesito; por eso hoy te rezo a ti con mi más profunda devoción para poder encontrar tu misericordia.

Pido, oh adorada Madre, que mis plegarias suban hasta el cielo, y que mediante el canto de los ángeles tú y nuestro Salvador puedan escucharlas. Tú que con tu bendición siempre estás dispuesta a proteger a los que nos sentimos más desamparados, otórgame el perdón de todos los pecados por los que ahora me arrepiento.

Te suplico con humildad que me des la fuerza espiritual que necesito para que, con tu ayuda, pueda alejarme de cualquier situación de peligro o de aquellas personas que, con malas intenciones, buscan alejarme del camino del Señor para que no pueda cumplir con la palabra. Te imploro, elimines de mi camino todos los obstáculos que se me presenten y que me acompañes siempre, más aún en las situaciones más difíciles.

Recíbeme, oh Virgen mía, bajo tu amparo y protección, cuida de mí y de los míos como siempre lo has hecho con todos tus hijos, cobíjanos bajo tu sagrado manto para estar a salvo del mal y de los enemigos. Yo te aseguro que mi corazón se rendirá a ti en una completa devoción.

Virgen de las Mercedes, concédeme el beneficio de alabarte siempre y la posibilidad de pedir tu intercesión siendo tan solo un humilde cristiano que te honra. Añoro que seas por siempre bendecida y sagrada, que seas guardiana de mis ruegos y no desatiendas mis peticiones. Amén.

LOS DOCE GRADOS DEL SILENCIO


 

Es el silencio el que prepara a los santos, el que los comienza, el que los continúa, el que los acaba.

1º.Hablar poco con las creaturas y mucho con Dios

Es aquí que el alma estudia y profundiza esta virtud, en el espíritu del Evangelio, en el espíritu de la Regla que ha abrazado, respetando los lugares consagrados, las personas y sobre todo esa lengua, en donde descansa tan a menudo el Verbo o Palabra del Padre, el Verbo hecho carne… Silencio al mundo, silencio a las noticias, silencio con las almas, las más santas: la voz de un Ángel turbó a María…

2º.Silencio en el trabajo, en los movimientos

Silencio en el andar; silencio de los ojos, de los oídos, de la voz; silencio de todo el ser exterior, para preparar el alma a entrar en Dios. Por estos primeros esfuerzos merece el alma, en cuanto depende de ella, el oír la voz del Señor. ¡Qué bien recompensado es este primer paso!. Él, la llama a la soledad y he aquí por qué en este segundo estado, ella se aparta de todo lo que pudiera distraerla, se aleja del ruido y huye sola hacia Aquél que es Sólo. 

3º.Silencio de la imaginación

Esta potencia es la primera que llama a la puerta cerrada del huerto del Esposo y con ella las emociones extrañas, las impresiones vagas, las tristezas. Pero en ese lugar apartado dará el alma a su Amado pruebas de su amor. Presentará a esta potencia que no puede ser aniquilada, las hermosuras del cielo, los encantos de su Señor, las escenas del Calvario, las perfecciones de su Dios. Entonces ella también quedará en silencio y será la sierva silenciosa del Amor divino.

4º.Silencio de la memoria

Silencio del pasado… olvido. Hay que saturar esta potencia del recuerdo de las misericordias del Señor… Es el agradecimiento en el silencio, o el silencio de la acción de gracias.

5º.Silencio de las creaturas

¡Oh miseria de nuestra condición presente!. Con frecuencia el alma atenta sobre sí misma, se sorprenderá hablando interiormente con las creaturas, contestando en nombre suyo. ¡Oh humillación que ha hecho gemir a los santos! Entonces esta alma debe retirarse dulcemente en las más íntimas profundidades de ese lugar escondido, en donde descansa la Majestad inaccesible del Santo de los santos y en donde Jesús, su Consolador y su Dios se descubrirá a ella, le revelará sus secretos y le hará probar la bienaventuranza futura.

6º.Silencio del corazón

Si la lengua está muda, si los sentidos están en calma, si la imaginación, la memoria, las creaturas callan y producen la soledad, si no es alrededor, a lo menos en lo íntimo de esta alma de esposa, el corazón hará muy poco ruido. Silencio de afectos, de antipatías, silencio de deseos en lo que tenga de indiscreto; silencio de fervor en lo que tenga de exagerado; silencio hasta en los suspiros… Silencio del amor en lo que tenga de exaltado, no de esa exaltación santa de la cual es Dios el autor, pero sí de aquella en que se mezcla la naturaleza. El silencio del amor, es el amor en el silencio… Es el silencio delante de Dios, la hermosura, la bondad, la perfección… Silencio que no tiene nada de cohibido, de forzado; este silencio no impide la ternura ni el vigor de este amor, como la confesión de las faltas no impide el silencio de la humildad, ni el roce de las alas de los ángeles, de que habla el profeta, impide el silencio de su obediencia, ni el fiat impidió el silencio de Getsemaní, ni el Sanctus eterno impide el silencio de los serafines… Un corazón en silencio, es un corazón de virgen, es una melodía para el Corazón de Dios. La lámpara se consume sin ruido delante del Sagrario y el incienso sube en silencio hasta el trono del Creador; tal es el silencio del amor. En los grados precedentes, el silencio era todavía la queja de la tierra; en éste el alma, a causa de su pureza, empieza a aprender la primera nota de ese sagrado cántico que es el canto de los cielos.

7º.Silencio de la naturaleza, del amor propio

Silencio a la vista de su corrupción, de su incapacidad. Silencio del alma que se complace en su bajeza, silencio a las alabanzas, a la estima. Silencio delante de los desprecios, de las preferencias, de las murmuraciones; es el silencio de la mansedumbre, de la humildad. Silencio de la naturaleza a la vista de las alegrías o de los placeres. La flor se abre en silencio y su perfume alaba en silencio al Creador, el alma interior debe hacer lo mismo. Silencio de la naturaleza en la pena o contradicción. Silencio en los ayunos, las vigilias, los cansancios, el frío y el calor. Silencio en la salud, en la enfermedad, en la privación de todas las cosas, es el silencio elocuente de la verdadera pobreza y de la penitencia; es el silencio amabilísimo de muerte a todo lo creado y humano. Es el silencio del YO humano que se entrega al que es divino… Los estremecimientos de la naturaleza no pueden cortar ese silencio, porque está por encima de la naturaleza.

8º.Silencio del espíritu

Hacer callar los pensamientos inútiles, los pensamientos agradables, naturales; estos son los únicos que dañan al silencio del espíritu y no el pensamiento en sí, que no puede dejar de existir. Nuestro espíritu quiere la verdad y le damos la mentira. Ahora bien, Dios es la verdad por esencia. Dios se basta para su Entendimiento Divino y, no basta para el pobre entendimiento humano. Por lo que toca a la contemplación de Dios continua, inmediata, esa no es posible por la flaqueza de nuestra carne, a menos de un puro don de su bondad; pero el silencio en los ejercicios propios del espíritu, es por los que toca a la fe, el contenido de su luz oscura. Silencio de los raciocinios sutiles que debilitan la voluntad y secan el amor. Silencio de la intención: pureza, simplicidad; silencio de las miras personales en la meditación, silencio de la curiosidad; en la oración, silencio de las operaciones propias que no hacen más que estorbar la obra de Dios. Silencio del orgullo que se busca siempre a sí mismo en todo, en todas partes y siempre; que quiere cosas hermosas, buenas, sublimes; es el silencio de la santa sencillez, des despojo total, de la rectitud. Un espíritu que combate contra tales enemigos, es semejante a esos ángeles que ven sin césar la faz de Dios. Es este entendimiento siempre en silencio que el Señor eleva hacia Él.

9º.Silencio del propio juicio

Silencio relativo a las personas, silencio en cuanto a las cosas. No juzgar, no manifestar su opinión. Algunas veces, no tenerla, es decir, ceder con sencillez, si no se oponen la prudencia o la caridad. Es el silencio de la bienaventurada y santa infancia; es el silencio de los perfectos; es el silencio de los ángeles y arcángeles, mientras cumplen las órdenes de Dios. ¡Es el silencio del Verbo encarnado!.

10º.Silencio de la voluntad

El silencio a los mandamientos, el silencio a las santas leyes de la Regla, no es por decirlo así, sino el silencio exterior de la propia voluntad. El Señor tiene algo más profundo y más difícil que enseñarnos: es el silencio del esclavo, bajo los golpes de su amo. Este silencio es el de la víctima sobre el altar, es el silencio del cordero que despojan de su lana, es el silencio en las tinieblas, silencio que impide el pedir la luz, al menos la que regocija. Es el silencio de las angustias del corazón en los sufrimientos del alma que se ha visto favorecida por Dios, y que sintiéndose rechazada, no pronuncia siquiera estas palabras: “¿por qué? ¿Hasta cuándo?”. Es el silencio del abandono, el silencio bajo la severidad de la mirada de Dios, bajo el peso de su mano divina; es el silencio sin más queja que del amor. Es el silencio de la Crucifixión, es más que el silencio de los mártires, es el silencio de la agonía de Jesucristo. Sí, este silencio es su divino silencio, y nada más comparable a su voz, nada resiste a su oración, nada es más digno de Dios que esta especie de alabanza en el dolor, que ese Fiat bajo la prensa, que ese silencio en el trabajo de la muerte. Mientras esta voluntad humilde y libre, verdadero holocausto de amor, se quebranta y se destruye por el nombre de la gloria de Dios, Él la transforma en su Voluntad Divina. ¿Qué es lo que falta entonces para su perfección? ¿Qué le falta aún para la unión? ¿Qué le falta para que se acabe de formar, Cristo en esta alma? Dos cosas: la primera es el último suspiro de su ser humano; la segunda, no es más que una dulce atención al Amado que tiene por inefable recompensa el beso Divino.

11º.Silencio consigo mismo

No hablarse interiormente, no escucharse, no quejarse, no consolarse. En una palabra, callar consigo mismo, olvidarse de sí mismo, dejarse solo, enteramente sólo con Dios; huir de sí mismo, superarse de sí mismo. He aquí el silencio más difícil y sin embargo, esencial para unirse con Dios tan perfectamente como lo puede una pobre creatura, que con la gracia, llega muchas veces hasta ahí; pero, se para en este grado, no comprendiéndolo y aún menos, practicándolo. Es el silencio de la nada. Es más heroico que el silencio de la muerte.

12º.Silencio con Dios

Al principio Dios decía al alma: “Habla poco con las creaturas y mucho conmigo”. Ahora le dice: “No me hables ya”. El silencio con Dios, ofrecerse a Él, adorarle, amarle, escucharle, entenderles, descansar en Él. Es el silencio de la eternidad, es la unión del alma con Dios.

Por: Catholic.net | Fuente: Catholic.net

SAN JOSÉ, EL HOMBRE JUSTO


La dignidad de san José es muy grande. En las letanías que san Pío X aprobó en su honor, se le llama “Ilustre descendiente de David”. 

No olvidemos que san José es descendiente del rey David. Tiene sangre de reyes, es “hijo de David”. Este título es un título mesiánico, que aparece diecisiete veces en el Nuevo Testamento aplicado sólo a Jesús y a José. 

En el momento más crucial de la historia de la salvación, el ángel llama así a san José, para recordarle su linaje real y las promesas asociadas. 

Pero esta especial providencia que preparó desde siglos la humanidad de san José, encontró, además, una generosa acogida y respuesta en la vida y obra del santo patriarca. 

El Evangelio dice que San José es un hombre "justo".

Dice San Francisco de Sales: Ser justo -santo- es estar perfectamente unido a la voluntad de Dios, estar conforme con ella en todo tipo de eventos, sean prósperos o adversos. Sin duda alguna, eso es lo que fue san José” 


(San José del Evangelio, Mons. Francisco Cerro Chaves)

DOLOR REDENTOR



El sufrimiento es parte integrante de la vida humana. No hay nadie que, tarde o temprano, no participe de él. Por eso, debemos aprender a llevar nuestra cruz de cada día, como nos dice Jesús, y saber ofrecerla para darle un valor sobrenatural.

El dolor ofrecido con amor, es un dolor redentor.

Alguien ha dicho que los buenos enfermos son como las estaciones de gasolina, a donde acuden los que quieren llenar su corazón vacío de amor. Hablar con buenos enfermos ayuda a los sanos a ver la vida en otra perspectiva, porque todos, tarde o temprano, pasaremos por la enfermedad. Los buenos enfermos son bienhechores de la humanidad y ayudan como misioneros en la gran tarea de la salvación del mundo.

En 1928 Margarita Godet quería ser apóstol misionera, pero estaba inmovilizada por la enfermedad y se ofreció como enferma misionera por los seminaristas de las Misiones extranjeras de París. Así comenzó la Unión de los enfermos misioneros, que se compromete a ofrecer diariamente su dolor por las misiones.

También existe la Fraternidad cristiana de enfermos, fundada por el sacerdote Henry François en Verdún (Francia), en 1942, para enfermos, ancianos o minusválidos para fomentar la unión y fraternidad entre ellos y enseñarles a aceptar su dolor y ofrecerlo por la salvación del mundo.

(Catholic Net)

NO SABEMOS PEDIR LO QUE NOS CONVIENE

 


Cuando al Apóstol Pablo, en medio de la sublimidad de sus revelaciones, le fue dado el aguijón de su carne, el ángel de Satanás que lo apaleaba, desconociendo la manera conveniente de orar, Pablo pidió tres veces al Señor que lo librara de esta aflicción. Y oyó la respuesta de Dios y el porqué no se realizaba ni era conveniente que se realizase lo que pedía un hombre tan santo: Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad.

Ciertamente, en aquellas tribulaciones que pueden ocasionarnos provecho o daño no sabemos cómo debemos orar; pues como dichas tribulaciones nos resultan duras y molestas y van contra nuestra débil naturaleza, todos coincidimos naturalmente en pedir que se alejen de nosotros. 

Pero, por el amor que nuestro Dios y Señor nos tiene, no debemos pensar que si no aparta de nosotros aquellos contratiempos es porque nos olvida; sino más bien, por la paciente tolerancia de estos males, esperemos obtener bienes mayores, y así la fuerza se realiza en la debilidad. 

Esto, en efecto, fue escrito para que nadie se enorgullezca si, cuando pide con impaciencia, es escuchado en aquello que no le conviene, y para que nadie decaiga ni desespere de la misericordia divina si su oración no es escuchada en aquello que pidió y que, posiblemente, o bien le sería causa de un mal mayor o bien ocasión de que, engreído por la prosperidad, corriera el riesgo de perderse. 

En tales casos, ciertamente, no sabemos pedir lo que nos conviene.

(San Agustín, obispo y doctor de la Iglesia)

MIRA SI HAY ALGO EN MÍ QUE NO SEA AMOR


 

Dios me dijo: "Muy grande es el amor que tengo por el alma que me ama sin malicia". 

Y me parecía que quería decirme que un alma debe arder del mismo amor que Él tuvo por nosotros, desde luego según la capacidad del alma. ¡Lastimosamente hoy los buenos son pocos!

Me parecía que se quejara diciendo: "Es tan grande el amor que tengo por un alma que me ama sin malicia que hoy le concedería—como a cualquiera que tuviera un verdadero amor por Mí— gracias mucho mayores que las concedidas a los santos de los tiempos pasados"

Y ya que toda persona puede amarlo, no hay nadie que pueda hallar disculpas. 

Y Él no busca otra cosa sino que esa alma lo ame, porque Él la ama, mejor aún, Él es el amor del alma. 

¡Qué profundas y abismales son estas palabras: Dios no pide al alma sino que lo ame! Si uno ama de veras, ¿podría reservar algo para sí? 

Este amor de Dios me lo explicó con vivas razones, por su advenimiento y por su cruz, Él que era tan grande. 

Él mismo me explicaba estos misterios de su venida y de su pasión de cruz.

Y con ardientes razones me los mostraba, diciendo: "Mira si hay en mí algo que no sea amor". 


(El libro de la vida, Santa Ángela de Foligno)

NO SE PUEDE OLVIDAR TU MIRADA



Una vez que tus ojos 
se han encontrado con los míos.
Imposible dejar que no traspase
y escudriñe la intimidad de mi corazón herido.
Imposible que ante tu mirada
todo quede sin recibir la paz y el alivio.
Mírame que yo miro
Mírame para no errar el camino
Mírame que tu mirada es faro
es estrella
es luz
en mi camino.
Es puerta
y Cielo
a donde me pierdo
cuando hago oración
y deseo estar contigo.
Mírame, mi Jesús
que la noche avanza
y el alba promete retrasarse
sin tu compañía.
Mírame que aquí te espero
desde hace tanto
en las sombras
y en silencio
Esperando que al fin
Tú, mi Amado
me des tu mirada
en esta noche
donde mi alma siente el frío.

Autor: Teresita Feyuk

¡OH FE CATÓLICA!


 «¡Oh fe católica, qué estable y firme eres, qué bien arraigada, qué bien cimentada estás sobre roca inconmovible! El cielo y la tierra pasarán, pero tú nunca podrás pasar. El orbe entero te contradijo desde un principio, pero con tu poder triunfaste de todos.

Lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe, que sometió al imperio de Cristo a los reyes más poderosos y puso a las naciones a su servicio.

¿Qué otra cosa, sino la fe, y principalmente la fe en la resurrección, hizo a los apóstoles y mártires soportar sus dificultades y sufrimientos?

¿Qué fue lo que hizo a los anacoretas despreciar los placeres y los honores y vivir en el celibato y la soledad, sino la fe viva?

¿Qué es lo que hoy lleva a los verdaderos cristianos a despreciar los placeres, resistir a la seducción y soportar sus rudos sufrimientos?

La fe viva, activa en la práctica del amor, es la que hace dejar los bienes presentes por la esperanza de los futuros y trocar los primeros por los segundos».

(San Fidel de Sigmaringa, mártir)

NO SE ROMPERÁ ESTA ROCA


 

Muchas son las olas que nos ponen en peligro, y una gran tempestad nos amenaza: sin embargo, no tememos ser sumergidos porque permanecemos de pie sobre la roca. 

Aun cuando el mar se desate, no romperá esta roca; aunque se levanten las olas, nada podrán contra la barca de Jesús. 

Decidme, ¿qué podemos temer? ¿La muerte? Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir. ¿El destierro? Del Señor es la tierra y cuanto la llena. ¿La confiscación de los bienes? Sin nada vinimos al mundo, y sin nada nos iremos de él. 

Yo me río de todo lo que es temible en este mundo y de sus bienes. No temo la muerte ni envidio las riquezas. No tengo deseos de vivir, si no es para vuestro bien espiritual. 

Tengo en mis manos su palabra escrita. Éste es mi báculo, ésta es mi seguridad, éste es mi puerto tranquilo. Aunque se turbe el mundo entero, yo leo esta palabra escrita que llevo conmigo, porque ella es mi muro y mi defensa. ¿Qué es lo que ella me dice? Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.

Cristo está conmigo, ¿qué puedo temer? Que vengan a asaltarme las olas del mar y la ira de los poderosos; todo eso no pesa más que una tela de araña. 


(Extracto tomado de una homilía de San Juan Crisóstomo antes de partir al exilio)


NO DESPRECIES A LOS POBRES

 


No desprecies a los pobres que arrastran su miseria como si fuesen de ningún valor. Considera quiénes son y reconocerás su dignidad: son la manifestación presente del Salvador.

Ellos son los administradores de los bienes que también nosotros esperamos; los porteros del reino de los cielos, que abren las puertas a los buenos y compasivos, y la cierran a los malos e inhumanos.

Veo, en efecto, allí al Hijo del hombre venir del cielo, avanzando sobre los aires como si caminase sobre la tierra, escoltado de miríadas de ángeles. Veo a continuación el trono de la gloria, erigido en un lugar excelso, y, sentado en él, al Rey. Veo entonces que todas las familias humanas, los pueblos y las naciones que pasaron por esta vida, que respiraron este aire y contemplaron la luz de este sol, están alineados ante el tribunal, divididos en dos grupos.

Oigo que a los situados a la derecha se les llama corderos y a los situados a la izquierda se los denomina cabritos, nombres que responden a la categoría moral de cada grupo. Oigo al Rey que los interroga y anota sus justificaciones. Oigo lo que ellos responden al Rey. Advierto, finalmente, que cada uno es adornado según sus méritos. A los que fueron buenos y compasivos y llevaron una vida intachable, se les premia con el descanso eterno en el reino de los cielos, en cambio, a los inhumanos, y a los malvados, se les condena al suplicio del fuego, y del fuego eterno. 


(San Gregorio de Nisa, obispo y confesor)

ES UN PELIGRO CREERNOS SUPERIORES


La ignorancia de ti mismo te acarrea la soberbia, pues engañado por una mentalidad ciega y falaz, te crees mejor de lo que en realidad eres. Precisamente en esto consiste la soberbia, aquí está la raíz de todo pecado: en considerarte a tus ojos mejor de lo que eres ante Dios, mejor de lo que eres en realidad.

No existe, pues, peligro alguno, por más que te humilles, por más que te consideres menos de lo que eres, es decir, menos de lo que la Verdad te valora. Es, en cambio, un gran mal y un peligro horrendo si te crees superior, por poco que sea, a lo que en realidad eres, o si en tu apreciación te prefieres aunque sólo sea a uno de los que tal vez la Verdad juzga igual o superior a ti. 

Un ejemplo aclarará la idea: si pretendes pasar por una puerta cuyo dintel es excesivamente bajo, en nada te perjudicará por más que te inclines; te perjudicará, en cambio, si te yergues aun cuando no sea más que un dedo sobre la altura de la puerta, de suerte que te arrearás un coscorrón y te romperás la cabeza. 

Así ocurre a nivel espiritual: no hay que temer en absoluto una humillación por grande que sea, pero hemos de tener un gran horror y temor al más mínimo movimiento de temeraria presunción. 

Por lo tanto, oh hombre, no te atrevas a compararte con los que son superiores o inferiores a ti, no te compares con algunos ni siquiera con uno solo. Porque ¿qué sabes tú, oh hombre, si aquel uno, a quien consideras como el más vil y miserable de todos, qué sabes —insisto— si, merced a un cambio operado por la diestra del Altísimo, no llegará a ser mejor que tú y que otros en sí, o si lo es ya en Dios?

Por eso el Señor quiso que eligiéramos no un puesto mediano ni el penúltimo, ni siquiera uno de los últimos, sino que dijo. Vete a sentarte en el último puesto, de modo que sólo tú seas el último de todos los comensales, y no te prefieras, ni aun oses compararte, a ninguno.


(San Bernardo de Claraval, abad)

LLEGARÁS A LA FUENTE, VERÁS LA LUZ

 Cuando venga nuestro Señor Jesucristo ya no tendremos necesidad de lámparas, cuando veamos aquella verdadera y clara luz ¿qué es lo que veremos? ¿Con qué se alimentará nuestro espíritu? ¿De qué se alegrará nuestra mirada? ¿De dónde procederá aquel gozo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar? ¿Qué es lo que veremos?

Os lo ruego, amemos juntos, corramos juntos el camino de nuestra fe; deseemos la patria celestial, suspiremos por ella, sintámonos peregrinos en este mundo. ¿Qué es lo que veremos entonces? Que nos lo diga ahora el Evangelio: En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Entonces llegarás a la fuente con cuya agua has sido rociado; entonces verás al descubierto la luz cuyos rayos, por caminos oblicuos y sinuosos, fueron enviados a las tinieblas de tu corazón, y para ver y soportar la cual eres entretanto purificado. Queridos - dice el mismo Juan-, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

Noto cómo vuestros sentimientos se elevan junto con los míos hacia las cosas celestiales; pero el cuerpo mortal es lastre del alma, y la tienda terrestre abruma la mente que medita. Ha llegado ya el momento en que yo tengo que dejar el libro santo y vosotros tenéis que regresar cada uno a sus ocupaciones. Hemos pasado un buen rato disfrutando de una luz común, nos hemos llenado de gozo y alegría; pero, aunque nos separemos ahora unos de otros, procuremos no separarnos de él.

(San Agustín)



YO QUISIERA SER LA ROSA


 

Yo quisiera ser la rosa

ante tu Sagrario abierta

y que es doblemente hermosa

por morir ante tu puerta:

¡Yo quisiera ser la rosa!


Yo quisiera ser el cirio

consumido en tu presencia,

que en su místico martirio

te entrega toda su esencia:

¡Yo quisiera ser el cirio!


Yo quisiera ser la nube,

Hecha incienso y viva llama,

que cuando a la altura sube

a todo el templo embalsama.


¡Yo quisiera ser la nube,

rosa, cirio, incienso y llama!


(Cristina Arteaga)

LA FONTE (San Juan de la Cruz)



Qué bien sé yo la fonte que mane y corre, 
Aquella eterna fonte está escondida, 
que bien sé yo do tiene su manida, 
aunque es de noche. 

Su origen no lo sé, pues no le tiene, 
mas sé que todo origen de ella tiene, 
aunque es de noche. 

Sé que no puede ser cosa tan bella, 
y que cielos y tierra beben de ella, 
aunque es de noche.

Bien sé que suelo en ella no se halla, 
y que ninguno puede vadealla, 
aunque es de noche. 

Su claridad nunca es oscurecida, 
y sé que toda luz de ella es venida, 
aunque es de noche. 

Sé ser tan caudalosos sus corrientes. 
que infiernos, cielos riegan y las gentes, 
aunque es de noche. 

El corriente que nace de esta fuente 
bien sé que es tan capaz y omnipotente, 
aunque es de noche. 

El corriente que de estas dos procede 
sé que ninguna de ellas le precede, 
aunque es de noche. 

Aquesta eterna fonte está escondida 
en este vivo pan por darnos vida, 
aunque es de noche. 

Aquí se está llamando a las criaturas, 
y de esta agua se hartan, aunque a oscuras 
porque es de noche.

Aquesta viva fuente que deseo, 
en este pan de vida yo la veo, 
aunque es de noche.

(San Juan de la Cruz)

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